Artwork: "PSALM 85" by John August Swanson

Artwork: "PSALM 85" by John August Swanson

Published on
November 12, 2025

El salmista reflexiona sobre el eterno refugio que Dios es para quienes lo siguen y la inexorable realidad de la muerte, consecuencia de nuestra maldad.

Entre ambas realidades brotan la misericordia y el favor de Dios y, con ellos, nuestra esperanza de mejores días, a pesar de cómo somos nosotros y nosotras.

El salmo busca la sabiduría para vivir con entrega e intensidad, para tener la oportunidad de llenar la vida de sentido al servir a Dios en los demás. Y esto con la plena confianza de que Dios ha de prosperar nuestras labores y responder a nuestro ruego.

“Enséñanos a contar bien nuestros días, para que nuestro corazón adquiera sabiduría” (Salmo 90:12) 

Pregunta introductoria: ¿Qué pasaría si supiera hoy que va a morir mañana?

¿Cómo cambiaría eso sus valores, perspectivas, tareas cotidianas, forma de ver el servicio al Señor y a otros?

¿Qué haría diferente? ¿Qué dejaría de hacer? ¿Qué pendientes atendería?

¿Con quién quisiera estar? ¿A quién querría hablarle?

¿Con quién se reconciliaría, y a quién le pediría perdón?

¿A quién le daría consejos, y a quién le expresaría sus últimas palabras?

¿Cómo viviría sus últimas 24 horas?

Estas preguntas y este ejercicio son relevantes por su realidad y actualidad. Los líderes de la iglesia y la sociedad necesitan plantearse estas preguntas a fin de afinar su mirada y comprensión en una de las realidades más importantes para la vida y, por supuesto, para el servicio que damos a otros.

Necesitamos sabiduría para nuestro aprendizaje en la vida y para poder guiar a otros.

Es cierto que ninguna ni ninguno de nosotros puede controlar el tiempo de vida. Como Jesús nos lo recuerda: “¿Quién de ustedes, por mucho que se preocupe,                                                                            puede añadir una sola hora al curso de su vida?” (Mt 6:27).

Y, sin embargo, vivimos diariamente como si fuéramos a vivir para siempre. Sin embargo, la posibilidad de que la muerte nos visite tiene una certeza contundente y desestabilizadora. En tiempos como la pandemia mortal del COVID-19, que nos ha arrebatado a muchas personas queridas, esa realidad estaba más cercana. Lo cierto es que, con o sin pandemia, la muerte es una realidad que puede tocar a nuestras puertas en cualquier momento.

¿Qué podemos hacer? ¿Cómo podemos aprender a enfrentar esa realidad con la sabiduría que viene del Señor?

El Salmo 90, y otros pasajes que vamos a considerar, nos brindan una lección valiosísima que toda persona y en especial un o una líder debe haber asimilado: sabiduría ante la inevitabilidad de la muerte.

Moisés, Jesús y Pablo vienen en nuestra ayuda, y espero que, como líderes, pongamos atención a su palabra, que es Palabra de Dios.

Consideraremos una oración/meditación y una exhortación.

La oración y súplica surge de una profunda meditación en el Salmo 90:

“Enséñanos a contar bien nuestros días, para que nuestro corazón adquiera sabiduría” (Salmo 90:12).

La exhortación, con carácter de urgencia ante los desafíos y tentaciones sociales y culturales, se encuentra en Efesios 5:

Así que tengan cuidado de su manera de vivir. No vivan como necios sino como sabios, aprovechando al máximo cada momento oportuno, porque los días son malos. Por tanto, no sean insensatos, sino entiendan cuál es la voluntad del Señor (Efesios 5:15-17).

En ambas, encontramos un tema común: la sabiduríaEn los dos pasajes percibimos una nota de urgencia y un profundo deseo para cambiar nuestra postura ante la vida y la muerte, ante el tiempo que nos es dado cada día. Ambas son actitudes fundamentales para la vida de toda persona, y sin duda, para quienes lideran en la iglesia y la sociedad. Ambas deben ir siempre juntas: oración y obediencia.

¿Qué aprendizaje para la vida necesitamos obtener con diligencia?

No exagero al decirles que esta es una lección fundamental para la vida y me temo que nada o poco aprendemos en nuestras aulas o iglesias acerca de ella, a menos que la realidad nos enfrente a su cruel pedagogía.

Aquí nos encontramos con una lectura teológica de la realidad cotidiana, de la vida.

Consideremos con atención cómo se desarrolla esta meditación:

  1. Meditación sobre la eternidad de Dios que sobrepasa las generaciones y la misma edad de la creación (vv. 1-2):
Salmo 90

Oración de Moisés, hombre de Dios

Señor, tú has sido nuestro refugio
generación tras generación.
Desde antes que nacieran los montes
y que crearas la tierra y el mundo,
desde los tiempos antiguos
y hasta los tiempos postreros,
tú eres Dios.

  1. Consideración espantada de la brevedad y caducidad de la vida humana y la certeza de la muerte, a causa de nuestra caída en el pecado (vv. 3-6):

Tú haces que los hombres vuelvan al polvo,
cuando dices: «¡Vuélvanse al polvo, mortales!»
Mil años, para ti, son como el día de ayer, que ya pasó;
son como unas cuantas horas de la noche.
Arrasas a los mortales. Son como un sueño.
Nacen por la mañana, como la hierba
que al amanecer brota lozana
y por la noche ya está marchita y seca.

  1. La experiencia cotidiana de la gravedad de la ira o cólera divina que deja nuestra breve vida vacía y llena de fatiga inútil, “pesadas cargas y calamidades” (vv. 7-10). Nos recuerda al Eclesiastés, “Vanidad de vanidades, todo es vanidad”.

Tu ira en verdad nos consume,
tu indignación nos aterra.
Ante ti has puesto nuestras iniquidades;
a la luz de tu presencia, nuestros pecados secretos.
Por causa de tu ira se nos va la vida entera;
se esfuman nuestros años como un suspiro.
Algunos llegamos hasta los setenta años,
quizás alcancemos hasta los ochenta,
si las fuerzas nos acompañan.
Tantos años de vida, sin embargo,
sólo traen pesadas cargas y calamidades:
pronto pasan, y con ellos pasamos nosotros.

  1. Toma de conciencia a partir de la observación de las personas que le rodean. Pregunta retórica que pone al descubierto nuestra vulnerabilidad, estupidez y locura: “¿Quién puede comprender el furor de tu enojo? ¡Tu ira es tan grande como el temor que se te debe!” (v. 11).

    ¿Quién conoce la vehemencia de tu ira, quién ha sentido el peso de tu cólera?” (NBE).

    “La fuerza de tu furia nadie ha llegado a conocerla” (TLA).

     

  2. De lo anterior surge una súplica esperanzada, que es el corazón de este salmo: “Enséñanos a contar bien nuestros días, para que nuestro corazón adquiera sabiduría” (v. 12).

    Enséñanos a pensar cómo vivir, para que nuestra mente se llene de sabiduría” (TLA).

    Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato” (NBE).

    “Instrúyenos a contar nuestros días correctamente, para que obtengamos un corazón de sabiduría” (Alter).

     

  3. Lamentación y súplica: confiados en la misericordia del Señor, se suplica y espera que Dios compense los malos días con tiempos en los que la vida florezca con alegría (vv. 13-15):

¿Cuándo, Señor, te volverás hacia nosotros?
¡Compadécete ya de tus siervos!
Sácianos de tu amor por la mañana,
y toda nuestra vida cantaremos de alegría.
Días y años nos has afligido, nos has hecho sufrir;¡
devuélvenos ahora ese tiempo en alegría!

Como lo dijo desde el principio, el salmo se inspira en la meditación de un Dios que ha sido refugio de quienes le temen “generación tras generación”. Aquí uno podría pensar en toda la historia de la salvación y en las incontables ocasiones en que Dios fue fiel, misericordioso y generoso con quienes lo seguían, muy a pesar de ellos.

 

  1. Más ruegos: que podamos discernir lo que hace Dios en el mundo y en nuestra vida, junto con las generaciones venideras (v. 16):

¡Sean manifiestas tus obras a tus siervos,
y tu esplendor a sus descendientes!

 

  1. De la muerte brota la vida esperanzada: que el favor de Dios llene de sentido la vida y que prospere nuestras labores (v.17):

Que el favor del Señor nuestro Dios
esté sobre nosotros.
Confirma en nosotros la obra de nuestras manos;
sí, confirma la obra de nuestras manos.

Volviendo a nuestro texto central: ¿qué significa “contar” nuestros días? Si la vida es breve y muchas veces llena de problemas y dolor, ¡cuánto debemos aprender a apreciar cada día que recibimos de la mano de Dios!

Cada día está marcado por dos realidades inevitables: el eterno refugio que Dios es para quienes lo siguen y la inexorable realidad de la muerte, consecuencia de nuestra maldad.

Entre ambas realidades brotan la misericordia y el favor de Dios, y con ellos, nuestra esperanza de mejores días, a pesar de cómo somos nosotros y nosotras.

Allí está la sabiduría: discernir esas realidades en la vida cotidiana, cada día, y vivir con entrega e intensidad la oportunidad de vivir sirviendo a Dios en los demás. Con plena confianza de que Dios ha de prosperar nuestras labores.

En medio de esas circunstancias, debemos aprender a llenar la vida de sentido.

Cada día es un regalo y no hay garantía alguna de que tendremos muchos más.

Vivamos cada día con intensidad, gratitud y sirviendo a los demás con todo lo que hemos recibido de Dios. Nuestros talentos, habilidades, profesión, recursos y vida deben vivirse en servicio a los demás, tal como lo modeló nuestro Señor Jesús.

También, el “contar” tiene que ver con aquilatar y valorar la experiencia concedida. De nuevo, es un llamado a la meditación y la reflexión. ¿Qué lecciones nos da cotidianamente el Señor, como maestro que camina a nuestro lado?

¿Qué hemos aprendido de las experiencias dolorosas y de las venturosas?

¿Qué han dejado en nuestra vida las personas que, en distintos momentos nos han acompañado?

Entre el pasado de una vida vacía, espinas y cardos, y una nueva mañana saciada de la misericordia de Dios, es decir, un futuro esperanzado en la bondad de Dios, yace nuestro presente.

Entre el pasado de una vida vacía, espinas y cardos, y una nueva mañana saciada de la misericordia de Dios, es decir, un futuro esperanzado en la bondad de Dios, yace nuestro presente.

La vida ahora se nutre de ambas realidades y las mira en la cara, para transformar el presente y adquirir sabiduría, una sabiduría que es hija del temor de Dios.

Como líderes de la iglesia y la sociedad aquí encontramos una lección fundamental: mirar a la muerte de frente, nos motiva a “contar bien nuestros días”, “a contar de tal manera nuestros días que traigamos al corazón sabiduría”.

Es decir, que cada día que Dios nos permite en la tierra lo enfrentemos con la actitud de quien quiere que cada día cuente, que deje su huella, que construya y trabaje para hacer posible el mundo que Dios desea para todas y todos, un mundo donde, como dice Pedro “more la justicia.”

Esto no nos cae del cielo. Debemos construirlo y hacerlo cada día.

Eso nos lleva a nuestro segundo pasaje, la exhortación de Pablo:   

Así que tengan cuidado de su manera de vivir. No vivan como necios sino como sabios, aprovechando al máximo cada momento oportuno, porque los días son malos. Por tanto, no sean insensatos, sino entiendan cuál es la voluntad del Señor (Efesios 5:15-17).

Como ven, este es un texto que, como el Salmo 90, apela a la necesaria e indispensable sabiduría para el diario vivir de quienes hemos sido llamados y llamadas a servir al humilde carpintero de Nazaret.

Así lo expresa Pablo en la carta a los Efesios 5:15-17:

“Así que tengan cuidado de su manera de vivir” (v. 15).

Este es un llamado a una observación escrupulosa, cuidadosa e intencionada de nuestra manera de vivir, de nuestra conducta. El texto señala que ha de ser una actitud permanente, continua. Y esa acción se ha de realizar cuidadosamente. Esta es una disciplina que se debe estructurar en la vida personal y comunitaria en la iglesia. El cristiano y la cristiana han de vigilar su conducta; los cristianos en su vida en comunidad deben hacerlo parte de su mutua ayuda.

No vivan como necios sino como sabios” (v. 15). 

Este es el primer criterio de vigilancia de nuestra forma de vivir: evitar la tontería y la  estupidez del no sabio y comportarse como sabioRecordemos que el sabio es quien teme a Dios y norma su vida por su Palabra. La sabiduría en el sentido bíblico no tiene que ver solo con la acumulación de conocimientos o la capacidad de raciocinio. Es la sabiduría para conducir nuestra vida según el propósito de Dios de establecer su reino de paz y justicia en este mundo, tal como lo inició y ejemplificó el Mesías Jesús.

Ser sabio es hacer que nuestra vida sea del agrado de Dios; que nuestras decisiones éticas lo honren, lo complazcan y hagan bien a los demás (Ef 5:10).

A continuación, encontramos otra idea adverbial que indica la manera en que debemos comportarnos con sabiduría:

“aprovechando al máximo cada momento oportuno” (v. 16). 

Aprovechando es un término comercial que describe las actividades de compra y venta en el ágora, el mercado, la plaza pública. La idea de “al máximo” señala que se ha de obtener la máxima ganancia en la transacción. Como el hábil comerciante, el cristiano le ha de sacar el máximo provecho al tiempo.

“cada momento oportuno” es una muy buena traducción del griego y se refiere al tiempo no en su sentido cronológico (kronos), sino más bien a la oportunidad (Kairos) que se nos presenta para actuar y que no se repite.

Los kairos son momentos únicos y cargados de sentido que no se nos deben escapar. La persona sabia los detecta y les saca el máximo provecho. Dios propicia esas oportunidades, las pone delante nuestro y, con sabiduría, debemos reconocerlas y aprovecharlas plenamente.

porque los días son malos” (v. 16).

Es una razón poderosa que le imprime urgencia a este llamado a la sensatez, al discernimiento de las escasas oportunidades que se nos presentan. Los “días malos” se refiere a la totalidad del tiempo en que vivimos, valorado desde una perspectiva moral. Esos días malos o días bajo los poderes del mal se refieren al ambiente de maldad que permea a la sociedad entera: un ambiente en el que diablo, carne y mundo representan una realidad integrada de maldad que opera en el mundo y batalla contra los cristianos. 

La persona sabia es la que le saca todo el jugo posible a las oportunidades que se le presentan para construir la paz, sobre todo, a causa de la presencia destructiva y violenta de los poderes de este mundo, porque los días son malosEs como si el tiempo que está constantemente bajo la influencia y control del mal lo redimiéramos para extender la paz y la justicia del reino de Dios. Como lo dice la TLA: “Aprovechen cada oportunidad que tengan de hacer el bien, porque estamos viviendo tiempos muy malos”.

“Por tanto, no sean insensatos, sino entiendan cuál es la voluntad del Señor” (v.17):

Aquí se reitera lo dicho en Efesios 5:10: “y comprueben lo que agrada al Señor”. Ambos textos establecen que la vida sabia es aquella que se ciñe a la voluntad de Dios, expresada en su Palabra y también mostrada en las circunstancias oportunas de la vida, en cada kairos. Una vida agradable a Dios es aquella que busca, discierne y entiende lo que Dios quiere de nosotros. Y lo que Dios quiere para nosotros es su shalom. El discernimiento es una tarea comunitaria de lo que Dios ya ha revelado en su Palabra.

“Por tanto, no sean insensatos”es otra manera de llamarnos al uso de nuestra mente. La palabra señala a una persona falta de razón y de sentido común; alguien que no piensa al actuar, sobre todo en asuntos prácticos. En este contexto, el insensatoestá en clara oposición a la persona que entiende y comprende lo que Dios desea. El texto da por sentado que, aun como cristianos, es fácil actuar tontamente. Y tiene mucha razón.

“sino entiendan” implica un esfuerzo para discernir y una búsqueda diligente de entendimiento. Y “la voluntad del Señor” es conocer el propósito de Dios para su creación (Ef 1:10), reconocer aquello que para Dios es prioritario (“El reino de Dios y su justicia” Mt 6:33) y, por ende, aquello que constituye la vocación fundamental de su Iglesia: practicar la justicia y la verdad para hacer la paz; buscar la reconciliación y mantener a toda costa la unidad (Ef 1:10; 2:11-22; 4:3).  Esa es la sabiduría que necesitamos para el diario vivir.

Himno 41 de Santo, Santo, Santo. Cantos para el pueblo de Dios.