“Queríamos transmitir la Palabra de Dios a través de predicaciones dramatizadas”, explicó Mercemar Rodríguez Santiago, miembro del equipo. “No era suficiente leer el texto bíblico de manera literal. Queríamos aplicarlo a las problemáticas que vivimos hoy como sociedad: el maltrato, la violencia de género, el suicidio, las pérdidas, el abandono de nuestros adultos mayores. La idea era llevar un mensaje con el que cualquier persona pudiera identificarse”.
El origen de un nombre: Homiluz y dramaturgia
Durante la entrevista, surgió la pregunta sobre el término que ha marcado este proceso: Homiluz.
“La palabra nace de la unión entre ‘homilética’ —el estudio de la predicación— y el nombre de nuestra iglesia, Luz de Vida”, explicó la pastora María del Carmen Sánchez Camacho. “Queríamos institucionalizar un ministerio que, desde la predicación, reflejara la luz de Cristo”.
Otro concepto clave fue la dramaturgia. Sánchez Camacho aclaró su origen: “Proviene de los dramaturgos, quienes redactan dramas. Al adoptar ese enfoque, entendimos que la predicación debía ser atractiva y pertinente para las nuevas generaciones. Hoy, más que nunca, necesitamos un lenguaje que tenga sentido para nuestros jóvenes y niños”.
Talleres que sanan y sorprenden
Los talleres se convirtieron en el corazón del proyecto. Según Natacha Rodríguez Carrasquillo, uno de los más impactantes fue el de dramaturgia.
“Desde el primer momento se creó un ambiente seguro donde las personas pudieron plasmar sus propias vivencias”, recordó. “Los participantes escribieron monólogos sobre temas como el duelo o el suicidio. Eso fue sanador y transformador, porque conectaron su fe con experiencias muy personales”.
Aunque en principio pudiera pensarse que el proyecto atraería principalmente a jóvenes, la realidad fue diferente. “El grupo mayoritario fue de adultos mayores”, comentó Rodríguez Carrasquillo. “Ellos descubrieron talentos que desconocían y adoptaron este ministerio como propio. Ha sido una experiencia gratificante para todas las generaciones”.
La inclusión de la niñez también dejó huella. “Los niños fueron espontáneos y sin miedo”, compartió Rodríguez Santiago. “Improvisaron más rápido que los adultos y hasta sorprendieron al tallerista. Fue una experiencia maravillosa ver cómo fluían.”
Desafíos en el camino
El proceso no estuvo exento de retos. Para José García López, el mayor fue el manejo del tiempo.
“Mientras nos capacitábamos en los talleres, también debíamos crear libretos que contextualizaran la escritura a nuestra realidad”, dijo. “Fue exigente, pero lo presentamos todo en oración y sentimos que Dios nos iluminaba. Lo más hermoso es que se formó una comunidad intergeneracional unida”.
Un obstáculo inesperado llegó el día de la primera presentación de la obra Ecos de la Cruz, inspirada en las últimas siete palabras de Jesús.
“Hubo un apagón general en Puerto Rico que nos tuvo en incertidumbre hasta pocas horas antes”, relató la pastora Sánchez Camacho. “Finalmente, la luz llegó justo a tiempo y pudimos presentar dos funciones a teatro lleno”.
García López añadió: “Eso fue planificado por el Señor. Todo salió en la hora indicada”.
Sorprendidos por los frutos
Más allá de los aplausos, el equipo celebró descubrimientos internos. “Personas que solo habían trabajado en vestuario o backstage se animaron a actuar”, contó Rodríguez Santiago. “La sorpresa más bonita fue ver talentos escondidos que salieron a la luz cuando se atrevieron a decir que sí”.
Rodríguez Carrasquillo añadió que el impacto fue también espiritual. “Durante los ensayos hubo procesos de sanidad y transformación”, dijo. “En las funciones, personas pasaron al frente para aceptar al Señor. Vimos a Dios cumplir su propósito de manera perfecta”.
Identidad y misión
El ministerio también ha definido una identidad visual. Rodríguez Carrasquillo explicó que el logo del proyecto combina el símbolo de la iglesia con el lema “Viviendo la Palabra”, inspirado en Romanos 12.
El título Ecos de la Cruz también tuvo un propósito especial. “Las palabras de Jesús en la cruz siguen resonando hasta hoy”, explicó García López. “Queríamos un nombre que reflejara ese eco eterno que nos impulsa a seguir adelante”.
Mirando hacia adelante
El equipo sueña con expandir el alcance de Homiluz.
“Nuestro deseo es que sea un ministerio permanente de la iglesia”, expresó Sánchez Camacho. “Queremos salir de los muros del templo y llevar la Palabra dramatizada a residenciales, canchas y organizaciones comunitarias. El drama puede alcanzar a quienes nunca entrarían a una iglesia”.
Para la congregación de Luz de Vida, Homiluz representa mucho más que un proyecto artístico. Es un espacio de sanidad, formación y encuentro intergeneracional.
“Lo que comenzó como un taller se ha convertido en un ministerio que bendice vidas”, concluyó Rodríguez Santiago. “Y los ecos de la cruz seguirán escuchándose en todo lugar donde podamos llevar este mensaje”.