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El canto cristiano como formador de identidad: Efesios 1:3-14

Un canto creador de una sana identidad

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Testimonio de María: la identidad de una inmigrante 

De ser honesta, pues sí, extraño mi tierra. Pa’qué mentir. Tanto tiempo por acá y una no deja de sentirse arrimada. De buenas a primeras la discriminan a una. Pues los gringos, ¿no?, primero ven el pelo negro, la piel morena, las arrugas y libritas que la traicionan a una después de cierta edad y con la pura mirada una tiene para sentirse menos todo el día. O le encajan a una la daga en el mero corazón al verle los hijos como si fueran criminales o bestias salvajes. Las güeras, bueno no todas pero muchas, la barren a una desde el corte de pelo hasta los zapatos y no dejan de adivinarle a una la facha de extranjera, o será de pobre, aquella facha que una no logra vencer por diligente que sea con los catálogos de ropa y la moda en las novelas. Y ni se diga cuando una abre la boca para pedir que la atiendan o para decirle a alguna despistada que se le cayó la cartera o que dejó su bufanda colgada en la silla. Por mucho que una pele los dientes, por sincera que sea la sonrisa, la ven a una como si tuviera intención de robársela--¡hágame favor! 

Y ni se diga el trato con los hombres. Esos no ven ni pies ni cabeza. Más bien andan entre hombros y rodillas y la ven a una, o peor aún, a las hijas, como bocadillo barato. Bueno, cuando una les inspira el apetito aquel, pero si no la mirada es de desprecio o como si cualquier contacto humano fuera pretexto para robarles la ciudadanía que ni ellos han de perder ni una de conseguir. En fin, todo eso es lo de menos. 

Lo que más pesa, lo más doloroso, es tener que vivir en las tinieblas como ratera o asesina, escondiéndose de la migra, temerosa de los policías que supuestamente están ahí para defenderla pero las más de las veces solo abusan o intimidan. Orando a todas horas por que no arresten al niño o lo acusen de algo que no hizo. En serio, da pánico ver a un policía. Por mucho que una disimule, no deja de cargar el miedo como piedra volcánica, dura y pulida, aquí en el vientre, un peso que más bien es un vacío, la falta de poder y de saber y hasta de ser persona. ¿De qué sirve pagar todos los impuestos si a una ni le van a dar seguro social, ni la ayuda el gobierno si se enferma o pierde su trabajo? Pero no hay de otra, hay que hacerlo aunque la traten a una como persona de segunda categoría. 

Aunque no son ellos nomas. Entre nosotros también nos hacemos el feo. Que si tienes ciudadanía y una no es de tu categoría, aunque igual estés ganando el mínimo parada al otro lado de la línea en la fábrica. Que si te sientes europea y Dios te libre de que te confundan con una india como la que está sentada a un lado de ti en la iglesia; qué más da que también andes con seguro social patito. No hombre, si para darnos aires nos pintamos solas, ¿verdad? 

Y así pues, vive una sin la posibilidad de mejorar mucho su situación por miedo a llamar la atención del ICE, sin derechos ante los patrones que, aunque pagan en efectivo, pagan mal y nunca dan prestaciones como seguro médico o jubilación. Cuando una trabaja el tercer turno es cuando más peligra de que abusen de una. O dicho sin pelos en la lengua, que la viole un desgraciado, Diosito nos guarde, un gringo que sabe el miedo que una carga al ver a la ley, cuánto más de ir a buscarlos. 

Pero ahí está una, sacrificándose por los hijos, por la familia, por huirle a los horrores de peor suerte que caen como plagas en nuestros países. Se puede decir que una canjea un miedo familiar por otro desconocido y vive masticando la mentira de que le va a ir mejor, aunque en algunos casos no es mentira y sí le va mejor, pero lo duro es no saber cuánto va a costar o cuándo se la van a una a cobrar. Y sigue una, armando la vida de aquí y extrañando la de allá. 

La crisis de identidad y supervivencia que vive cotidianamente María en los Estados Unidos no es distinta a lo que se vivía en los días en que se escribió la epístola a los efesios. 

La identidad en Efeso en el primer siglo

Cuando Efesios se escribió, los cristianos y cristianas que vivían en esa ciudad experimentaban día con día un ataque a su humanidad y en particular a su identidad. Las élites militares y políticas habían desarrollado un discurso y propaganda que desde muy diversos ángulos les repetían a las personas que si no eran ciudadanos romanos carecían de valor.  

Si eran esclavos, ni siquiera se les consideraba personas; si eran mujeres, solo existían para servir y obedecer a los hombres; si eran niños tenían que ser domesticados para aprender su lugar en la vida. Aun entre la población romana, las clases sociales estaban claramente marcadas.  

La estructura social en Asia Menor era piramidal: en la cúspide de la pirámide, la aristocracia, y en la ancha base, el conjunto de los humildes. La aristocracia (honestiores) estaba compuesta por las familias de abolengo, que por lo general eran acaudaladas y de una u otra manera se movían en las esferas de poder: la familia imperial, los senadores, los militares (los ecuestres y los decuriones), así como las familias ricas y por ello honorables de la ciudad. En total no llegaban a sumar el dos por ciento de la población global. El proletariado (humiliores) lo constituían todos aquellos que no pertenecían a la aristocracia y necesitaban trabajar para vivir. Notable en este grupo eran los esclavos. 

Este sistema social se legitimaba teológicamente como expresión de la voluntad de los dioses. Las mujeres, los niños y los esclavos nacían en esa condición porque así lo habían determinado los dioses. Estaban predestinados a ese estatus en la vida que por ello era inviolable e inalterable. En nuestros días, también el imperio tiene sus teologías que lo legitiman. 

Tanto César como Roma gobernaban por la voluntad y providencia divinas y tenían claras pretensiones de eternidad (Roma, la ciudad eterna). El emperador era quien había inaugurado una era gloriosa y próspera para la humanidad: proveía significado y coherencia a todas las áreas de la vida de sus ciudadanos y súbditos; su nacimiento y adviento era un evangelio para todas las naciones; la República y luego César eran la cabeza y fuente del orden y la unidad en el imperio; César era el Pater Patria benefactor que proveía seguridad, prosperidad y bienestar  (Felicitas Imperatoria) a todos (pan y circo), justicia (la ley romana), paz (Pax Romana) y, finalmente, una cierta esperanza respecto a un futuro glorioso bajo el imperio romano. Cesar tenía el monopolio de toda autoridad y poder en el mundo y con su poderío militar mantenía la paz. Por ello, también le eran debidos la sumisión, obediencia, riquezas y tributos. Su reino era clemente incluso para sus enemigos.  

Poco a poco, el imperio se convirtió en una realidad que, gracias a sus propias estructuras de plausibilidad y a una poderosa propaganda, impuso su ideología y conquistó los corazones de grandes sectores de las culturas, naciones y pueblos bajo su dominio, de manera notable el corazón de quienes usufructuaban de él.  

Ante esa realidad, Efesios, por medio de la adoración, desestabiliza y socava la propaganda dominante y ofrece en el himno de apertura una narrativa alternativa para las y los cristianos. Uno de los componentes fundamentales de esa narrativa es el canto con el que inicia la carta.    

Un canto creador de una sana identidad (Ef. 1:3-14) 

3 Alabado sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido  
            en las regiones celestiales  
            con toda bendición espiritual  
            en Cristo.   

4Dios nos escogió  
            en él  
            antes de la creación del mundo,  
            para que seamos santos y sin mancha delante de él.  
            En amor  

5nos predestinó  
            para ser adoptados como hijos suyos  
            por medio de Jesucristo,  
            según el buen propósito de su voluntad,  

6                                    para alabanza de su gloriosa gracia,  
   que nos concedió en su Amado.

7 En él tenemos la redención  
            mediante su sangre, el perdón de nuestros pecados,  
            conforme a las riquezas de la gracia  

8que Dios nos dio  
            en abundancia  
            con toda sabiduría y entendimiento.  

9Él nos hizo conocer el misterio de su voluntad  
            conforme al buen propósito  
            que de antemano  
            [Dios] estableció en Cristo,  

10        para llevarlo a cabo  
            cuando se cumpliera el tiempo:  
            reunir en él todas las cosas, tanto las del cielo como las de la tierra. 

11 En Cristo también fuimos hechos herederos,pues fuimos predestinados  
            según el plan de aquel que hace todas las cosas  
            conforme al designio de su voluntad,  

12         a fin de que nosotros, que ya hemos puesto nuestra esperanza en Cristo,
                                                     seamos para alabanza de su gloria.   

13 En él también ustedes,
            cuando oyeron el mensaje de la verdad,  
            el evangelio que les trajo la salvación, y lo creyeron,  
            fueron marcados con el sello que es el Espíritu Santo prometido.  

14Éste garantiza nuestra herencia  
            hasta que llegue la redención final del pueblo adquirido por Dios,  
                                                    para alabanza de su gloria. 

Podemos resaltar algunos de los componentes de este hermoso y denso canto. En la primera estrofa (3-6), la manera en que el apóstol irrumpe en una profunda adoración al Padre, es motivada por lo que Dios es para su pueblo (Alabado, Bendito, Digno de ser alabado, bendecido y adorado), así como por sus acciones sorprendentes e incomprensibles a favor nuestro ( nos bendijo, nos eligió...predestinó...adoptó): El habernos predestinado desde la eternidad para ser elegidos y así adoptados como hijos suyos. Todo esto en virtud de que, por su gracia, hemos sido unidos con el Amado Hijo de Dios, nuestro Señor Jesús el Mesías.  

  1. Es un canto de adoración dirigido al Dios trino: Padre, Hijo Amado y Espíritu Santo.  Es una alabanza que se desborda en su intento de expresar gratitud, alabanza y un amplio elogio a Dios.   
  2. El canto celebra y responde a la acción de Dios en la historia: desde la eternidad y hasta la eternidad para hacer posible nuestra redención: El Padre la planeó desde antes de la creación del mundo (4); el Hijo efectuó nuestra redención cuando nos compró y rescató de la esclavitud con su sangre (7); el Espíritu Santo nos selló como propiedad de Dios cuando creímos en el evangelio (13) y desde entonces garantiza nuestra total liberación hasta el final. 
  3. El canto se enfoca en elogiar y celebrar a Dios. No es un canto narcisista, centrado en nosotros y nosotras. Se concentra en todo lo que Dios ha hecho a favor nuestro. Es una celebración de la gracia de Dios. 
  4. Además, en el estribillo al final de cada una de las tres estrofas, se señala que el fin principal de lo que el Dios trino ha hecho es “para alabanza de su gloria.” (6, 12, 14). Este es un fin saludable que, al señalar que el eje y centro de la vida es Dios, nos libera de la esclavitud e idolatría centradas en nosotras y nosotros mismos.   
  5. El himno resalta hechos contundentes y extraordinarios para nuestra identidad. Dios el Padre nos ha adoptado como hijas e hijos suyos. Somos miembros privilegiados de su familia (1:5; 2:20). Pertenecemos a la familia más importante del mundo, no por nuestra iniciativa sino por la de Dios nuestro Padre. 
  6. Además, nuestro valor como personas se deriva del hecho de que Jesús pagó el costo de nuestra redención con su sangre. La palabra “redención” en el idioma original significa comprar en el mercado o plaza. Se refiere a la transacción comercial que la gente realizaba en la plaza pública donde se vendían esclavos. Nosotros eramos esclavos y Dios nos adoptó para formar parte de su familia pagando el precio de nuestro rescate con la sangre de su hijo amado. Por eso Pedro dice: 

 Y bien saben ustedes que, para liberarlos, Dios no pagó con oro y plata, que son cosas que no duran; 19 al contrario, pagó con la sangre preciosa de Cristo. Cuando Cristo murió en la cruz, fue ofrecido como sacrificio, como un cordero sin ningún defecto. 20 Esto es algo que Dios había decidido hacer desde antes de crear el mundo, y Cristo apareció en estos últimos tiempos para bien de ustedes. (TLA 1 Pedro 1:18-20). 

Poco más adelante, el apóstol nos recuerda que nuestra redención ha sido fruto del enorme e incomprensible amor que Dios ha tenido por nosotros. La gracia de Dios, y solo su gracia, ha hecho posible lo que somos ahora (2:1-10).  

Todo esto nos ayuda a re-pensar y re-valorar nuestra identidad. Si bien el imperio en turno por medio de su incesante e insidiosa propaganda va formando en nosotros una identidad distorsionada, las buenas nuevas de Jesús nos recuerdan que somos mucho más que consumidores y que nuestro valor como personas no lo determina el dólar, nuestra asimilación a  la cultura dominante o el número de likes (me gusta) que recibimos en los medios sociales.  

Las buenas nuevas que nos anuncian los anuncios espectaculares en las calles, los comerciales de la radio, la música, los programas de tv, el cine, el internet, el Facebook, Twitter, Instagram, etc., constantemente nos traen a la mente los valores básicos del mundo actual. Manifiestan las diversas cosmovisiones de nuestras sociedades con respecto a lo que es valioso en la vida, lo que debemos aspirar a ser y tener, los modelos ideales de lo que significa ser mujer u hombre, cómo deben ser las relaciones interpersonales, etc. Son, sin llamarse así, mensajes profundamente religiosos que intentan incidir en nuestra vida y orientarla hacia valores últimos y fundamentales. Por ello se constituyen en ídolos modernos.  

Además, tal como lo hacen las ideologías políticas, estos "evangelios" nos mienten la realidad y nos quieren hacer creer ilusiones y mentiras como si fueran la verdad. Y más serio aún, estas perspectivas van moldeando la conciencia e identidad de las personas. Así era con el culto al emperador en ciudades como Efeso, Laodicea, Hierápolis, Colosas, Pérgamo y Esmirna.   

Es lo que hace la globalización en nuestras sociedades hispanoparlantes y en el resto del mundo donde el imperio de turno también incide en los marcos más íntimos de nuestra conciencia y va (de)formando nuestra identidad, valores y metas últimas para la vida. Se regula la vida social desde su interior, siguiéndola, interpretándola, absorbiéndola y rearticulándola. El poder del imperio logra un control efectivo sobre la vida entera de la población al convertirse en una función integral y vital que cada individuo abraza y reactiva por sí mismo. 

Eso ya es evidente en nuestras sociedades contemporáneas. De manera voluntaria, las personas han adoptado ese sistema como propio.  

El himno nos lleva a otra dirección. Nos recuerda quiénes somos, cuánto valemos y cuál es el fín de nuestra vida.   

El himno de Efesios 1:3-14 revela una realidad extraordinaria sobre todo para la mayoría de las personas que vivían al margen de la vida y aparentemente de la historia. Ellos y ellas, mujeres y hombres comunes y corrientes, esclavos y esclavas, gente de la clase trabajadora o de la nobleza, gentiles y judíos, ciudadanas y ciudadanos del imperio, ahora aprenden que Dios los ha escogido para estar en el centro de sus propósitos redentores para su creación. Dios les ama de manera tan abundante y sorprendente que les ha adoptado para ser parte de su familia, de su círculo íntimo, de su hogar, de su nueva humanidad. Además, el Padre, al unirnos a su hijo, nos ha llamado a ser parte integral de su proyecto de bien para su creación. 

Debieramos detenernos por un momento y reflexionar sobre los cantos hoy en día. Si comparamos nuestros cantos con el canto que hemos analizado, nos damos cuenta del rico contenido teológico del himno paulino. La manera en que repasa la historia de la salvación desde la eternidad hasta la eternidad, deteniéndose en nuestro presente y nuestra experiencias de vida.  

Que este modelo de himno nos mueva a crear y usar himnos de rico contenido que nos inspiren a la adoración de Dios y que sean herramientas que transformen nuestra identidad conforme a lo que Dios ha hecho a favor nuestro. 

Después de cantar una y otra y otra vez este himno de Efesios 1, María, la mujer inmigrante y trabajadora, empieza a pensar de sí misma como hija adoptada por Dios a su círculo intimo y familiar. Sabe que lo que vale como persona se deriva del precio que Jesús pagó en la cruz; reconoce que la constante presencia del Espíritu Santo en su vida es un sello que garantiza que ella le pertenece a Dios. Cada vez que ora y le dice a Dios Padre, Abba, Papito, toma conciencia que lo puede hacer gracias a que el Espíritu Santo está en ella y le da la fe y confianza para dirigirse a Dios de esa manera íntima. Y así María, lucha con porfía cotidianamente, en medio de una sociedad que la menosprecia y explota, pero animada con la fe y esperanza que le da su fe en Jesús, el carpintero de Nazaret que sufrió situaciones similares a las de ella. Por ello, María canta alegre otro himno que aprendió en su iglesia:  

Tenemos esperanza  

(Federico J. Pagura) 

Porque El entró en el mundo y en la historia; 
porque El quebró el silencio y la agonía; 
porque llenó la tierra de su gloria; 
porque fue luz en nuestra noche fría. 
 
Porque nació en un pesebre oscuro; 
porque vivió sembrando amor y vida; 
porque partió los corazones duros 
y levantó las almas abatidas. 
 
Estribillo: 

Por eso es que hoy tenemos esperanza; 
por eso es que hoy luchamos con porfía; 
por eso es que hoy miramos con confianza 
el porvenir en esta tierra mía. 
 
Porque atacó a ambiciosos mercaderes 
y denunció maldad e hipocresía; 
porque exaltó a los niños, las mujeres 
y rechazó a los que de orgullo ardían; 
 
Porque El cargó la cruz de nuestras penas 
y saboreó la hiel de nuestros males; 
porque aceptó sufrir nuestra condena, 
y así morir por todos los mortales. 
 
Estribillo:

Por eso es que hoy tenemos esperanza; 
por eso es que hoy luchamos con porfía; 
por eso es que hoy miramos con confianza 
el porvenir en esta tierra mía. 
 
Porque una aurora vio su gran victoria 
sobre la muerte, el miedo, las mentiras; 
ya nada puede detener su historia, 
ni de su Reino eterno la venida 
 
Estribillo:

Por eso es que hoy tenemos esperanza; 
por eso es que hoy luchamos con porfía; 
por eso es que hoy miramos con confianza, 
el porvenir en esta tierra mía.