Join our mailing list

Hablar con dignidad y valor cuando nos han silenciado con violencia

El testimonio: sacar la voz y tener la osadía de hablar sin tapujos.

Avila_series_top_645x120.jpg

Ser mujer, indígena y protestante 
es tener todas las agravantes para no ser considerada y tratada como un ser humano.

Anónima  

Los testimonios son historias públicas de fe. 
Son un conocimiento religioso que se encuentra en la vida cotidiana. 
Las historias se comparten como parte de la adoración. 
Son parte del kerygma. 
Los testimonios son historias del pueblo que crean significado,  
al buscar y compartir juntos el proceso de entender el misterio  
y la gracia de Dios en nuestras vidas. 
Las personas comparten el contenido de sus oraciones  
y las luchas de sus sufrimientos. 
Las historias llevan a las personas a decisiones  
basadas en un entendimiento nuevo de Dios y de su vida de fe. 

Elizabeth Conde-Frazier 

No hay lugar donde me traten como persona. En mi hogar, mi padre que siempre quiso un niño, cuando nací me relegó a un segundo plano y desde chiquilla me sabía rechazada por él aunque no me lo podía explicar. En la escuela primaria, sufrí el desprecio y las burlas de mis compañeros y compañeras que, a pesar de ser morenos como yo, me decían en son de burla “María changuito” porque yo era mulata. Mis padres me enviaron a trabajar a los 12 años, limpiando casas, haciendo mandados, y lo que se pudiera. Ni pensar que yo pudiera seguir estudiando. “Las mujeres solo sirven para la casa. ¿para qué vas a estudiar? Pronto te vamos a casar.” Era la sentencia de mi padre. Ni pensar que yo pudiera decir algo o rezongar. Mi padre me callaba a golpes.  

Nunca tuve voz en casa o en la escuela y menos en mi trabajo. Mi personalidad estaba anulada, y todo mi valor me lo daban los pocos pesos que ganaba y entregaba a mi padre cada semana para ayudar a la precaria economía familiar. En la escuela, las mujeres siempre teníamos menos importancia que los hombres, excepto cuando nos asediaban sexualmente, y aun en ese caso no éramos más que un objeto para satisfacer los deseos y lujuria de los muchachos. Para ellos no éramos más que un trofeo de sus conquistas del que luego se ufanaban.  

En el trabajo la situación no cambió mucho. Siempre me pagaron menos que a los hombres, aunque hacíamos el mismo trabajo e incluso cuando las mujeres trabajábamos mucho más que los hombres. Los jefes también nos asediaban y solicitaban favores para que pudiéramos ganar un poco más o tener un mejor puesto en la fábrica. Cuando intentamos hablar como mujeres nos callaron y muchas fueron despedidas. 

Por medio de un novio conocí la iglesia evangélica, que mis padres, sin ser religiosos, me decían que allí adoraban al diablo. Fue una de las mejores experiencias de mi vida. Saber que Jesús me amaba tal como era y que me trataba con dignidad y respeto fue algo totalmente nuevo que transformó mi vida. 

Pero mi pastor no nos daba lugar a las mujeres ni éramos elegidas a los puestos directivos. No podíamos predicar ni enseñar. Fue entonces cuando descubrí que en el espacio del culto, en el momento de los testimonios, las mujeres sí teníamos un lugar y una voz para entretejer nuestra historia con la historia de Dios. Allí nos escuchaban todas las personas, hermanos y hermanas, y podíamos ayudar a otras personas en el camino de su vida. Allí podíamos hacer denuncias de abusos que vivíamos en el trabajo o la escuela y teníamos a muchas hermanas y hermanos que nos apoyaban y oraban por nosotras.  

Después de un tiempo, me hice miembro de una iglesia que tenía a una mujer pastora que nos entiende, estimula para participar y modela un liderazgo de servicio y empatía.   

El testimonio de Pablo    

1Por esta razón yo, Pablo, prisionero de Cristo Jesús por el bien de ustedes los gentiles, me arrodillo en oración.2Sin duda se han enterado del plan de la gracia de Dios que él me encomendó para ustedes, 3es decir, el misterio que me dio a conocer por revelación, como ya les escribí brevemente. 4Al leer esto, podrán darse cuenta de que comprendo el misterio de Cristo. 

7 De este evangelio llegué a ser servidor como regalo que Dios, por su gracia, me dio conforme a su poder eficaz. 8Aunque soy el más insignificante de todos los santos, recibí esta gracia de predicar a las naciones las incalculables riquezas de Cristo, 9y de hacer entender a todos la realización del plan de Dios, el misterio que desde los tiempos eternos se mantuvo oculto en Dios, creador de todas las cosas. 

12En él, mediante la fe, disfrutamos de libertad y confianza para acercarnos a Dios. 13Así que les pido que no se desanimen a causa de lo que sufro por ustedes, ya que estos sufrimientos míos son para ustedes un honor. 

El testimonio. Una acción que se podría considerar sin mayor trascendencia e importancia (por ejemplo, de menor valía que el sermón), pero que cuando se considera con detenimiento, cobra un realce que no se puede ignorar. 

El testimonio de Pablo en Efesios 3:1-13 ilustra lo que decimos. Cuando estaba a punto de cerrar la parte litúrgica y hacer su oración final, decide hacer una digresión para dar su testimonio.  

En este testimonio subrayamos al menos tres elementos: en qué circunstancias de vida se da, en qué consiste y cómo se presenta. En el presente artículo nos ocupamos de la primera parte.    

1. Desde el sufrimiento y el silenciamiento.  

Pablo inicia hablando de su encarcelamiento (v.1) y luego concluye su testimonio regresando al mismo tema y exhortando a sus lectores a no desanimarse por ese hecho (v.13). En otras palabras, el ánimo que permea estos versículos es el del encarcelamiento de Pablo. Esa nota profundamente personal es el marco de referencia en el que se ha de entender su testimonio. Es al mencionar este hecho que inicia su digresión para explicar con más detalle el por qué de su encarcelamiento y cómo ha de verse e interpretarse.  

La cárcel fue una medida de silenciamiento. Los líderes de la religión oficial y dominante de los judíos querían callarlo y de ser posible eliminarlo de una vez por todas. Cuarenta hombres habían jurado “bajo maldición no comer ni beber hasta que lograran matar a Pablo.” (Hch 23:12-15). 

Cuando los poderosos de la sociedad o de la iglesia se sienten amenazados y no toleran voces discordantes, recurren a la violencia y a la anulación del otro, del diferente. A esta persona se le excluye, sataniza y violenta para silenciarle de una vez por todas. Lamentablemente, esta es una constante que está presente en las iglesias, desde entonces hasta nuestros días.  

En el caso de Pablo, su mensaje de una iglesia inclusiva y abierta para todas las personas en igualdad de términos y sin jerarquías, fue causa de escándalo y motivo de persecución. Los protectores de la sana doctrina no descansaron hasta que usaron el poder del imperio para encarcelar y finalmente matar a Pablo. Eso sí, en el nombre de Dios. Ese fue uno de los tantos ejemplos de inquisición que se han dado y siguen dando en el seno de las iglesias.   

Ya lo decía Jesús con un profundo dejo de tristeza:  

Los expulsarán de las sinagogas; y hasta viene el día en que cualquiera que los mate pensará que le está prestando un servicio a Dios. 3 Actuarán de este modo porque no nos han conocido ni al Padre ni a mí.
(Jn 16:2–3)    

En otro lugar, Jesús lamenta y denuncia con dolor el fanatismo fundamentalista de los religiosos de sus días: 

»¡Serpientes! ¡Camada de víboras! ¿Cómo escaparán ustedes de la condenación del infierno? 34 Por eso yo les voy a enviar profetas, sabios y maestros. A algunos de ellos ustedes los matarán y crucificarán; a otros los azotarán en sus sinagogas y los perseguirán de pueblo en pueblo. 35 Así recaerá sobre ustedes la culpa de toda la sangre justa que ha sido derramada sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la de Zacarías, hijo de Berequías, a quien ustedes asesinaron entre el santuario y el altar de los sacrificios. 36 Les aseguro que todo esto vendrá sobre esta generación.  

37 »¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como reúne la gallina a sus pollitos debajo de sus alas, pero no quisiste! (Mt 23:33–37). 

De manera que Pablo da su testimonio desde el sufrimiento, la privación de su libertad, y la violencia encarnizada de un sistema religioso-político intolerante y homicida. Era obvio que, para los recipientes de la carta, el que Pablo estuviera preso era causa de preocupación y desanimo. Su encarcelamiento era usado por sus enemigos para desacreditar sus enseñanzas. 

Sin embargo, ante las desgracias y reveses de la vida y el ministerio. Pablo describe su condición desde una óptica distinta. No es el pastor que chantajea a su congregación o se hace la víctima para buscar beneficios personales, sino que ve sus sufrimientos en el contexto del plan global de Dios que quiere incluir en su iglesia a todo tipo de personas y por ello, usa su propia experiencia  para fortalecer y dar ánimo a las personas cristianas de Efeso.  

Dios le ha dado la “libertad y confianza” (3:12) para anunciar las buenas nuevas (ver 6:19-20). Pablo está diciendo: “Aunque estoy preso, esa circunstancia política no determina mi fuero interno y mi actitud ante la vida. En la prisión, vivo y hablo como una persona libre que disfruta del derecho de hacer oír su voz.” Jesús pasó por las mismas circunstancias y el mismo Jesús ha sido su ejemplo y fortaleza en su encarcelamiento. 

2. El sufrimiento por causa de Jesús es un honor

La segunda razón que aduce en esta carta, como explicación de su actitud resiliente ante el sufrimiento, es que dichos sufrimientos son para ustedes un honor. A la luz de la cita de Colosenses 1:24 podemos intuir el sentido de estas palabras. Los sufrimientos del apóstol son una manera de participar de los sufrimientos de Jesús por su iglesia. Y eso es un gran honor, en particular para los creyentes en Asia Menor, pues les muestra el profundo amor y el alto costo que el Señor y su apóstol están dispuestos a pagar por el bienestar de ellos.  

Las personas cristianas de Efeso se deben sentir honradas por el sufrimiento que su pastor sufere por ellas y no sentirse avergonzadas (como muy probablemente querían que se sintieran aquellos que eran indiferentes, críticos o contrarios a la fe que profesaban). En una sociedad cuyos altos valores eran la honra y la vergüenza (ver Malina 1995), esta nota pastoral era muy pertinente.  Era necesario socavar y poner en una luz distinta aquello que la sociedad consideraba vergonzoso. Por el contrario, debía ser un honor para la comunidad de fe en Efeso.   

Aquellos que han experimentado el silenciamiento y la marginación en su vida, particularmente las mujeres, pueden encontrar en el ejemplo de Pablo a una persona que aun en las peores circunstancias (el encarcelamiento) puede sacar la voz y hacerse oir.  

Jesús fue el primero en experimentarlo y sus seguidores y discípulas podemos inspiradas en su ejemplo hablar en todo momento de las buenas nuevas como expresión de la libertad que hemos encontrado en Jesús.