Salmo 72
De Salomón
Oh Dios, otorga tu justicia al rey,
tu rectitud al príncipe heredero.
Así juzgará con rectitud a tu pueblo
y hará justicia a tus pobres.
Brindarán los montes bienestar al pueblo,
y fruto de justicia las colinas.
El rey hará justicia a los pobres del pueblo
y salvará a los necesitados;
¡él aplastará a los opresores!
Que viva el rey por mil generaciones,
lo mismo que el sol y que la luna.
Que sea como la lluvia sobre un campo sembrado,
como las lluvias que empapan la tierra.
Que en sus días florezca la justicia,
y que haya gran prosperidad,
hasta que la luna deje de existir.
Que le paguen tributo los reyes de Tarsis
y de las costas remotas;
que los reyes de Sabá y de Seba le traigan presentes.
Que ante él se inclinen todos los reyes;
¡que le sirvan todas las naciones!
Él librará al indigente que pide auxilio,
y al pobre que no tiene quien lo ayude.
Se compadecerá del desvalido y del necesitado,
y a los menesterosos les salvará la vida.
Los librará de la opresión y la violencia,
porque considera valiosa su vida (Salmo 72:1-14).
Visita de los sabios
Después de que Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, llegaron a Jerusalén unos sabios procedentes del Oriente.
—¿Dónde está el que ha nacido rey de los judíos?—preguntaron—. Vimos levantarse su estrella y hemos venido a adorarlo.
Cuando lo oyó el rey Herodes, se turbó, y toda Jerusalén con él. Así que convocó de entre el pueblo a todos los jefes de los sacerdotes y maestros de la ley, y les preguntó dónde había de nacer el Cristo.
—En Belén de Judea—le respondieron—, porque esto es lo que ha escrito el profeta: “Pero tú, Belén, en la tierra de Judá, de ninguna manera eres la menor entre los principales de Judá; porque de ti saldrá un príncipe que será el pastor de mi pueblo Israel”. Luego Herodes llamó en secreto a los sabios y se enteró por ellos del tiempo exacto en que había aparecido la estrella. Los envió a Belén y les dijo: —Vayan e infórmense bien de ese niño y, tan pronto como lo encuentren, avísenme para que yo también vaya y lo adore.
Después de oír al rey, siguieron su camino, y sucedió que la estrella que habían visto levantarse iba delante de ellos hasta que se detuvo sobre el lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de alegría.
Cuando llegaron a la casa, vieron al niño con María, su madre; y postrándose lo adoraron. Abrieron sus cofres y le presentaron como regalos oro, incienso y mirra. Entonces, advertidos en sueños de que no volvieran a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino (Mateo 2:1-12).
La Epifanía es la celebración del nacimiento de Jesús el Mesías. La Iglesia ortodoxa de Oriente celebra el 6 de enero la Navidad, día de la aparición o manifestación (epifanía) de Jesús, el hijo de Dios.
El Salmo 72 se ha asignado en el calendario litúrgico para esta fecha y sin duda es sumamente apropiado para el texto de Mateo 2:1-12. Veamos brevemente la manera en que ilumina el Salmo 72 la manifestación del Mesías Jesús, su carácter y su obra.
1 Oh Dios, otorga tu justicia al rey,
tu rectitud al príncipe heredero.
2 Así juzgará con rectitud a tu pueblo
y hará justicia a tus pobres.
3 Brindarán los montes bienestar al pueblo,
y fruto de justicia las colinas.
4 El rey hará justicia a los pobres del pueblo
y salvará a los necesitados;
¡él aplastará a los opresores!
Cualidad central de los reyes en Israel era administrar justicia al pueblo. Esa era su tarea central. En sociedades en las que la maldad, opresión y abuso eran el pan de cada día, el rey tenía la función de resolver conflictos e injusticias. Es proverbial el caso de Salomón juzgando entre dos mujeres que se disputaban al niño recién nacido.
El Salmo 72 ruega a Dios que la justicia sea marca indeleble de la tarea del rey venidero. Seis veces, en los cuatro versículos iniciales se repite el término justicia. Si la justicia caracteriza al príncipe heredero, entonces: “juzgará con rectitud a tu pueblo y hará justicia a tus pobres”.
Los pobres son siempre las víctimas de los poderosos. Ignorados y marginados por quienes ostentan el poder, se encuentran desprotegidos y sufren todo tipo de abusos. El rey los protegerá y vindicará. Es sumamente interesante que esta sea una preocupación central del salmista en su ruego a Dios. No siempre lo es en la comunidad cristiana.
“ Brindarán los montes bienestar al pueblo, y fruto de justicia las colinas” (v.3).
La creación misma traerá bienestar y justicia al pueblo. La tarea del rey de establecer justicia para los pobres se verá acompañada del concierto de los montes y colinas.
“El rey hará justicia a los pobres del pueblo y salvará a los necesitados;
¡Él aplastará a los opresores!” (v.4).
Nuevamente, se repite la nota de hacer justicia a los pobres y necesitados. El rey se ocupará de los que viven en los márgenes de la vida y de la sociedad, que fue exactamente lo que hizo Jesús. Vivió en los márgenes de su sociedad y allí puso su vida y obra a favor de las y los marginados. El texto con el que cierra la porción selecta lo dice claramente:“porque considera valiosa su vida”( v.14).
Jesús valoraba la vida de las personas despreciadas porque sabía su valor como imagen de Dios y conocía el amor de Dios por ellas. Leprosos, publicanos, pecadores y pecadoras, ciegos, cojos, endemoniados eran objeto del amor preferencial de Dios y por ello de Jesús. Así debiera ser con nosotras y nosotros.
Cierra esta parte del salmo con una nota muy fuerte. El rey de justicia “¡él aplastará a los opresores!” (v.4).
La misericordia de Dios viene acompañada del castigo contra los opresores que tanto han dañado a los indigentes y necesitados.
5 Que viva el rey por mil generaciones,
lo mismo que el sol y que la luna.
6 Que sea como la lluvia sobre un campo sembrado,
como las lluvias que empapan la tierra.
7 Que en sus días florezca la justicia,
y que haya gran prosperidad,
hasta que la luna deje de existir.
El anhelo del salmista se extiende y produce un horizonte sin límites. Desea que dicho rey de justicia viva y reine eternamente. Un buen gobernante siempre es amado por su pueblo y este rey ojalá dure para siempre. Que su reinado perdure como el sol y la luna, por mil generaciones, es decir, por siempre. Esta no es una experiencia común en nuestros pueblos latinoamericanos y caribeños pero se dan algunos casos.
La metáfora agrícola manifiesta su influencia benéfica: es como la lluvia que fecunda la tierra, y su fruto será la justicia y la prosperidad compartida por todas y todos.
Así se vislumbra la llegada del rey justo y misericordioso. Esto es como un eco del Magnificat de María, que contemplaba un cambio de orden mundial. Los pobres se sacian y los ricos se marchan hambrientos.
10 Que le paguen tributo los reyes de Tarsis
y de las costas remotas;
que los reyes de Sabá y de Seba
le traigan presentes.
11 Que ante él se inclinen todos los reyes;
¡Que le sirvan todas las naciones!
Es tal la fama e importancia de este rey de justicia que reyes de otras latitudes acudirán voluntariamente a rendirle tributo, a darle presentes, a inclinarse delante de él.
Es el caso de la visita de los sabios o magos en Mateo 2:1-12. Eran altos dignatarios de la corte de sus países de Oriente que, guiados por la estrella, se dieron cuenta de la importancia única del rey Jesús y le ofrecieron presentes de gran valor, dignos de un rey: oro, incienso y mirra.
Este rey tendrá tal relevancia en el escenario mundial que los magos no dudaron en ir a adorarle y rendirle lo mejor que tenían.
12 Él librará al indigente que pide auxilio,
y al pobre que no tiene quien lo ayude.
13 Se compadecerá del desvalido y del necesitado,
y a los menesterosos les salvará la vida.
14 Los librará de la opresión y la violencia,
porque considera valiosa su vida.
Nuevamente, sin espiritualizar la tarea del rey, el salmo reincide en señalar la tarea central del rey venidero: se ocupará de los indigentes, pobres, desvalidos, necesitados y menesterosos. Todos estos términos apuntan a un gran sector de la población que viven desamparados, hambrientos de justicia y que no reciben auxilio de nadie. Ellos abundan en nuestros países y sociedades aún en países prósperos del norte.
No es difícil corroborar que esto es lo que Jesús hizo en su ministerio. Buscó y salvó a las ovejas extraviadas, comió con cobradores de impuestos y pecadores. Liberó a endemoniados y limpió a los leprosos que la sociedad religiosa de sus días despreciaba. Salvó sus vidas de estructuras de opresión y violencia (incluyendo las religiosas) porque consideraba valiosa su vida.
Debemos preguntarnos si la vida de las personas que sufren violencia y opresión en nuestra sociedad es valiosapara nosotros y nosotras como lo fue para Jesús, el rey de justicia. Ante la realidad de la inmigración de miles de personas que buscan una vida digna y ante la extrema violencia que sufren de nuestros gobiernos, resulta urgente que como pueblo de Dios, hombres y mujeres, actuemos congruentemente con nuestro Señor y luchemos por construir iglesias donde la justicia sea como una lluvia generosa que cae sobre tierra seca y árida.
Recomendamos el canto número 243, “Están en tu mano” del Himnario Santo, Santo, Santo. Cantos para el pueblo de Dios.