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March 10, 2023
Cuando Dios nos sonríe complacido.

Antecedente en Números 6

Lo que consideramos en el anterior artículo acerca de la bendición en el Antiguo Testamento es fundamental para entender las bendiciones en el Nuevo Testamento. Del estudio anterior queremos resaltar la bendición que Dios les encargó a los sacerdotes para que pronunciaran sobre su pueblo (Num 6:24-27).

Ya hablamos de la eficacia de la bendición y su amplio alcance. Dios garantiza que la bendición pronunciada sobre su pueblo se cumplirá porque El la hará una realidad. No debemos olvidar que esta garantía no es un cheque en blanco. Se da en el contexto del pacto que Dios ha hecho con su pueblo. Dios garantiza sus promesas y bendiciones y el pueblo obedece y muestra su fe al hacer la voluntad de Dios.

Por otro lado, es importante recordar que la bendición se da en el contexto histórico del peregrinaje de Israel en el desierto. En el ámbito de una vida difícil en extremo, de escasez, vulnerabilidad y necesidad aguda, Dios bendice a su pueblo. Por ello debemos pensar en su contenido:

El SEÑOR te bendiga 
y te guarde; 
el SEÑOR te mire con agrado 
y te extienda su amor; 
el SEÑOR te muestre su favor 
y te conceda la paz.

<<Así invocarán mi nombre sobre los israelitas, para que yo los bendiga.» (NIV).

El nombre de Dios, Señor o Yahvé, se repite tres veces en el curso de la bendición. Ello reitera que la fuente y origen de todo lo que necesitamos en la vida proviene de Dios, Yahvé. La repetición en cada línea reitera y machaca esa verdad.

1. Te bendiga: La bendición da vida y hace que nuestra vida y trabajo sean fructíferos. Cada área de nuestra vida experimenta la presencia de Dios como la lluvia en tierra seca. Su palabra da vida al desierto de nuestra vida. (ver Salmo 67:1).

2. Te guarde: Es la protección y cuidado que el buen campesino dedica a su tierra (Gen 2:15); es el cuidado paternal y maternal de Dios en nuestra vida cotidiana y en todos los lugares y áreas de nuestra vida (Salmo 121 donde el verbo guardar es la clave de todo el salmo). Es vigilar, preservar, guardar. Cuidar con extrema atención y devoción en todas las circunstancias de la vida.

3. Te mire con agrado (literalmente que brille su rostro sobre ti): Como el sol trae luz y vida a la tierra, así es la sonrisa de Dios hacia nosotros que muestra su agrado por el culto que le damos. Lejos de esconder su rostro, nos sonríe complacido (Salmo 4:6), puesto que hemos coronado nuestro diario vivir ante la mirada de Dios con el culto que surge del corazón. Y esto a Dios le agrada y responde bendiciéndonos. Es una expresión que sugiere la sonrisa de Dios.

4. Te extienda su amor: El término usado aquí se refiere a la misericordia que Dios tiene hacia nosotros ante nuestra miseria; es el amor de un padre o una madre que se compadece de nuestras flaquezas y pecados; es la gracia que nos acoge a pesar de nosotros mismos sin recriminaciones (Salmo 103).

5. Te muestre su favor (literalmente eleve sobre ti su rostro): Esta es la única expresión que se repite y que significa básicamente lo mismo que la anterior. La nota que añade la repetición es que Dios alza su rostro hacia nosotros pero ahora con la idea de que Dios nos sonríe, como el padre o madre a sus hijos, como el encuentro entre amigos. Esta es la sonrisa que llena de gozo nuestro corazón.

6. Te conceda la paz: Esta es la culminación de la bendición; todo lo anterior se encierra en la palabra paz-shalom que expresa una situación de completa armonía: con Dios, con nuestro prójimo, con nosotros mismos y con la creación. Shalom recoge la bendición que hace la vida fructífera, la protección constante de Dios, su sonrisa de amor y plena aceptación, su amor sin condiciones, su bienvenida y abrazo que nacen del corazón.

7. Así invocarán mi nombre sobre los israelitas, para que yo los bendiga: Invocar el nombre de Dios sobre alguien es indicar que son propiedad de Dios. En esta bendición, Dios reclama el hecho de que los receptores de la bendición son nombrados por Dios como su propiedad. Por ello, la bendición es un anclaje poderoso para la vida en el desierto para toda la comunidad que sigue a Jesús. Así Dios afirma nuestra identidad y señala nuestra misión en el mundo (Salmo 69:1). Esa es la razón por la cual Dios nos bendice.

La Bendición en Efesios

La carta a los Efesios tiene una conexión directa con la bendición sacerdotal. Los dos grandes temas de Números 6:24-26 se encuentran en la bendición inicial (1:2) y final (6:23-24) de la carta y de esa manera anticipan, exponen y encierran toda la temática de Efesios bajo el signo de la gracia y la paz.

Que Dios nuestro Padre y el Señor Jesús el Mesías les concedan gracia y paz: El apóstol Pablo inicia su carta invocando al Padre y al Señor, el mesías Jesús, sobre el pueblo de Dios. Como hemos visto, esa invocación ya es una manera de indicar que son propiedad de Dios. Esa es su identidad fundamental y a través de esa realidad miran el mundo y su razón de ser, su misión.

El apóstol bendice a la comunidad de santos y fieles, en el nombre del Padre y de Jesús, inundándoles de gracia y paz. Nuestro Padre y su hijo, nuestro Señor Jesús el Mesías, son la fuente y origen de la gracia y la paz. Estas no son obra humana, son dones de Dios. Sin embargo, la gracia y la paz son también la razón de nuestra vida y el eje rector de nuestra tarea.

La gracia explica el por qué somos ahora hijas e hijos de Dios (caps. 1-3, en particular 2:1-10); la paz es el núcleo de la obra del Dios trino: El Padre la deseó y planeó desde antes de la fundación del mundo (1:9-10); Jesús el Mesías, el hijo amado de Dios, la hizo realidad con su muerte en la cruz; el Espíritu Santo nos capacita para ser artífices de la paz en todas las áreas de nuestra vida. Esa es nuestra misión.

Dios nuestro Padre: Pablo apunta a la íntima relación que tenemos con Dios como nuestro Padre. El título se usa 8 veces en Efesios, el doble de lo que se usa en otras cartas paulinas. Su importancia radica en que ese término era otro título que se usaba desde los días de Augusto para referirse a los césares como padres de la patria. En ese contexto, se nos recalca que el único Padre que tenemos es Dios.

Es igualmente importante notar que tan solo en este saludo inicial la expresión el Mesías (Cristo) Jesús aparece tres veces (y un total de 46 veces en toda la carta). Con lo cual el autor acentúa que Jesús es rey. Una realidad política de gran importancia. Los judíos así lo entenderían y de hecho usaron su claro significado político para acusar a Jesús ante las autoridades romanas (Lucas 22:67—23:3). Muy pronto se descubrió que tal título representaba un desafío al gobierno de Roma (Lucas 23:2; Juan 19:12 y Hechos 17:7).

El título Señor acentuaría la misma realidad política, no solo para los judíos sino para todos los lectores del primer siglo. El título se usaba para los césares romanos y en particular para Nerón (ver Hch 25:21, 25 donde se usa el término “Altísimo” y en el v. 26 Señor). Llamar a Jesús Señor era un desafío al César y una confesión de fe cristiana de nuestra única y exclusiva lealtad a Jesús el Señor. Por ello en Efesios se usa 24 veces.

Para Pablo la presencia de Jesús en su vida es de suma importancia. Todo tiene su principio, centro y final en Jesús. De igual manera, Dios el Padre como fuente de gracia y paz y como aquel por cuya voluntad vivimos y servimos, es fundamental en su experiencia. Y Dios el Padre realiza su obra por medio del Mesías Jesús.

La gracia es un término fundamental en la carta. Se usa en agudo contraste con las obras humanas. Gracia es la gratuita actividad de Dios para favorecer, bendecir, salvar, rescatar, redimir, reconciliar y capacitar para el servicio al ser humano (todos estos verbos se utilizan en Efesios para describir la acción de Dios, su gacia, a favor del ser humano). Es don y demanda de una nueva vida. Es, de hecho, la única posibilidad de vivir a la altura de esa nueva vida.

Paz tiene su trasfondo en la palabra hebrea shalom, y en Efesios se encuentra en el centro de la oración inicial (vv. 9 y 10) y en la descripción de la obra del Mesías Jesús en este mundo, como hacedor y artífice de la paz (2:14-18). Posteriormente, Pablo entenderá su propia tarea como apóstol (cap. 3) y la misión y lucha de la iglesia (caps. 4 al 6) en el contexto de la paz. Así pues, el término tiene más bien un sentido global, cósmico y comunitario que individualista.

Además, esa paz es también vocación y fruto del empeño de quienes andan en el camino de la imitación del Príncipe de paz, Jesús. Es otro término central en la carta, que explica la obra cósmica y comprehensiva de Dios para reconciliar a su creación y reunirla bajo una sola cabeza, Jesús el Mesías (1:10).

La bendición, en resumen, es una manera de empoderar a la comunidad cristiana con la gracia divina, para su ser y quehacer en el mundo, la paz. Se puede parafrasear de la siguiente manera, en una especie de tárgum moderno:

Que Dios nuestro Padre que les ha hecho suyos

les conceda experimentar la armonía-shalom

que de él proviene, que es nuestro quehacer en el mundo y que abarca a toda su creación.

La bendición en su contexto histórico original

La bendición que Pablo pronuncia se concentra en dos realidades que tienen su origen y expresión concreta en las acciones de Dios el Padre y del Señor Jesús, el Mesías: Gracia y paz. Estas realidades son razón de ser de la iglesia y definen su origen y su servicio en este mundo. La iglesia las necesita cotidianamente para cumplir con su misión en la sociedad en que se encuentra; son el alfa y omega de su ser y su servicio, de su misión. La gracia explica el origen y razón de ser de la iglesia; la paz su vocación y misión en este mundo.

El uso de títulos Señor y Mesías para referirse a Jesús era una seria declaración política acerca de quién es Jesús. Es bien entendido que Mesías era el término que los judíos usaban para referirse al rey heredero del trono de David. Kyrios apuntaba al único (4:5) y verdadero Señor: Jesús.

Pablo se identifica a sí mismo como enviado por el Mesías Jesús, su Señor y dueño, en conformidad con la voluntad de Dios el Padre. Identifica a sus destinatarios como aquellos que han sido separados para servir exclusivamente a Dios y serle fieles, gracias a su unión con el Mesías Jesús. Por ello, invoca la bendición del Padre y de Jesús sobre la vida de sus destinatarios y así los nombra y empodera. Que la gracia y la paz se sigan cristalizando y concretando en la vida, servicio y misión de la iglesia.

La salutación y bendición en nuestro contexto

Es muy significativo que el autor entiende su propia vida y servicio en el mundo en el contexto de la voluntad de Dios para el cosmos, para su iglesia y para su propia vida. Como en círculos concéntricos, lo que Dios quiere para su creación, explica lo que El quiere que su iglesia realice y en ese contexto, lo que es la función y tarea del apóstol (y de toda sierva y siervo de Dios) a favor de la iglesia. Estos son componentes imprescindibles en la vida de quienes son llamados a servir a Dios y a los demás. Esa voluntad de Dios tiene como propósito específico la paz.

La identidad de los cristianos es importante. Saber que hemos sido separados para el servicio de Dios (santos) es parte esencial de nuestra identidad. Eso es lo que somos y así debemos aprender a pensar de nosotros mismos. Además, la fidelidad a Dios, al Mesías, a su iglesia y a su reino son indispensables para el diario vivir. Es en el camino de la fidelidad y obediencia que crecemos y maduramos en la fe. Y eso aún bajo las circunstancias más adversas, aun cuando caminos por el desierto. Ser fieles en el contexto del imperio no ha sido ni será nunca fácil, pero siempre es posible por la gracia y poder de Dios en nuestra vida, que se hacen realidad porque estamos unidos a Jesús, el Mesías.

La carta inicia y termina con una bendición de parte de Dios a los cristianos por medio del apóstol (1:1 y 6:23-24). Una bendición es mucho más que un buen deseo piadoso. Es una palabra eficaz y creadora de bienestar, que se manifiesta en todas las dimensiones de la vida de quienes son receptores y destinatarios de esa bendición (Gn 1:22,28; 2:3; 9:1,7; 12:2,3; Num 6:22-27). Tiene la autoridad divina y quienes la pronuncian (en este caso el enviado por Dios, Pablo) lo hacen con la autoridad de quien los ha enviado.

Dios nos sonríe cuando su bendición nos da la bienvenida al culto de adoración. Es el abrazo de bienvenida, es el gesto de plena e incondicional aceptación (gracia) que a la vez nos recuerda quiénes somos, a quién pertenecemos, y cuál es nuestra misión en este mundo: la paz.