Además, nuestras culturas latinoamericanas han hecho de la bendición una parte regular de su vida. Bendecimos todo el tiempo. Las madres y padres a sus hijos y nietos; las y los cristianos(nas) nos bendecimos mutua y regularmente; se bendice a todo tipo de personas.
Nos interesa comprender el significado y origen de la bendición en la Biblia para cobrar conciencia de su lugar y trascendencia para nuestros encuentros, reuniones y cultos de adoración.
Por supuesto, queremos ampliar nuestra comprensión de la misma para profundizar y enriquecer nuestros cultos y vida cotidiana. Necesitamos entender la trascendencia de la bendición en el culto público.
La creación
La Bendición tiene raíces muy antiguas en los escritos bíblicos. Es uno de los primeros términos e imágenes por los cuales se denota la salvación de Dios, su actitud favorable hacia el ser humano para enriquecer y hacer fructífera su vida, para que esta pueda expresarse en su plenitud.
Dios, el dador originario de la bendición
Dios es el dador original de la bendición (Gen 1:22, 28; 2:3). Su bendición hace que la creación sea fructífera e incluso hace que el día de reposo sea un tiempo de productividad y vida desbordante (ver los Salmos 133 y 128:3-4).
Cuando en Génesis 1 Dios bendice a los peces y aves (v.22), su bendición les hace fructíferos (las citas son tomadas de la Nueva Versión Internacional a menos que se indique otra diferente):
y los bendijo con estas palabras:
«Sean fructíferos y multiplíquense;
llenen las aguas de los mares.
¡Que las aves se multipliquen sobre la tierra!»
Cuando Dios crea a la primera pareja, los bendice y esa bendición hace posible que Adán y Eva puedan cumplir con su vocación primera: extender y generar la vida y armonía en la creación; ser productores de la buena vida, del buen vivir:
y los bendijo con estas palabras:
«Sean fructíferos y multiplíquense;
llenen la tierra y sométanla;
dominen a los peces del mar y a las aves del cielo,
y a todos los reptiles que se arrastran por el suelo.» (v. 28).
Posteriormente, cuando se recuerda la creación original, nuevamente la bendición se menciona como clave de la vida humana
Cuando Dios creó al ser humano, lo hizo a semejanza de Dios mismo. Los creó hombre y mujer, y los bendijo. El día que fueron creados los llamó «seres humanos» (5:1-2)
Así, aprendemos que la bendición de Dios le da a la primera pareja y a sus descendientes el poder para ser fructíferos y capaces de reproducirse y continuar así el milagro de la vida abundante, exuberante y plena que Dios les ha dado.
No se puede explicar o entender la vida humana con toda su potencialidad y realización sino como fruto de la bendición y buena disposición de Dios hacia los seres humanos.
“Una bendición es un acto –por medio de un discurso o gesto- por el cual una persona transmite poder a otra…la dimensión más característica del poder para la vida que se transmite en una bendición tiene que ver con la prosperidad, riqueza, salud, fertilidad. Es decir, la bendición está relacionada por lo general con la generatividad y la productividad. Estas garantizan un bienestar de naturaleza material que perdura en las generaciones subsiguientes.” (Brueggemann, Reverberations of Faith, 2002, 18-19).
La caída en el pecado
Con la rebeldía de la primera pareja, otro elemento entra en la escena humana que altera e impide la vida en abundancia que Dios quería para la humanidad: la maldición.
16 A la mujer le dijo:
«Multiplicaré tus dolores en el parto,
y darás a luz a tus hijos con dolor.
Desearás a tu marido,
y él te dominará.»
17 Al hombre le dijo:
«Por cuanto le hiciste caso a tu mujer,
y comiste del árbol del que te prohibí comer,
¡maldita será la tierra por tu culpa!
Con penosos trabajos comerás de ella
todos los días de tu vida.
18 La tierra te producirá cardos y espinas,
y comerás hierbas silvestres.
19 Te ganarás el pan con el sudor de tu frente,
hasta que vuelvas a la misma tierra
de la cual fuiste sacado.
Porque polvo eres,
y al polvo volverás.»
La caída en el pecado introduce un trasfondo oscuro y trágico a la existencia humana. La maldición surge como resultado del pecado de la primera pareja y afecta todas las áreas esenciales de la vida: la maternidad, las relaciones de pareja (que pasan de la mutualidad a la dominación del varón hacia la mujer), el trabajo penoso y gravoso y la tierra misma que ahora se verá sujeta a la infertilidad, las plagas y la presencia constante de “espinas y cardos”.
Esas maldiciones ocupan ahora el lugar de una vida plena y satisfactoria antes del pecado. Al mismo tiempo, permiten apreciar mejor las bendiciones que se han de dar como parte esencial de la restauración y re-creación que Dios efectúa por medio de su pueblo.
Dios hace de su pueblo un instrumento de bendición
Dios llamó a Abram y le prometió:
Haré de ti una nación grande,
y te bendeciré;
haré famoso tu nombre,
y serás una bendición.
3 Bendeciré a los que te bendigan
y maldeciré a los que te maldigan;
¡por medio de ti serán bendecidas
todas las familias de la tierra!
Cuando Dios llama a Abram (Gen 12:1-3) no solo promete bendecirlo sino hacerlo portador de su bendición para todas las familias de la tierra. Bendición es, entonces, una de las primeras imágenes para representar la buena voluntad de Dios por medio de su pueblo.
Así, Dios confiere a los que responden a su llamado el poder de mediar su bendición a otras personas. Los casos de los patriarcas son paradigmáticos ya que se ejercen en el seno de la familia. Ellos bendecirán a sus hijos y así atraerán sobre ellos beneficios en las áreas críticas de la vida (Gn 27, 49; 47:7; 48:8-20; 49-1-28; Dt 33).
Lo que inició con Abram se pasaría a las siguientes generaciones y posteriormente a Israel (Gen 12:1-3; 17:4; 18:18; 22:18; 26:4; 28:14; 49:10; Exod 19:5-6, etc.).
Una bendición es mucho más que un simple cliché. La bendición es una palabra eficaz y creadora de vida y bienestar que se manifiesta en todas las dimensiones de la vida de quienes son receptores y destinatarios de esa bendición (Gn 1:22,28; 2:3; 9:1,7; 12:2,3); tiene la autoridad divina y quienes la pronuncian lo hacen con la autoridad y promesa de quien los ha enviado (Nm 6:22-27). Es el caso de los sacerdotes en Israel.
El contexto del culto
El Señor le ordenó a Moisés: 23 «Diles a Aarón y a sus hijos que impartan la bendición a los israelitas con estas palabras:
24 »“El Señor te bendiga
y te guarde;
25 el Señor te mire con agrado
y te extienda su amor;
26 el Señor te muestre su favor
y te conceda la paz.” (NVI).
27 »Así invocarán mi nombre sobre los israelitas, para que yo los bendiga.»
La Traducción en Lenguaje Actual expresa de manera simple y bella la bendición sacerdotal,
Diles a Aarón y a sus hijos, que así deben bendecir a los israelitas:
24 “Que Dios te bendiga
y siempre te cuide;
25 que Dios te mire con agrado
y te muestre su bondad;
26 que Dios te mire con agrado
y te llene de paz”.
27 »Cuando los sacerdotes pronuncien esta bendición, yo haré que se haga realidad».
Estas palabras son indiscutiblemente de una relevancia extraordinaria para la vida del pueblo de Dios. Dios mismo indica las palabras que los sacerdotes han de usar para bendecir al pueblo y garantiza su cumplimiento en la vida de la nación del pacto.
Esta bendición asegura realidades fundamentales para todas las dimensiones de la vida: vida, seguridad, paz (shalom en toda su amplitud) como expresiones del beneplácito del Señor.
Bendiciones que tocan todos los aspectos de la vida
En Levítico 26 Dios promete bendiciones como resultado de la obediencia de su pueblo y estas abarcan todas las dimensiones centrales para un buen vivir:
- Lluvia que fertiliza los campos y asegura alimentación abundante (4-5)’
- Paz (shalom) en la comunidad, libres de temor y de enemigos (6-8)
- Favor de Dios que garantiza la fertilidad humana y crecimiento (9)
- Comida (10)
- La presencia liberadora de Dios en medio del pueblo: “caminaré entre ustedes” (11-13)
Deuteronomio 28, poco antes de entrar a la tierra prometida, contiene las bendiciones que el pueblo recibirá si guarda el pacto con Dios. No son distintas a lo que leímos en Levítico. Lo que vale la pena resaltar es su carácter ético, son condicionales a la obediencia del pueblo.
«Si ustedes obedecen todos los mandamientos de Dios que hoy les he dado, serán su pueblo favorito en toda la tierra, 2 y recibirán siempre estas bendiciones:
3 »Dios los bendecirá dondequiera que vivan, sea en el campo o en la ciudad.
4 »Dios bendecirá a sus hijos, y a sus cosechas y ganados.
5-8 »Dios los bendecirá en sus hogares, en sus viajes, y en todo lo que hagan. Siempre serán muy felices en el país que Dios les dará. Nunca les faltarán alimentos y siempre tendrán pan en la mesa.
»Dios les dará a ustedes la victoria sobre sus enemigos. Podrán venir contra ustedes ejércitos en orden de batalla, pero tendrán que huir en completo desorden.
9 »Si obedecen a Dios en todo, él cumplirá su promesa y ustedes serán su pueblo especial. 10 Entonces todos los pueblos verán que ustedes son el pueblo de Dios, y les tendrán miedo.
11 »Cuando ya estén ustedes en la tierra que Dios prometió dar a sus antepasados, él los tratará con bondad. Les permitirá tener muchos hijos, y hará que sus ganados se multipliquen.
»Todo lo que ustedes siembren producirá abundantes cosechas, 12 pues Dios abrirá los cielos, donde guarda la lluvia, y regará los sembrados de ustedes. En todo lo que ustedes hagan, siempre les irá bien. Nunca tendrán que pedir prestado nada; al contrario, ustedes tendrán de sobra para prestarles a otros países. (TLA).
Las bendiciones aquí pronunciadas no son encanto mágico que se puede manipular; son posibles como resultado de una vida de obediencia a la Toráh (Ley –instrucción—guía) y al pacto de Dios.
Maldiciones como resultado de la infidelidad a Dios y a su pacto.
La contraparte de la bendición es la maldición. Esta tiene el poder de transformar la vida y hacerla insufrible y miserable como fruto de la desobediencia.
La maldición que Dios pronuncia contra la maldad y rebelión de la humanidad, trae destrucción, desolación, infertilidad y muerte sobre la creación. Así fue con Adán y Eva, y luego con Caín (Gen 3:14-19; 4:11-12). El diluvio se entiende como una manifestación de la maldición de Dios sobe la humanidad (8:21):
«Aunque las intenciones del ser humano son perversas desde su juventud,
nunca más volveré a maldecir la tierra por culpa suya.
Tampoco volveré a destruir a todos los seres vivientes, como acabo de hacerlo.
Es el caso de Cam, hijo de Noé (9:25, 27) que será esclavo de sus hermanos como consecuencia de su inmoralidad con su padre.
Posteriormente, las maldiciones se pronuncian sobre los que no guardan el pacto de Dios y estas afectarán todas las áreas de la vida cotidiana. Israel lo experimentó ampliamente durante los días de la monarquía a causa de su infidelidad y rebeldía. Israel vivió el exilio.
La bendición en el ámbito familiar.
El libro de Rut es un caso interesante de cómo la bendición de Dios opera en el contexto de la familia. Es una historia trágica y devastadora de una familia en la que el matrimonio de Elimélec y Noemí, con sus dos hijos Majlón y Quilión, se van como inmigrantes a otro país a fin de sobrevivir el hambre de su tierra.
El contexto y preámbulo de la historia es uno de necesidad de lo básico para sobrevivir, de muerte, desolación y profunda amargura. Mueren el esposo y los dos hijos y Noemí se queda sola, totalmente sola. En ese contexto, brillan como en lugar oscuro las bendiciones, dando esperanza en medio del caos.
La primera es la de Noemí (1:8-9) que despidiéndose de sus nueras les dice estas palabras:
Que el Señor las trate a ustedes con el mismo amor y lealtad
que ustedes han mostrado con los que murieron y conmigo.
Que el Señor les conceda hallar seguridad en un nuevo hogar, al lado de un nuevo esposo.
Como podemos constatar en la narrativa del libro, la bendición se hará realidad en la vida de Rut a pesar de que la intención de Noemí era que sucediera lejos de ella.
Después Booz le dirá a Rut la siguiente bendición, al enterarse de que Rut era una trabajadora incansable.
12 ¡Que el Señor te recompense por lo que has hecho!
Que el Señor, Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a refugiarte, te lo pague con creces.(2:12)
Sabemos que la bendición de Booz se cumplió y que Rut fue ampliamente recompensada.
Más adelante, cuando Rut le narra a su suegra el buen trato que recibió de Booz en el campo, Noemí dice:
¡Que el Señor lo bendiga!
Por lo que leemos en los capítulos siguientes, la bendición de Noemí se cumple a favor de Booz al formar una nueva familia con Rut.
Nuevamente, Booz bendice a Rut cuando la descubre acostada a su lado en el campo
Que el Señor te bendiga, hija mía (3:10)
La última bendición en el libro la pronuncian los ancianos del pueblo y los que con ellos estaban como jueces:
»¡Que el Señor haga que la mujer que va a formar parte de tu hogar
sea como Raquel y Lea, quienes juntas edificaron el pueblo de Israel!
»¡Que seas un hombre ilustre en Efrata, y que adquieras renombre en Belén!
12 »¡Que por medio de esta joven el Señor te conceda una descendencia tal que tu familia sea como la de Fares, el hijo que Tamar le dio a Judá! (4:11-12)
En esta última bendición del libro se condensa el significado de la historia en el contexto más amplio del proyecto de Dios en la historia subsecuente. Rut será la bisabuela de David, el rey, antepasado de Jesús el Mesías. Rut será una de las extranjeras (junto con Tamar que aquí se menciona, y otras más) que se incorporaron a Israel y que llegaron a ser antepasadas del Mesías Jesús.
Aquí en esta historia de desolación y muerte, encontramos vida. Las bendiciones que la gente buena dice para bien de las mujeres Noemí y Rut, llegan y transforman para bien la vida de dos mujeres que están sufriendo y sobreviviendo. Dios honra esas bendiciones y cambia una historia de hambre y amargura en una de alegría y plenitud.