Declaración de Nairobi sobre Culto y Cultura
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DECLARACION DE NAIROBI SOBRE CULTO Y CULTURA: Desafíos y oportunidades contemporáneas.
Esta declaración surge de la tercera consulta internacional del Equipo de Estudio sobre Culto y Cultura de la Federación Luterana Mundial, llevada a cabo en Nairobi, Kenia, en enero de 1996. Los miembros del Equipo de Estudio representan los cinco continentes del mundo y han trabajado juntos, con entusiasmo, a lo largo de tres años. La consulta inicial, en octubre 1993 en Cartigny, Suiza, se enfocó en las bases bíblicas e históricas de la relación entre el culto cristiano y la cultura, y tuvo como resultado la “Declaración de Cartigny sobre Culto y Cultura: Bases Bíblicas e Históricas". (Esta Declaración de Nairobi se construye sobre la Declaración de Cartigny; en ningún modo la reemplaza.) En la segunda consulta, en marzo 1994 en Hong Kong, se exploraron asuntos contemporáneos y preguntas sobre las relaciones entre las culturas del mundo y la liturgia cristiana, la música eclesiástica, y la arquitectura eclesiástica y el arte. Los documentos de las primeras dos consultas se publicaron como “Cultos y Culturas en Diálogo” (1). Los documentos y la declaración de la Consulta de Nairobi se publicaron como “Culto cristiano: Unidad en la Diversidad Cultural” (2). En 1994-1995, el Equipo de Estudio condujo una investigación regional, y produjo informes sobre esa investigación. La fase IV del Estudio comenzó en Nairobi y continuará con seminarios y otros medios para aplicar los aprendizajes de este estudio, cuando las iglesias miembros de la LWF así lo decidan. El Equipo del Estudio considera que este proyecto es esencial para la renovación y la misión de la Iglesia en el mundo.
1. Introducción
1.1. El culto es el corazón y el pulso de la Iglesia cristiana. En el culto celebramos juntos los dones de la creación y la salvación recibidos por la gracia de Dios, y nos fortalecemos para vivir en respuesta a la gracia de Dios. El culto siempre implica acciones, no meramente palabras. Considerar el culto implica considerar la música, el arte y la arquitectura, así como también la liturgia y la predicación.
1.2. La realidad de que ese culto cristiano siempre se celebra en un determinado contexto cultural local nos lleva a poner nuestra atención en la dinámica entre el culto y las muchas culturas locales del mundo.
1.3 El culto cristiano se relaciona dinámicamente con la cultura por lo menos de cuatro maneras. Primeramente, es transcultural, la misma substancia para todos, en todas partes, más allá de la cultura. Segundo, es contextual, variando según la situación local (tanto natural como cultural). Tercero, es contracultural, desafiando lo que en una cultura dada se opone al Evangelio. Cuarto, es intercultural, posibilitando compartir entre culturas locales diferentes. En todas estas cuatro dinámicas pueden identificarse ciertos principios útiles.
2. Culto como transcultural
2.1. El Cristo resucitado que adoramos, y por medio del cual, por el poder del Espíritu Santo, conocemos la gracia del Dios Trino, trasciende y está verdaderamente más allá de todas culturas. En el misterio de su resurrección está la fuente de la naturaleza transcultural del culto cristiano. El bautismo y la eucaristía, los sacramentos de la muerte y la resurrección de Cristo, fueron dados por Dios para todo el mundo. Hay una Biblia, traducida a muchas lenguas, y la predicación bíblica de la muerte y la resurrección de Cristo se ha enviado a todo el mundo. La forma fundamental del principal acto dominical en el culto cristiano, la Eucaristía o la Santa Comunión, se comparten a través de las culturas: la gente se reúne, la Palabra de Dios se proclama, la gente intercede por las necesidades de la Iglesia y el mundo, se comparte la cena eucarística, y se envía al pueblo al mundo para la misión. Las grandes narrativas del nacimiento de Cristo, de su muerte, resurrección, y envío del Espíritu, y de nuestro bautismo en Él, proporciona los significados centrales de los tiempos transculturales del año litúrgico: especialmente Cuaresma/Pascua/Pentecostés, y, en menor medida, Adviento/Navidad/Epifanía. Las maneras en que se expresan las formas de la eucaristía dominical y el año litúrgico varían según la cultura, pero sus significados y su estructura fundamental se comparten alrededor del globo. Hay un Señor, una fe, un bautismo, una eucaristía.
2.2. Varios elementos específicos de la liturgia cristiana también son transculturales, por ejemplo, las lecturas de la Biblia (aunque por supuesto varíen las traducciones), los credos ecuménicos y el Padre Nuestro, y el bautismo en agua en el nombre de la Trinidad.
2.3. El uso de esta estructura litúrgica básica común y de estos elementos litúrgicos compartidos en el culto congregacional local -así como también el acto compartido de reunirse en asamblea, y la provisión común de un liderazgo diverso en esa asamblea (aunque el espacio para la asamblea y la manera del liderazgo varíe) -son expresiones de la unidad cristiana a través de tiempo, el espacio, la cultura, y la confesión. La recuperación en cada congregación de la clara centralidad de estos elementos transculturales y ecuménicos renueva el sentido de la unidad cristiana y da todas iglesias una base sólida para una auténtica contextualización.
3. Culto como contextual
3.1. Jesús a quien adoramos nació en una cultura específica del mundo. En el misterio de su encarnación está el modelo y el mandato para la contextualización del culto cristiano. Dios puede encontrarse y se encuentra en las culturas locales de nuestro mundo. Los valores y patrones de una cultura dada, en la medida en que sean consonantes con los valores del Evangelio, pueden usarse para expresar el significado y el propósito del culto cristiano. La contextualización es una tarea necesaria para la misión de la Iglesia en el mundo, para que el Evangelio pueda arraigarse aún más profundamente en las diversas culturas locales.
3.2. Entre los varios métodos de contextualización, es particularmente útil el de la equivalencia dinámica. Implica re-expresar los componentes del culto cristiano con elementos de una cultura local que tienen un igual significado, valor, y función. La equivalencia dinámica va más allá de la mera traducción; implica la comprensión de los significados fundamentales tanto de los elementos del culto como de la cultura local, permitiendo “codificar” significados y acciones culticas y re-expresarlos en el idioma de la cultura local.
3.3. Al aplicar el método de la equivalencia dinámica, puede seguirse el siguiente procedimiento. Primero, debe examinarse el “ordo” litúrgico (la forma básica) con respecto a su teología, su historia, sus elementos básicos, y sus trasfondos culturales. Segundo, se deben determinar los elementos del “ordo” que puedan sujetarse a la equivalencia dinámica sin perjudicar su significado. Tercero deben estudiarse los elementos de la cultura que son capaces de re-expresar el Evangelio y el “ordo” litúrgico en una manera adecuada. Cuarto, deben considerarse los beneficios espirituales y pastorales que obtendrá nuestra gente de dichos cambios.
3.4. Las iglesias locales podrían también considerar el método de la asimilación creadora. Este consiste en agregar elementos pertinentes de la cultura local al “ordo” litúrgico para enriquecer su núcleo original. El “ordo” bautismal de "lavar con agua y con la Palabra", por ejemplo, fue elaborado gradualmente por la asimilación de prácticas culturales tales como las de dar vestiduras blancas a los neófitos y la de encender velas, provenientes de religiones antiguas de misterio. A diferencia de la equivalencia dinámica, la asimilación creativa enriquece el “ordo” litúrgico –no por re-expresar culturalmente sus elementos sino añadiéndole elementos nuevos de la cultura local.
3.5. En la contextualización deben respetarse los valores y los significados fundamentales tanto de la Cristiandad como de las culturas locales.
3.6. Un criterio importante para la equivalencia dinámica y para la asimilación creadora es que se preserven las tradiciones litúrgicas aceptadas o saludables para mantener la unidad con la tradición litúrgica universal de la Iglesia, mientras se alienta el progreso inspirado en las necesidades pastorales. Del lado de la cultura, se entiende que no todo se puede integrar con el culto cristiano, sino sólo esos elementos que son connaturales (es decir, de la misma naturaleza) al “ordo” litúrgico. Los elementos prestados por la cultura local siempre deben experimentar una crítica y una purificación, lo que puede lograrse mediante el uso de la tipología bíblica.
4. Culto como contra-cultural
4.1. Jesucristo vino a transformar a todas las persona y a todas culturas, y nos llama a no conformarnos al mundo, sino a ser transformados con él (Romanos 12:2). En el misterio de su pasaje de la muerte a la vida eterna se encuentra el modelo para la transformación, y en consecuencia, el modelo para la naturaleza contra-cultural del culto cristiano. Algunos elementos de cada cultura del mundo son pecaminosos, deshumanizantes, y contradictorios con los valores del Evangelio. Desde la perspectiva del Evangelio, necesitan de crítica y de transformación. La contextualización de la fe y del culto cristiano implica necesariamente desafiar toda clase de opresión e injusticia social dondequiera se encuentren en las culturas terrenales.
4.2. Implica también la transformación de los modelos culturales que se idolatran a sí mismos o al grupo local a costa de una humanidad mayor, o que dan el lugar central a la adquisición de riquezas a costa del cuidado de la tierra y de los pobres. Las herramientas del culto cristiano contra-cultural pueden incluir también la conservación o la recuperación deliberada de modelos de acción que difieran intencionalmente de los modelos culturales prevalentes. Estos modelos pueden surgir de un aspecto recuperado de la historia cristiana o de la sabiduría de otras culturas.
5. Culto como intercultural
5.1. Jesús vino a ser el Salvador de todas las personas. Él acoge los tesoros de las culturas terrenales en la ciudad de Dios. Por virtud del bautismo, hay una Iglesia; y uno de los medios de vivir en respuesta fiel al bautismo es manifestar aún más profundamente la unidad de la Iglesia. Compartir himnos, arte y otros elementos del culto atravesando barreras culturales enriquecen a toda la Iglesia y refuerzan el sentido de comunión de la Iglesia. Este compartir puede ser ecuménico así como también intercultural, como un testimonio de la unidad de la Iglesia y de la unidad del bautismo. Cada iglesia puede compartir interculturalmente, pero esto es especialmente necesario en iglesias multiculturales y en sus congregaciones miembro.
5.2. Se debe cuidar que la música, el arte, la arquitectura, los gestos y las posturas, y otros elementos tomados de culturas diferentes se entiendan y se respeten al ser usados por iglesias en otra parte del mundo. Deben observarse los criterios para la contextualización (ver arriba, las secciones 3.5 y 3.6).
6. Desafío para las Iglesias
6.1. Llamamos a todas las iglesias miembro de la Federación Luterana Mundial a emprender más esfuerzos relacionados con la naturaleza transcultural, contextual, contra-cultural e intercultural del culto cristiano. Llamamos a todas iglesias miembro a recuperar la centralidad del bautismo, la Escritura con predicación, y la celebración cada domingo de la Cena de Señor -los principales elementos transculturales del culto cristiano y los signos de la unidad cristiana -como el núcleo fuerte de la toda la vida y la misión congregacional, y como la base auténtica para la contextualización. Llamamos a todas las iglesias a dar una seria atención a la exploración de los elementos locales o contextuales de liturgia, idioma, postura y gesto, himnos y otras músicas e instrumentos musicales, y arte y arquitectura para el culto cristiano -para que su culto pueda verdaderamente arraigarse más en la cultura local. Llamamos a las iglesias que ahora están llevando a cabo esfuerzos misioneros a fomentar esa conciencia contextual en sí misma y también entre sus compañeros y destinatarios de sus ministerios. Llamamos a todas las iglesias miembro a prestar seria atención a la naturaleza transcultural del culto y a las posibilidades de compartir interculturalmente. Y llamamos a todas las iglesias a considerar la instrucción y la ordenación de ministros de la Palabra y el Sacramento, porque cada comunidad local tiene el derecho de recibir semanalmente los medios de gracia.
6.2. Llamamos a la Federación Luterana Mundial a hacer un esfuerzo intencional y substancial para proporcionar becas a personas de países en desarrollo para estudiar el culto, la iglesia la música, y la arquitectura de la iglesia, hacia la meta eventual de que los maestros locales puedan guiar el entrenamiento teológico de sus iglesias.
6.3. Además, llamamos a la Federación Luterana Mundial a continuar sus esfuerzos en relación al culto y la cultura en el próximo milenio. Las tareas no se cumplen rápidamente; el trabajo requiere de una continua profundización de la investigación y del estímulo pastoral. El Estudio de Culto y la Cultura comenzó en 1992 y continuó pasada la Asamblea de LWF de 1997, lo que es un comienzo importante y significativo, pero la tarea demanda esfuerzos interminables. Dar prioridad a esta tarea es esencial para la evangelización del mundo.
Notas:
(1) Geneva: Lutheran World Federation, 1994. Publicado en inglés, francés, alemán y castellano.
(2) Geneva: Lutheran World Federation, 1996. Publicado en inglés, y alemán.