los salmos para el camino
Published on
August 27, 2025

El salmo celebra la realidad de que la creación, día a día, proclama la gloria de Dios, su poder y su generosidad. La Palabra es también el medio por el cual Dios nos instruye para que vivamos plenamente la vida. Dios, por medio de su Espíritu, transforma nuestra vida para que vivamos una vida plena y agradable a Él. 

Salmo 19:

Al director musical. Salmo de David 

Los cielos cuentan la gloria de Dios, 

el firmamento proclama la obra de sus manos. 

Un día transmite al otro la noticia, 

una noche a la otra comparte su saber. 

 Sin palabras, sin lenguaje, 

sin una voz perceptible, 

 por toda la tierra resuena su eco, 

¡sus palabras llegan hasta los confines del mundo! 

Dios ha plantado en los cielos 

un pabellón para el sol. 

 Y éste, como novio que sale de la cámara nupcial, 

se apresta, cual atleta, a recorrer el camino. 

 Sale de un extremo de los cielos 

y, en su recorrido, llega al otro extremo, 

sin que nada se libre de su calor. 

 La ley del Señor es perfecta: 

infunde nuevo aliento. 

El mandato del Señor es digno de confianza: 

da sabiduría al sencillo. 

 Los preceptos del Señor son rectos: 

traen alegría al corazón. 

El mandamiento del Señor es claro: 

da luz a los ojos. 

El temor del Señor es puro: 

permanece para siempre. 

Las sentencias del Señor son verdaderas: 

todas ellas son justas. 

Son más deseables que el oro, 

más que mucho oro refinado; 

son más dulces que la miel, 

la miel que destila del panal. 

Por ellas queda advertido tu siervo; 

quien las obedece recibe una gran recompensa. 

¿Quién está consciente de sus propios errores? 

¡Perdóname aquellos de los que no estoy consciente! 

 Libra, además, a tu siervo de pecar a sabiendas; 

no permitas que tales pecados me dominen. 

Así estaré libre de culpa 

y de multiplicar mis pecados. 

 Sean, pues, aceptables ante ti 

mis palabras y mis pensamientos, 

oh Señor, roca mía y redentor mío 

(Salmo 19: 1-14).

Los sabios de Israel desarrollaron una tradición sapiencial que se caracteriza por la capacidad de leer en la creación o naturaleza la presencia de Dios. Fueron capaces de nutrir “un conocimiento práctico de las leyes de la vida y del universo basado en la experiencia (…) [y pudieron] encontrar el sentido inscrito por Dios en la creación, el divino misterio de lo creado” (Von Rad, 1970, p.65). 

La obra maestra de Dios interpela al ser humano, lo provoca a responder. Es lo que algunos llaman revelación general, que, como otro libro de Dios, interpela a todos los seres humanos. 

La contemplación y observación detallada de la creación permiten a la persona sabia encontrar y escuchar a Dios en su vida cotidiana. Se trata de ser observadores ávidos de lo que Dios nos dice por medio de su creación. Por ello, debemos aprender a hacer exégesis de la vida en todas sus dimensiones: en el mundo animal, en la biodiversidad, en lo social y en las relaciones interpersonales e internacionales. Allí también nos habla Dios. 

 Debemos aprender a hacer exégesis de la vida en todas sus dimensiones: en el mundo animal, en la biodiversidad, en lo social y en las relaciones interpersonales e internacionales. Allí también nos habla Dios. 

El salmo 19 es un modelo de ello. La observación de los cielos conduce a quien tiene los ojos abiertos a escuchar la voz potente y el mensaje que el firmamento emite: 

Los cielos cuentan la gloria de Dios, 

el firmamento proclama la obra de sus manos. 

Un día transmite al otro la noticia, 

una noche a la otra comparte su saber. 

Sin palabras, sin lenguaje, 

sin una voz perceptible, 

por toda la tierra resuena su eco, 

¡sus palabras llegan hasta los confines del mundo! 

(Salmo 19: 1-4). 

Como predicadores elocuentes, los cielos cuentan que son obra de Dios y proclaman su gloria, grandeza, majestad y generosidad. 

Es, además, un mensaje continuo e ininterrumpido. Tanto el día como la noche, de manera permanente, van perpetuando su mensaje que predica la grandeza de su Creador. El orden y la belleza de los cielos hacen evidente el genio artístico de su Creador. Proclaman su sabiduría y poder; anuncian que son obra de Dios, el Creador (Rom 1:20). 

Como las muchas obras maestras de los grandes artistas, sin necesidad de emitir un mensaje hablado, quienes observan sus obras pueden constatar el genio artístico de sus creadores y alabarlos por ello. De la misma manera, los cielos son testigos mudos pero elocuentes de la grandeza de su Creador. De hecho, su mensaje se extiende por toda la creación. 

Dios ha plantado en los cielos 

un pabellón para el sol. 

Y éste, como novio que sale de la cámara nupcial, 

se apresta, cual atleta, a recorrer el camino. 

 Sale de un extremo de los cielos 

y, en su recorrido, llega al otro extremo, 

sin que nada se libre de su calor  

(Salmo 19:4- 6).

Poéticamente, el salmista describe el recorrido diario del sol, de oriente a occidente, con dos imágenes: la del novio que sale de su alcoba con gran alegría y la del guerrero heroico que sale veloz a recorrer su camino. Así, el sol sale cada mañana de su habitación, feliz y raudo a cumplir su función en todo el mundo. 

El sol es evidencia de la bondad y generosidad de Dios. Jesús dice que “el Padre hace salir su sol sobre buenos y malos” (Mt 5:45), sin distinciones y sin discriminación, para que lo imitemos y hagamos el bien a todas y todos.  

La nota dominante es que el sol, que contribuye a la vida y al bienestar de toda la creación, se extiende a toda la creación con su calor benéfico, sin que nada se libre de su calor. Así, el salmista nos comunica con este ejemplo del sol, la realidad de la gloria y la bondad ilimitada de Dios que da vida a toda su creación.  

Este lenguaje universal se escucha diariamente en toda la creación, para que los seres humanos conozcamos la infinita bondad y grandeza que la gran obra artística de Dios nos da a conocer. 

 La ley del Señor es perfecta: 

infunde nuevo aliento. 

El mandato del Señor es digno de confianza: 

da sabiduría al sencillo. 

Los preceptos del Señor son rectos: 

traen alegría al corazón. 

El mandamiento del Señor es claro: 

da luz a los ojos. 

El temor del Señor es puro: 

permanece para siempre. 

Las sentencias del Señor son verdaderas: 

todas ellas son justas 

(Salmo 19:7-9). 

A continuación, bajo la misma nota de la bondad y generosidad del Dios de la vida, el salmo nos presenta la Palabra escrita de Dios en su Torá o Ley-instrucción. Por medio de seis sinónimos enumera los efectos benéficos de la Palabra de Dios: nos da vida, sabiduría, alegría, nueva visión y justicia permanente. Todo lo necesario para que la vida, en todos sus ámbitos, sea plena y significativa, digna y decorosa, nos lo provee la Palabra de vida. 

Esa Palabra es descrita como perfecta, digna de confianza, recta, clara, pura y verdadera. No es una Palabra que coarta la existencia sino que la ennoblece y la lleva a su plenitud y madurez: “Son más deseables que el oro, más que mucho oro refinado; son más dulces que la miel, la miel que destila del panal” (Salmo 19:10). 

No nos sorprende, entonces, que esa Ley-instrucción sea tan altamente apreciada. Porque la Palabra nos da tanto para la vida, el salmista la considera muchísimo más valiosa que el oro de la más alta calidad.  

Es más deleitosa que la mejor de las mieles que existen. Ambas metáforas, al referirse al oro y a la miel, nos comunican el hecho de que no hay nada que nos provea una vida plena y deleitosa como la Palabra que Dios nos ha dado a conocer. 

Ella nos advierte de los peligros del camino; obedecerla es encontrar la mejor recompensa: la vida en abundancia de la que habló Jesús (Jn 10:10). 

Pablo describe también cómo la Palabra es fundamental para darnos vida y para andar en el camino de la vida plena y fructífera (2 Ti 3:16-17): “Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia,  a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra”. 

Por ello, el salmista, como persona que ya conoce el valor y el deleite que la Palabra de Dios ofrece, de inmediato habla de lo que ella hace para que seamos las personas que Dios desea, para que recuperemos nuestra humanidad como seres creados a la imagen de Dios.  

Por ellas queda advertido tu siervo; 

quien las obedece recibe una gran recompensa. 

¿Quién está consciente de sus propios errores? 

¡Perdóname aquellos de los que no estoy consciente! 

Libra, además, a tu siervo de pecar a sabiendas; 

no permitas que tales pecados me dominen. 

Así estaré libre de culpa 

y de multiplicar mis pecados 

(Salmo 19:11-13). 

La Palabra de Dios, como guía para la vida dichosa, nos advierte de los peligros del camino. Hacerle caso nos ahorra grandes sufrimientos y nos conduce a la dicha plena; esa es la recompensa. 

También la Palabra nos ayuda a vernos en el espejo y nos redarguye de nuestros errores y pecados, de nuestros propios errores, aún de aquellos que no podemos percibir ni estar conscientes de ellos. Mejor psicoanalista no puede haber. 

Jesús, como modelo de lo que significa ser humano, es nuestra aspiración y paradigma de vida. Pero siempre, como Pablo lo atestigua, nos encontramos con el enorme poder de nuestra naturaleza pecaminosa (Ro 7:7-25). Es un poder que por nosotros mismos no podemos vencer ni superar. 

Y, por ello, el salmista ruega con vehemencia y angustia a Dios que lo libre “de pecar a sabiendas; no permitas que tales pecados me dominen”. La Reina-Valera 1960 traduce: “Preserva también a tu siervo de las soberbias, que no se enseñoreen de mí”.  

Es similar a la lamentación de Pablo por su propia naturaleza caída: “¡Soy un pobre miserable! ¿Quién me librará de este cuerpo mortal?” (Ro 7:24). 

Es la soberbia la que nos lleva a “pecar a sabiendas.” Y es una realidad que nos domina y esclaviza a los muchos vicios que plagan la existencia humana. 

Como sierva o siervo de Dios, como un esclavo y de manera humilde, el salmista ruega la asistencia y poder de Dios para que le libre de ese poder extraordinario enquistado en nuestro ser y que nos esclaviza. Pablo habla extensamente de esa liberación en Romanos capítulos 6 al 8. Sabemos que por el poder de la Palabra y del Espíritu esa liberación es posible (Ro 8:1-4).  Y así lo sabía el salmista, que pide la asistencia y poder de Dios: “Solo así estaré libre de culpa y de multiplicar mis pecados” (Salmo 19:13). 

Después de rogar por su propia liberación, el salmista cierra su reflexión con un ruego que resume la cúspide de la vida quien ha escuchado, atento, el mensaje de la creación y de la Palabra: “Sean, pues, aceptables ante ti mis palabras y mis pensamientos, oh Señor, roca mía y redentor mío” (Salmo 19: 14).  

Parece simple el ruego final: pide que ante Dios sean agradables sus palabras y los pensamientos de su corazón. Pero ello implica una profunda purificación de nuestro ser interno, del corazón, donde brota la vida. Ese lugar profundo es el que Jesús diagnosticó como la fuente de la maldad humana (Mc 7:20-23). Pero allí es donde Dios obra para restaurarnos.  

Termina el salmista llamando a Dios su roca y su redentor (goel). Dios provee la firmeza y seguridad ante los embates de la vida y es quien nos redime porque nos representa. Es el familiar que se asegura de que nuestra vida esté completa y que nuestros derechos se respeten.   

Así es como el gran poeta Ernesto Cardenal nos interpreta el Salmo 19:

Las galaxias cantan la gloria de Dios 
Salmo 19 

Las galaxias cantan la gloria de Dios 

y Arturo, 20 veces mayor que el sol, 

y Antares, 487 veces más brillante que el sol, 

Sigma de la Dorada con el brillo de 300.000 soles 

y Alfa de Orión que equivale 

a 27.000.000 de soles, 

alabarán con su diámetro de 50.000.000 de km 

Alfa de la Lira a 300.000 años luz 

y la nebulosa del Boyero 

a 200.000.000 de años luz 

anuncian la obra de sus manos. 

Su lenguaje es un lenguaje sin palabras 

(y no es como los slogans de los políticos), 

pero no es un lenguaje que NO SE OIGA 

Ondas de radio misteriosas emiten las galaxias; 

el hidrógeno frío de los espacios interestelares 

está lleno de ondas visuales y de ondas de música. 

En los vacíos intergalácticos hay campos magnéticos 

que cantan en nuestros radiotelescopios 

(y tal vez hay civilizaciones 

trasmitiendo mensajes 

a nuestras antenas de radio). 

Son un billón de galaxias en el universo explorable 

girando como carruseles 

o como trompos de música... 

El sol describe su gigantesca órbita 

en torno de la constelación de Sagitario 

—Es como un esposo que sale de su tálamo 

y va rodeado de sus planetas a 72,000 km por hora, 

hacia las constelaciones de Hércules y de la Lira 

(y tarda 150 millones de años en dar la vuelta), 

y no se aparta ni un centímetro de su órbita. 

La Ley del Señor tranquiliza el subconsciente 

es  perfecta como la ley de la gravedad 

sus  palabras son como las parábolas de los cometas, 

sus decretos son como la rotación centrífuga de las galaxias, 

sus preceptos son los preceptos de las estrellas 

que guardan siempre sus sitios, 

y sus velocidades 

y sus distancias respectivas 

y se cruzan miles de veces en sus rutas 

y nunca chocan. 

Los juicios del Señor son justos 

no como la propaganda 

y más valiosos que los dólares 

y las acciones comerciales. 

Guárdame de la soberbia del dinero 

y del poder político, 

y estaré libre de todo crimen 

y del delito grande. 

Y séante gratas las palabras de mis poemas, 

Señor, 

mi  Libertador 

(Cardenal, 1964, p. XX). 

Añadir el Himno n.° 558 “Que los dichos de mi boca”, junto con las lecturas del 559, del himnario Santo, Santo, Santo. Cantos para el pueblo de Dios. Ambos se pueden usar en la liturgia del culto.