Al que puede hacer muchísimo más que todo lo que podamos imaginarnos o pedir,
por el poder que obra eficazmente en nosotros,
¡a él sea la gloria en la iglesia y en Cristo Jesús
por todas las generaciones, por los siglos de los siglos! Amén
La tentación y a menudo realidad de vivir para otras deidades en este mundo nos ayuda a entender la importancia y significación de la doxología. Para los Efesios que vivían en una cultura obsesionada con diversas formas de poder, no era fácil centrar la vida en el único Dios.
La propaganda político-religiosa les ponía en el centro de su vida al César, Padre de la patria, señor benévolo y proveedor de todo tipo de bienes. Al mismo tiempo, ya por algunos siglos, Artemisa y Diana, como señora dadora de la vida, permeaba todos los aspectos del diario vivir de la gente. Personas que por siglos habían vivido bajo esa influencia, no podían de la noche a la mañana hacerla a un lado. Eran realidades que le daban sentido y valor a la vida.
La fe cristiana, el evangelio, viene a socavar dichas creencias y colocar en el centro de la vida las acciones de Dios a favor de su pueblo. La doxología es la esencia de esa fe. Reubica la vida alrededor del Dios trino.
La doxología centra el culto en Dios: dirige nuestra atención al único digno de ser adorado
El culto de adoración que hemos visto desarrollarse explícitamente en los primeros tres capítulos de la carta a los Efesios, se completa con esta breve sección que es una doxología. Una vez expresada su oración de intercesión a favor de los efesios, el autor concluye con una doxología en la que expresa su profunda confianza en el poder y generosidad de Dios y a la vez le da toda la gloria al que solo es digno de recibirla: el Dios trino.
La doxología es una fórmula de alabanza a Dios y, en el caso de Efesios, al Dios trino.
Si hemos leído con atención los primeros tres capítulos de Efesios, no nos sorprende que esta sección termine así, con una doxología. Es la celebración gozosa y profundamente sentida de gratitud por lo que Dios ha hecho por nosotros gratuitamente. Aunque, como veremos a continuación, la nota de alabanza permea todo el culto.
A partir del himno inicial (1:3-14), las primeras palabras del canto son una doxología:
Alabado sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo…
El espíritu y tono que permea este extraordinario culto de adoración, en los capítulos 1-3, es de constante y reiterada alabanza a Dios por sus acciones en la historia que han transformado la vida.
Luego de la doxología con que inicia el primer canto, encontramos que el estribillo que se repite tres veces, al final de cada estrofa (6, 12b y 14), es una expresión doxológica, de alabanza y adoración al Dios trino por sus actos redentores a nuestro favor:
El Padre, que planeó antes de la fundación del mundo y puso en marcha nuestra redención, lo hizo para alabanza de su gracia…
El Hijo amado de Dios, que derramó su sangre por nuestra redención y nos reconcilió unos con otros y a todos con Dios para alabanza de la gloria de su gracia…
El Espíritu Santo que hace posible la nueva vida en nosotros, nos sella como propiedad de Dios y garantiza nuestra herencia hasta el fin, lo hace todo para alabanza de su gloria.
Es muy importante notar que las acciones de Dios desde la eternidad y hasta la eternidad, pasando por la historia de la humanidad y nuestra historia individual, tienen un mismo fin: su propia gloria. No podía ser de otra manera.
Todas las grandes obras de Dios, la creación, su providencia, sus obras salvadoras en la historia de su pueblo, su redención por medio de Jesús el mesías, sus cuidados cotidianos en nuestro vivir siempre son una revelación de su grandeza, poder, gracia y ternura hacia nosotros. Ponen de manifiesto lo que Dios es y hace para nuestro beneficio.
En consecuencia, como respuesta natural e inevitable, quienes recibimos sus beneficios o podemos menos que caer postrados ante su presencia y darle la gloria que solo Dios merece. Lo que Dios hace por su pueblo, regresa a Dios con múltiples expresiones de gratitud y alabanza. Le damos a Dios la gloria.
Cuando Pablo celebra la gratuidad de la gracia de Dios manifestada en su Hijo Jesús (2:1-10), dice de manera contundente que Dios lo ha hecho
para mostrar en los tiempos venideros la incomparable riqueza de su gracia (2:7).
Nuevamente, Dios ha actuado en la historia a nuestro favor con el propósito de manifestar a todas las generaciones su incomparable ternura y generosidad hacia todas las personas.
Tácitamente, una doxología es un reconocimiento de que la salvación, de principio a fin, desde su gestación hasta su culminación es única y exclusivamente obra de Dios. Y por ello, solo a Dios y nada más que a Dios le damos nuestra gratitud y alabanza.
Los salmos cuentan con muchísimos antecedentes y modelos doxológicos (Salmos 95, 100, 150 y muchos más). Cada una de las secciones de los cinco libros de los salmos, cierra con una doxología; y obviamente el salmo 150 es una doxología de carácter universal, que involucra a toda la creación. Versículo tras versículo nos invita a darle a Dios nuestra
alabanza. La buena teología siempre es doxológica. No es posible reflexionar en Dios, pensar en sus actos liberadores, sin caer de rodillas y alabarle.
En Efesios, el reconocimiento de las acciones redentoras y liberadoras de Dios es de tal magnitud que debe ser dado a conocer a toda la creación, incluso a los “señores del mundo”. Después de celebrar la acción reconciliadora que Dios realiza en medio de la humanidad, Pablo dice:
El fin de todo esto es que la sabiduría de Dios, en toda su diversidad,
se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia,
a los poderes y autoridades en las regiones celestiales,
conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor. (Ef 3:10-11)
Es decir, Aquel que es todo poderoso y ha ejercido su poder con gracia y amor a favor nuestro, debe ser un recordatorio y testimonio a los poderes malignos de este mundo de lo que el poder es y cómo se ha de ejercer para el bien común.
La doxología inspira un estilo de vida transformado
La doxología es además mucho más que una fórmula litúrgica. Es expresión de la vida que produce e inspira en personas que somos receptoras y beneficiarias de su inefable gracia.
Por ello encontramos en Efesios y muchos otros escritos del Nuevo Testamento pasajes que, después de haber descrito las acciones redentoras y liberadoras de Dios a favor nuestro, nos llaman a un estilo de vida radicalmente nuevo y distinto al que teníamos. En forma simple, Jesús lo expresó así hablando de la mujer “pecadora” que ungió los pies de Jesús:
si ella ha amado mucho, es que sus muchos pecados le han sido perdonados. (Lc 7:47).
La vida de gratitud que se traduce en amor y entrega a nuestro prójimo es fruto del amor que hemos recibido de Jesús. Esa experiencia cambia radicalmente nuestra vida y nos pone en el camino del seguimiento e imitación de Jesús.
Por ello es que, en cuanto termina la doxología, de inmediato surge el ruego y llamado a
vivir de una manera digna del llamamiento recibido. (4:1).
Y por supuesto, no hemos entendido la clave de la ética bíblica si no leemos todas las exhortaciones de la carta no en un sentido legalista sino como expresiones de nuestra gratitud a Dios. Vivimos de manera alternativa a la sociedad porque queremos agradar a Jesús que nos amó incondicionalmente. La gratuidad del amor de Dios a favor nuestro inspira la gratitud continua en nosotras y nosotros.
Algo similar sucede en la carta a los Romanos que después de exponer detenidamente las grandes acciones de Dios en la historia y a nuestro favor (capítulos 1 al 11), y luego de cerrar su exposición con una profunda doxología (11:33-36), el apóstol hace un llamado a un estilo de vida que muestre vivamente las consecuencias de la acción de Dios.
Por lo tanto, hermanos y hermanas, tomando en cuenta la misericordia de Dios,
les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual,
ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. (12:1).
La doxología nos libera del narcisismo y de cualquier otra forma de idolatría.
La doxología tiene un efecto liberador y saludable. Nos recuerda de inmediato que el culto y la vida deben centrarse en Dios y no en nosotras y nosotros. Esto es un recordatorio pertinente ante la cultura del culto que se ha desarrollado en las últimas décadas que son más bien un espectáculo y se centran en los y las cantantes, danzantes, artistas, pastor influencer y otras personas famosas y hacen de ellas el centro del culto. Incluso las iglesias se han estructurado para que los reflectores se concentren en las y los protagonistas del show. Además, muchos de los coros y cantos que son comunes en las iglesias tienen una nota narcisista notable. Lo importante soy yo, mis luchas y penas, mis éxitos y prosperidad. Dios es solo quien hace posible que mi vida sea bendecida.
Todavía tenemos un largo camino por recorrer para hacer el lema de nuestra vida el Soli Deo Gloria. Esto es posible cuando hemos internalizado y asimilado la realidad central en Efesios de la Sola Gratia. Porque solamente cuando reconocemos que la gracia de Dios ha transformado nuestra vida, adoramos y vivimos para su gloria. La gracia divina vivida y experimentada cotidianamente engendra la doxología.
La doxología
Hoy día, en el contexto de lealtades divididas, de poderes que reclaman ser el centro de nuestra vida, y de fuerzas poderosísimas que compiten por ganar nuestra lealtad, es importante considerar de nuevo lo mucho que esta doxología hace para centrarnos en lo que realmente vale la pena.
¡a él sea la gloria en la iglesia y en Cristo Jesús
por todas las generaciones, por los siglos de los siglos! Amén.
a él sea la gloria. La nota dominante en la carta es que lo que el Dios trino hace en este mundo tiene como fin último su propia gloria. Y es tarea de la iglesia y del Mesías Jesús asegurarse de que eso suceda.
en la iglesia y en Cristo Jesús. Es en el ámbito de la iglesia y por lo que ella es como nueva humanidad reconciliada, y debido a su unión con el Mesías Jesús que se le da a Dios la gloria. También se puede entender que es en la iglesia y con Jesús el Mesías que se da gloria a Dios.
por todas las generaciones, por los siglos de los siglos! Amén. Aquí la visión de que Dios reciba la gloria desborda todo límite y se extiende a toda la humanidad que ha de vivir en la historia humana, a todas las generaciones, y también a través del tiempo, desde ahora hasta el fin de la historia: por los siglos de los siglos. Es la visión que tantas veces encontramos en los salmos, en Isaías y ahora se expresa aquí de manera clara: Que toda la creación dé la gloria y alabanza al Dios trino y que ello suceda en cada generación hasta el fin de los tiempos. Que así sea, Amén.