Domingo 23 del segundo tiempo ordinario (entre el 4 y el 10 de septiembre)
La actitud cristiana ante el dinero
Pasaje bíblico: Lucas 12:13-21 (NVI).
13 Uno de entre la multitud le pidió:
—Maestro, dile a mi hermano que comparta la herencia conmigo.
14 —Hombre —replicó Jesús—, ¿quién me nombró a mí juez o árbitro entre ustedes?
15 ¡Tengan cuidado! —advirtió a la gente—. Absténganse de toda avaricia; la vida de una persona no depende de la abundancia de sus bienes.
16 Entonces les contó esta parábola:
—El terreno de un hombre rico le produjo una buena cosecha. 17 Así que se puso a pensar: “¿Qué voy a hacer? No tengo dónde almacenar mi cosecha.” 18 Por fin dijo: “Ya sé lo que voy a hacer: derribaré mis graneros y construiré otros más grandes, donde pueda almacenar todo mi grano y mis bienes. 19 Y diré: Alma mía, ya tienes bastantes cosas buenas guardadas para muchos años. Descansa, come, bebe y goza de la vida.” 20 Pero Dios le dijo: “¡Necio! Esta misma noche te van a reclamar la vida. ¿Y quién se quedará con lo que has acumulado?”
21 Así le sucede al que acumula riquezas para sí mismo, en vez de ser rico delante de Dios.
Texto Clave: ¡Tengan cuidado! —advirtió a la gente—. Absténganse de toda avaricia; la vida de una persona no depende de la abundancia de sus bienes. (Lc. 12:15).
Objetivo: Que podamos desarrollar una actitud bíblica ante el dinero; que lo consideremos en el contexto de nuestra mayordomía y lo usemos para el bien de otros.
La mayordomía de la creación
"Del Señor es el mundo entero, con todo lo que en él hay" (Salmo 24:1); "la tierra es mía" (Levítico 25:23). Todos los seres humanos son criaturas de Dios. Hechas a Su imagen son Sus representantes, con la responsabilidad de cuidar sabiamente de Su creación. Debemos confesar, sin embargo, que el pueblo de Dios ha sido lerdo en reconocer las implicaciones totales de su responsabilidad. Como mayordomos suyos, no somos dueños de la tierra, sino que la administramos y mejoramos en anticipación al retorno de Cristo. Muy a menudo, sin embargo, hemos asumido el derecho de usar sus recursos naturales en forma indiscriminada. Con frecuencia hemos sido indiferentes y aun hostiles hacia aquellos que están comprometidos con la conservación de recursos no renovables de energía y minerales, de la vida animal en peligro de extinción y del balance ecológico precario de muchos medios naturales. La tierra es el regalo de Dios para todas las generaciones. Un proverbio africano dice que los padres han pedido prestado el presente de sus hijos. Tanto nuestra vida presente como el futuro de nuestros hijos depende de nuestro tratamiento sabio y pacífico de toda la tierra.
También hemos asumido que sólo una pequeña parte de nuestras entradas y riquezas, el "diezmo", pertenece al Señor, con todo lo demás disponible para usar como se nos antoje. Esto empobrece a otras gentes y niega nuestra identidad y papel como mayordomos. Creemos que los cristianos en todas partes, pero en forma muy especial aquellos que están disfrutando en abundancia "las buenas cosas de la vida" (Lucas 16:25), deben obedecer fielmente el mandato de asegurar que los otros satisfagan sus necesidades básicas (Mateo 24:45). En esta forma los que son pobres, ahora podrán disfrutar las bendiciones de dar a otros.
La Iglesia en Respuesta a las Necesidades Humanas: Documento de Wheaton, sección III, párrafos 14, 15.
Exposición Bíblica: Lucas 12:13-21
1. En una época como la nuestra, donde el afán enfermizo por las riquezas, el ansia de poseer más y más, y la codicia de acumular bienes son las características sobresalientes del homo consumens, la parábola del "rico necio" nos da una lección que no sólo debemos oir y asimilar intelectualmente, sino que debemos aplicarla de una manera radical a nuestra manera de pensar y vivir, de manera que transforme nuestra cosmovisión y estilo de vida. He aquí una seria advertencia contra toda actividad que está orientada al incremento de posesiones como un medio de seguridad personal, familiar o nacional. Este es un solemne llamado para quienes encarnan las palabras: "Compro, luego existo".
2. La Ocasión de la Parábola. Los rabinos y maestros de la ley eran, con frecuencia, llamados a arbitrar pleitos legales. Obviamente, el que pidió a Jesús que mediara en la solución del problema legal, reconocía a Jesús como un experto rabino (v.13).
3. Jesús rechaza la función de "juez", pero al mismo tiempo detecta que el problema de fondo en tal situación es la avaricia o codicia. La lección que la parábola enseña se expresa en el v. 15. Si lo pusieramos en términos modernos, la pregunta básica que Jesús responde es: ¿En qué consiste la "buena" vida?
4. La parábola no da detalles en cuanto a la forma en que el hombre había adquirido sus bienes. No hay un juicio de valor. Simplemente se nos dice que "su heredad había producido mucho", (v.16) es decir, había tenido buenas cosechas.
5. El problema fundamental del hombre de la parábola, es la actitud hacia sus posesiones. En su perspectiva, no existe un mundo fuera de sí mismo. En sus reflexiones (vv.17-19), usa 8 veces la primera persona del singular, "yo", y 4 veces el posesivo "mi" (en el texto griego). Y cuando habla ¡se habla a sí mismo! (v.19). No sabemos si tenía una familia, porque nunca la menciona). No tenía, obviamente, una conciencia social o sentido de mayordomía y responsabilidad hacia sus semejantes; ni siquiera le agradece a Dios por haber bendecido la obra de sus manos (o mejor dicho la de sus esclavos y/o asalariados, que, aunque el texto no menciona, en aquellos días todo rico terrateniente los tenía). Su única preocupación era su propio bienestar y cómo disfrutar de sus muchas posesiones. Como Jesús mismo dijo, este hombre sólo hacía tesoros para sí (v.21). ¿Suena familiar?
6. Ya la literatura sapiencial del AT había tratado este asunto y lo había enjuiciado (Ecl.2:11, 18-23; 4:8; 5:10-16; 6:1-2; Sal. 37; 73; 49:6-12). Jesús corrobora tal sentencia (v. 20). Es ante la inevitable realidad de la muerte que los afanes humanos cobran su verdadero valor y significado.
7. Si buscamos una respuesta positiva a la pregunta básica del pasaje: ¿En qué consiste la buena vida? Jesús la ofrece en las palabras finales: "Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios. (v.21). El secreto de una buena vida es hacer "tesoros en el cielo" (v. 33), o ser "rico para con Dios", Pero, ¿qué significa tal expresión?
8. El contexto de este pasaje nos deja ver que la manera de "hacer tesoros en el cielo", o "ser rico para con Dios", es dando y compartiendo con los que tienen necesidad. En 12:33, 34 leemos:
Vendan sus bienes y den a los pobres. Provéanse de bolsas que no se desgasten; acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no hay ladrón que aceche ni polilla que destruya. Pues donde tengan ustedes su tesoro, allí estará también su corazón.
9. Cuando Jesús es interrogado por "un hombre principal", en cuanto a lo que se debe hacer para heredar la vida eterna (Lc. 18:18-30; Mt. 19:16-30; Mr. 10:17-31), Jesús le dice: "vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sigueme" (Lc. 18:22). En otras palabras, asumir un sentido de mayordomía con respecto a "nuestras" posesiones, y usarlas sabiamente para beneficio de los más necesitados es la manera de "hacer tesoro en el cielo" y tener una buena vida. Esos son los valores del Reino de Dios que debemos buscar si nos llamamos discípulos y mayordomos del Señor (Lc. 12:31).
10. Tal ejercicio de la mayordomía no sólo beneficia a otros; también nos libera a nosotros de los afanes de la vida, de la idolatría del materialismo y del consumismo (vea el contexto inmediato: Lc. 12:22-31).
11. Jesús apela a un principio propio de su cultura en la que la búsqueda del bien de la comunidad es central. Ese es un principio ético en el Antiguo Testamento. No vivían en una cultura individualista como la nuestra, en la que el bienestar de la persona es mucho más importante
Para reflexionar
1. Piensa y discute los comentarios de Jacques Ellul sobre nuestra actitud hacia el dinero. El primer párrafo habla de la manera en que racionalizamos nuestra idolatría para hacerla parecer una virtud. El segundo habla de lo que podemos hacer para romper con el dominio y poder del dinero.
Nosotros, entonces, somos llamados a ejercer una elección decisiva y fundamental que demuestre cuál es el verdadero dios a quien servimos. La alternativa en que Jesús nos encierra no deja lugar a ninguna ambigüedad. Es el Dios de Jesucristo, o Mamón; pero jamás los dos juntos. Si consagramos nuestro tiempo a ganar dinero (bajo el pretexto de que el trabajo es una virtud), si encontramos el sentido de nuestra vida en la administración de dicho dinero (para disfrutar de comodidad, de las artes y de nuestra participación en el progreso); si consideramos que la cuestión del dinero es asunto privado (en el que "nadie debe meterse"), y en el que podemos hacer lo que nos plazca, si apartamos una pequeña cantidad para la iglesia; todo ello indica con exactitud que somos adoradores del dinero, que él es nuestro verdadero dios.
El dinero: potencia sagrada que la fe cristiana debe desacralizar. ¿Cómo? Es necesario tomar conciencia del hecho muy simple de que el dinero es en nuestra sociedad el medio de compra y venta. No tiene sentido ni valor sino en función de ese hecho muy preciso. Todo se compra y se vende. Es decir que donde reina el dinero nada es gratuito. Dicho de otro modo, el dinero es la antítesis de la gracia, pues ésta, como su nombre lo indica es el acto gratuito por excelencia. La gracia no se compra. Si se comprara, ya no sería gracia. Ahora bien, para desacralizar una potencia no basta demostrar en el fuero interno un sentimiento o unas ideas. Toda desacralización implica una acción material. La única acción desacralizante es aquella que ataca la naturaleza misma de la divinidad en cuestión. Cuando el Dios de Israel se encontró en presencia de divinidades adoradas por su poder, reveló su poder que era aun mayor (Moisés, Elías). Ya que la naturaleza del dios dinero es su nogratuidad, su destrucción y desacralización consistirá principalmente en la gratuidad, en el acto por el cual se obligará a ese dios a servir al Dios de la gracia, es decir al Dios del don. Esta es la clave de la moral frente al dinero, y no existe otra. La avaricia, la honradez, el buen empleo, la justicia social, la economía, son cuestiones muy secundarias y se resuelven a partir de la decisión que hace del dinero en la vida cristiana, primordialmente algo para ser dado (entregado, regalado). Y no hay que formular preguntas sobre el destinatario: Iglesia, institución de caridad o individuos, pueblos del Tercer Mundo; o como en la Edad Media, la consagración de una obra bella a Dios -una cúpula, una campana, etc. Poco importa. La elección es de cada uno, pues el hecho decisivo no es la utilización de ese dinero. Preguntarse de qué servirá y si el destinatario lo utilizará bien es parte de la mentalidad que adora el dinero. Quiere decir que todavía le estamos dando demasiada importancia. El hecho importante es el acto mismo de dar. Por medio de él, la potencia tentadora y cautivante, el dinero, resulta destruida. Es desacralizada y no sólo para nosotros, sino también para quienes nos rodean. Deja de ser dios para convertirse en un medio. Tal es el comienzo y el fin de la moral del dinero.
"Tres Preguntas a Jacques Ellul sobre el Dinero", Revista Certeza (Buenos Aires, 1972) 46: 167-68.
2. Reflexiona en la siguiente versión moderna de la parábola que hemos considerado:
Uno de entre la gente dijo: Maestro, dile a mi hermano que se dé tiempo y pase por la escribanía a firmar el documento de paso de la propiedad que me corresponde como herencia. Pero el Maestro le dijo: Hombre, ¿qué tengo yo que meterme en tales asuntos? También dijo: Fíjense y cuídense del insaciable apetito de tener más de los bienes de consumo que caracterizan a nuestra sociedad. La plena realización del hombre no depende de las cosas que tenga: la vida es infinitamente más importante que las cosas que se han hecho con miras a disfrutarla. Entonces les puso este ejemplo.
Había un hombre que prosperó mucho en su profesión. Entonces se puso a pensar: "¿Qué perspectivas tiene el futuro para mí? Ya no puedo ascender mucho más en la compañía. Me he matado trabajando para asegurar una buena posición económica. Tengo un lujoso departamento en un barrio exclusivo, una casa junto al mar, dos automóviles (uno para mí y otro para mi señora), una buena cuenta bancaria, varias inversiones considerables... ¡No le puedo pedir más a mi carrera!" Y pensó: Ya sé lo que voy a hacer. Voy a dejar el empleo y me dedicaré a mis propios negocios. Haré honor a mi especie.
En los 50 a 70 mil años que lleva de existencia, el Homo sapiens ha dado un salto fenomenal, y en el último medio siglo ha progresado más que en todos los siglos anteriores de su historia. Hoy vivimos en la Era de la Energía Atómica, la Era de la Cibernética, la Era de la Conquista del Espacio. Los satélites artificiales giran alrededor de la Tierra, los jets están convirtiendo a ésta en una aldea, las computadoras (y la Inteligencia Artificial) ahorran cualquier cantidad de trabajo intelectual, muchas materias primas han sido reemplazadas por productos sintéticos, y la producción sigue automatizándose más y más.
Las perspectivas para el futuro de la humanidad son ilimitadas. Existe la posibilidad de utilizar a gran escala la energía atómica para propósitos industriales, transformar la energía solar y la energía química en energía eléctrica, desarrollar ampliamente la aviación supersónica, aumentar la penetración humana en los espacios siderales, producir niños en probetas o eliminar las enfermedades. En resumidas cuentas, el Homo sapiens tiene la posibilidad de perpetuar su especie indefinidamente.
Por supuesto, actualmente la humanidad tiene sus problemas. Hay quienes piensan que el mayor (problema) es la pobreza de los países subdesarrollados. Yo creo, sin embargo, que el desarrollo de esos países es cuestión de tiempo. Todo depende de la disposición que tengan para abrir las puertas a las inversiones de los países industrializados. Las inversiones traen consigo la nueva técnica, fuentes de trabajo, bienes de consumo... El fantasma del atraso será eliminado por el "milagro económico" del capital extranjero.
Yo vivo en el siglo XXI y creo en la capacidad del hombre para forjar su propio destino. ¡Haré honor a mi especie! Por unos años trabajaré en mis propios negocios, aumentaré mis inversiones, depositaré mis ahorros en un banco en Suiza...
Entonces me diré: "Compañero, tienes muchas cosas guardadas para muchos años. ¡Descansa, come, bebe, alégrate! Pasaré una temporada en las Bahamas, otra en París, otra en el Pacífico Sur... Asistiré al Festival de Cannes y al Mundial de Fútbol. Me pasearé en mi yate y jugaré golf. Y tendré mucho tiempo para mi familia, mis amigos... y mis películas y series favoritas".
Luego añadió el Maestro:
Pero Dios le dijo: "Hombre necio, hay muchas cosas que no tomas en cuenta. No hablemos de la carrera armamentista ni de la posibilidad de una guerra nuclear. No hablemos de los virajes políticos que pueden hacer que de la noche a la mañana te quedes sin nada. No hablemos del progresivo agotamiento de los recursos naturales ni de la contaminación ambiental. Hablemos de ti: esta misma noche vas a morir; y lo que tienes ¿para quién será?" Así le pasa al hombre que se esclaviza al materialismo y queda pobre delante de Dios.
"... y lo que tienes, ¿para quién será?" Revista Certeza (Buenos Aires, 1976) 61: contratapa.
Domingo 24 del segundo tiempo ordinario (entre el 11 y el 17 de septiembre)
Nuestra respuesta ante las necesidades humanas
Pasaje biblico: Lucas 10:25-37 (NVI).
25 En esto se presentó un experto en la ley y, para poner a prueba a Jesús, se puso de pie y le hizo esta pregunta:
—Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?
26 Jesús replicó:
—¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo la interpretas tú?
27 Como respuesta el hombre citó:
—“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser, con todas tus fuerzas y con toda tu mente”, y: “Ama a tu prójimo como a ti mismo.”
28 —Bien contestado —le dijo Jesús—. Haz eso y vivirás.
29 Pero él quería justificarse, así que le preguntó a Jesús:
—¿Y quién es mi prójimo?
30 Jesús respondió:
—Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de unos ladrones. Le quitaron la ropa, lo golpearon y se fueron, dejándolo medio muerto. 31 Resulta que viajaba por el mismo camino un sacerdote quien, al verlo, se desvió y siguió de largo. 32 Así también llegó a aquel lugar un levita, y al verlo, se desvió y siguió de largo. 33 Pero un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba el hombre y, viéndolo, se compadeció de él. 34 Se acercó, le curó las heridas con vino y aceite, y se las vendó. Luego lo montó sobre su propia cabalgadura, lo llevó a un alojamiento y lo cuidó. 35 Al día siguiente, sacó dos monedas de plata y se las dio al dueño del alojamiento. “Cuídemelo —le dijo—, y lo que gaste usted de más, se lo pagaré cuando yo vuelva”. 36 ¿Cuál de estos tres piensas que demostró ser el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?
37 —El que se compadeció de él —contestó el experto en la ley.
Texto clave: "¿Y quién es mi prójimo?" (Lc. 10:29).
Objectivo: Que reflexionemos sobre la necesidad de actuar como prójimo de los demás y que aprendamos a identificar a nuestro prójimo en cualquier ser humano que nos necesita y no de acuerdo a criterios religiosos exclusivistas.
Justicia social y misericordia
EI tiempo que compartimos juntos nos permitió ver que la pobreza no es un mal necesario sino que a menudo es el resultado de sistemas sociales, económicos, políticos y religiosos marcados por injusticia, explotación y opresión. Aproximadamente ochocientos millones de personas en el mundo se encuentran en condiciones indigentes, y su situación a menudo es mantenida por los ricos y poderosos. La maldad no está solamente en el corazón humano sino también en las estructuras sociales. Debido a que Dios es justo y misericordioso, odia el mal y ama la justicia, existe una urgente necesidad para que los cristianos en las circunstancias presentes nos comprometamos a actuar en misericordia y buscando la justicia. La misión de la Iglesia incluye tanto la proclamación del Evangelio como su demostración. Debemos por lo tanto evangelizar, responder a las necesidades humanas inmediatas y presionar para la transformación. Aún así, los medios que usemos deben ser consistentes con el fin que perseguimos.
La Iglesia frente a las Necesidades Humanas: Documento de Wheaton, 1983, sección V, párrafo 26.
Exposición Bíblica: Lucas 10:25-37
1. Un doctor o maestro de la ley era un experto en la ley judía, es decir, en el Pentateuco o Torah. Según esta historia, fue un experto de la ley que, queriendo poner a Jesús a prueba le preguntó: “¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?” (v.25).
2. En respuesta, Jesús le hace otra pregunta. Jesús pone énfasis en la única fuente de fe y conducta, entonces y ahora: Las Escrituras. "¿Qué está escrito en la ley?" Además, le llama la atención a la manera en que lee (interpreta) las Escrituras: "¿Cómo lees?"
3. El maestro de la Ley respondió correctamente (v.27). Jesús así lo reconoce y añade: "Haz esto y vivirás." Jesús le enseña no sólo que sabe bien la respuesta, sino que lo importante es ponerla en práctica. Obviamente, no era un problema intelectual sino ético. Esta enseñanza de Jesús se repite una y otra vez en las páginas de los Evangelios. No son los que oyen la Palabra de Dios, sino los que la practican, los que heredarán el Reino de Dios (ver, por ejemplo, en el Evangelio de Mateo 3:8,9; 5:19-20; 7:13-14, 21-27; 11:25ss; 21:28-32; 23:3 y pasajes paralelos).
4. El v. 29 nos dice que el maestro de la Ley "queriendo justificarse" preguntó: "¿Y quién es mi prójimo?" Entre los judíos en aquellos días existían distintas respuestas a esta pregunta. Respuestas que en gran parte estaban condicionadas por las circunstancias históricas y los prejuicios religiosos de quienes las ofrecían.
Nuestra lectura de las Escrituras, “¿cómo lees?”, se ve afectada por los condicionamientos sociales, políticos, económicos y religiosos (nuestra tradición) a los que estamos expuestos. El problema del "maestro de la ley", estaba en la manera que leía las Escrituras. Cómo las interpretaba. La ley indicaba claramente que "amar al Señor con todo el ser y al prójimo como a uno mismo" era la esencia del imperativo divino. Esto lo podía repetir el "experto" de memoria. Su falla estaba en la manera en que interpretaba el mandato. Nosotros también hoy tenemos nuestras interpretaciones acerca de quién es nuestro prójimo. En teoría cualquiera dirá que todos los seres humanos son nuestros prójimos, pero en la práctica ¿a quién realmente amamos? ¿qué hacemos de más por los que no pertenecen a nuestra iglesia o que no son creyentes?
5. Jesús seleccionó a los personajes de la parábola de tal manera que no sólo pone de relieve agudos problemas raciales-religiosos (la antítesis judío-publicano), sino que además ilustra con las acciones de ellos distintas cosmovisiones o filosofías (en un sentido popular) propias de los seres humanos. La siguiente clasificación se la escuché en un sermón al pastor Salatiel Palomino López:
Los ladrones representan la gente cuya filosofía de la vida es: Lo tuyo es mío. Como tales representan a individuos, grupos sociales y naciones cuyo engrandecimiento y enriquecimiento se debe a que han explotado y saqueado a otros.
El sacerdote y el levita son representativos de aquellos cuyo lema es: Lo mío es mío y lo tuyo es tuyo. Es la actitud de indiferencia y egoísmo tan común entre la clase media de nuestras sociedades. Es una actitud religiosa, propia de una religiosidad concebida en términos individualistas y personalistas. Es la actitud de aquel que ante las necesidades humanas, ora, se lamenta, hasta siente compasión y llora cuando se ve frente al dolor de sus semejantes; de vez en vez ofrenda y se muestra caritativo dando de lo que le sobra, le estorba o ya no usa... pero que "pasa de largo" y no hace nada por aliviarlas eficazmente, atacando sus causas.
El samaritano representa la filosofía o estilo de vida de Cristo: Lo mío es tuyo. Jesús ilustró con su propia vida lo que esta actitud significa. Como nadie, el vino "no para ser servido sino para servir y dar su vida en rescate por muchos". Y él demandó el mismo estilo de vida de sus seguidores: "Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis...Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis" (Juan 13:15,17). "El que dice que está unido a Dios, debe vivir como vivió Jesucristo" (1 Juan 2:6).
6. Si deseamos entender la parábola y experimentar la fuerza que tuvo cuando se pronunció por primera vez, necesitamos poner de cabeza algunos de nuestros valores y estereotipos. Como ya sabemos su conclusión, nos es difícil apreciar la manera en que subvierte los valores y espectativas de la cultura de sus días. Piensa, por ejemplo, en los siguientes nombres: Sacerdote, levita y samaritano.
El sacerdote y el levita eran personas respetables, representantes de la religión oficial; mediadores entre Dios y los hombres. Como gente en cuya vida se encarnaba la Torah, ellos eran los candidatos por excelencia para tener misericordia del hombre que había sido víctima de los ladrones. Pero no lo hicieron.
El sacerdote y el levita eran personas respetables, representantes de la religión oficial; mediadores entre Dios y los hombres. Como gente en cuya vida se encarnaba la Torah, ellos eran los candidatos por excelencia para tener misericordia del hombre que había sido víctima de los ladrones. Pero no lo hicieron.
Si hubieramos vivido en aquellos días y como judíos quisieramos elegir un héroe de la lista anterior, el último en el que pensaríamos sería el samaritano. Tendríamos razones de sobra para desecharlo de la lista. Ni siquiera lo consideraríamos como candidato. Racialmente, los samaritanos eran mestizos, una mezcla de judío y gentil. Su religión era también, en la perspectiva judía, una mezcla de la revelación de Dios con supersticiones paganas. Incluso en la historia del trato entre ambas naciones había episodios de serio antagonismo (como la mutua profanación de lugares sagrados en los siglos anteriores: Juan Hircano destruyó el templo de los samaritanos en Gerizim y posteriormente los samaritanos profanaron el templo de Jerusalen) que aún despertaban animadversión y odio mutuo. Los Evangelios reflejan claramente los problemas que existían entre judíos y samaritanos (Juan 8:48; 4:9; Lucas 9:53-54; 10:37).
Sin embargo Jesús hace de un samaritano el héroe de la historia. ¡Imagínate cómo se sentirían los judíos al escucharlo! En una persona que para los oyentes originales de la parábola era objeto de desprecio, Jesús ilustra lo que significa ser el prójimo de otros.
7. El samaritano, según la parábola, "vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia" (v.33). El primer paso del samaritano fue en dirección hacia el hombre medio muerto. Dos veces el texto nos señala que "se acercó" a él. Su interés fue profundamente personal. Hizo lo que una persona haría sólo con un familiar. No sólo le brindó los "primeros auxilios" (que el sacerdote y el levita le negaron) sino que caminó con él la segunda y tercera milla, a fin de asegurar su total restablecimiento (vv.34-35). Por ejemplo, le dio al mesonero dos denarios. Se sabe que un día de hospedaje costaba la doceava parte de un denario. ¡El samaritano estaba pagando por adelantado el hospedaje de 24 días! Con la promesa de pagar lo que el mesonero gastará de más.
8. Cuando Jesús terminó de narrar la parábola, ya le había ilustrado al "maestro" lo que significa ser prójimo de los necesitados. Originalmente el "maestro de la ley" había preguntado: ¿Quién es mi prójimo?, es decir, ¿a quién debo amar? Jesús invierte la pregunta y le dice: "¿Quién fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?”. En otras palabras, no debemos preguntar a quién debemos amar. Más bien debemos preguntarnos si estamos amando a quienes sufren y han sido víctimas de la violencia de otros. El énfasis está en el sujeto (el que realiza la acción) y no en el objeto (el que la recibe). Jesús concluye diciéndole: "Vé, y haz tú lo mismo" (v.37), es decir, sé el prójimo de aquellos que sufren, de la manera en que lo hizo el samaritano.
Para reflexionar
1. En el párrafo siguiente se describe el ejemplo de Jesús mismo, como un ministerio que responde a las necesidades humanas. Pregúntate hasta dónde estás dispuesto a ser prójimo de nuestros semejantes.
Conforme pensamos en la tarea delante de nosotros, consideramos la actitud de Jesús hacia las estructuras de poder de Su tiempo. No era un Zelote ni un espectador pasivo de la opresión de su gente. Más bien, movido por la compasión, se identificó a sí mismo con los pobres, a quienes veía como "angustiados y desvalidos, como ovejas que no tienen pastor" (Mateo 9:36). A través de Sus actos de misericordia, enseñanzas y estilo de vida, El puso de manifiesto las injusticias en la sociedad y condenó el fariseísmo de sus líderes (Mateo 23:25; Lucas 6:3742). La Suya era una compasión profética, cuyo resultado fue la formación de una comunidad que aceptó los valores del Reino de Dios y se enfrentó al sistema romano y judío. Fuimos retados a seguir los pasos de Jesús, recordando que Su compasión le llevó a la muerte (Juan 13:217; Filipenses 2:68; 1 Juan 3:1118).
La Iglesia frente a las Necesidades Humanas: Documento de Wheaton, 1983, sección V, párrafo 27.
2. Los párrafos siguientes ofrecen ideas prácticas para hacer posible que nuestras iglesias desarrollen un ministerio integral. Nota que se indica la importancia de tomar en cuenta las necesidades dentro y fuera de la iglesia local y se propone (en el segundo párrafo) una metodología. Discute estos asuntos pensando en tu iglesia local.
Debemos ser sensibles y responder a las necesidades de la iglesia local. Las viudas, los prisioneros, los pobres y los extraños son responsabilidad particular de la iglesia local (Galatás 6: 10). Deberíamos esforzarnos por estar bien informados sobre las necesidades humanas locales y buscar el deseo de Dios para nosotros sobre cómo llenar esas necesidades. Deberíamos tratar de ministrar a los pobres de nuestra área que no son miembros de nuestra iglesia (Santiago 1:27; Romanos 12:17).
Nuestras iglesias deben también ocuparse de la maldad y de la injusticia social en la comunidad local y en la sociedad más ampliamente. Nuestra metodología
debería involucrar el estudio, la oración ferviente y la acción dentro de los lineamientos normativos y éticos de la conducta cristiana, conforme lo prescriben las Escrituras. Dentro de estos lineamientos habrá ocasiones cuando protestar puede ser efectivo, no importa cuál sea el sistema político.
La Iglesia frente a las Necesidades Humanas: Documento de Wheaton, 1983, sección VI, párrafos 35-37.
Domingo 25 del segundo tiempo ordinario (entre el 18 y el 24 de septiembre)
La vida Cristiana en la familia
Pasaje Bíblico: Efesios 5:18-6:4.
Texto clave: "Sometidos unos a otros en el temor de Dios" (Ef. 5:21, versión antigua de Reina Valera).
Objetivo: Que aprendamos los principios bíblicos en cuanto a la familia y a la luz de ellos evaluemos y corrijamos los valores que hemos aprendido de nuestra cultura.
Introducción
La familia Cristiana
Consideramos fundamental que el hombre y la mujer se vean a sí mismos delante de su Creador e identifiquen en el otro a su prójimo, independientemente de su sexo. La Palabra de Dios muestra que la base más sólida para la relación del hombre con su prójimo se encuentra en una auténtica relación con el Creador. Muestra también que la identidad de la persona descansa en el hecho de haber sido creada a imagen y semejanza de Dios. La relación en el seno de la pareja cristiana debe ser de interdependencia y sumisión mutua; debe tomar en cuenta que física y sicológicamente son diferentes y que ya antes de entrar en la relación matrimonial los cónyuges eran hermanos en Cristo, y que como tales cada uno debe considerar al otro como mejor que él mismo. Si bien la enseñanza bíblica es clara sobre el lugar del varón como la" cabeza de la mujer", el principio bíblico no da pie a la aceptación de modelos culturales relativos a la división del trabajo en el hogar ni debe confundir autoridad con autoritarismo.
Es responsabilidad de los cónyuges velar por la familia con el fin de impedir que ésta se ponga al servicio de las ideologías dominantes. La familia cristiana está llamada a ilustrar la enseñanza de las Escrituras.
Pacto de Itaicí, sección III, párrafos 9-10.
La nueva humanidad, el tema central de la carta a los Efesios, que debe ser una sociedad alternativa al mundo y culturas dominantes, se entreteje cada día con acciones concretas y novedosas realizadas en cada esfera de la vida por el pueblo de Dios. En esta sección encontramos aquellos simples pero cruciales actos cotidianos que, como nuevos hilos finos, se van integrando a un tejido hermoso y ciertamente costoso: La familia como Jesús la desea.
El corazón de la ética cristiana se encuentra en la imitación de Dios y en el seguimiento del ejemplo de Jesús. Su amor-entrega ha de ser la marca distintiva de nuestras relaciones comunitarias (Ef 5:1-2):
Por tanto, imiten a Dios, como hijos muy amados, 2 y lleven una vida de amor, así como Cristo nos amó y se entregó por nosotros como ofrenda y sacrificio fragante para Dios.
Ese es el camino estrecho por el que debemos andar como la nueva humanidad de Dios. Sólo así se construye cotidianamente el shalom. La relación en la familia es el área que Pablo considera como manifestación y muestra de una vida llena del Espíritu Santo (cf. el pasaje paralelo en Col 3:18-4:1). Las relaciones entre esposa y esposo, hijos y padres y amos y esclavos (que en esa época eran considerados como parte de la familia) son el ámbito propicio para que el poder del Espíritu se manifieste en su plenitud, y el espacio que más lo necesita. Por ello, debemos leer con cuidado nuestro texto a la luz de este contexto.
El contexto histórico en los días del nuevo testamento
La familia era sumamente importante en la estructura social del imperio romano. Su función social era estratégica en diversos ordenes (económico, religioso, político) y por ello era considerada como fundamental para el Estado-imperio. El funcionamiento ordenado y administración adecuada de la familia se consideraban cruciales por su carácter socio-político. Por ello, cualquier cambio o alteración de su tradicional estructura jerárquica y patriarcal era considerada como una amenaza al orden de toda la sociedad imperial.
De entre los códigos domésticos dominantes en aquellos días (Platón, Aristóteles, los estoicos, el judaísmo helénico), el más cercano es el de Aristóteles en su Política (1986).1 Allí menciona los tres pares de relaciones básicas en la familia que son los mismos que Pablo menciona en nuestro pasaje. Allí plantea un modelo jerárquico en el que el hombre, el pater familias, ha sido dotado con habilidades en su alma para gobernar y mandar. La mujer, los hijos y los esclavos (en ese orden) por naturaleza existen para someterse. 2 Por el lado del judaísmo helénico, Filón, Josefo y Dionisio de Halicarnaso, entre otros, "acentuaron la subordinación dentro de las tres relaciones domésticas para mostrar que el judaísmo, de hecho, no era subversivo sino que aceptaba la ética que la sociedad greco-romana demandaba".
En el contexto de aquella cultura helenista, debemos leer nuestro código familiar en Efesios. En los códigos culturales del ámbito doméstico, se hacía saber al pater familias los deberes y lugar que ocupaban sus subordinados (esposa, hijos y esclavos).
Por ello resulta desconcertante que, en Efesios, la mujer, los hijos y los esclavos reciban un lugar preponderante y un trato digno como personas. Es un hecho simple que puede pasar inadvertido, pero al referirse a ellos como sujetos iguales y apelar a la voluntaria sumisión de cada de ellos como miembros de la familia, se estaba socavando el código familiar prevalente y marcando una nueva manera de entender las relaciones en la familia. En Efesios, todas y todos, incluso el pater familias, tienen la obligación de someterse mutuamente.
Exposición Bíblica: efesios 5:18-33
5.21 Sometidos unos a otros, por reverencia a Cristo. Recordemos que este gerundio nos muestra un resultado de ser llenos del Espíritu Santo, como los anteriores gerundios de los vv.19-20. El apóstol usa un término militar (gr. hupotassomenoi) para describir las relaciones que se deben dar en el estratégico ámbito familiar: esposa/esposo, hijos/padres, esclavos/amos. En el contexto posterior de 5:21 y 24, se refiere a una sumisión voluntaria motivada por el amor al otro. La regla general en la exhortación es que debe haber una mutua disposición a renunciar a la propia voluntad por amor a los demás. Este principio general domina el resto de esta sección sobre las relaciones domésticas (5:21-6:9). Esto se deriva del principio ético general ya dado en 5:1-2.
Por tanto, imiten a Dios, como hijos muy amados, 2 y lleven una vida de amor, así como Cristo nos amó y se entregó por nosotros como ofrenda y sacrificio fragante para Dios.
Esa vida de amor y entrega ahora se ha de manifestar en las relaciones familiares.
Si bien alguien podría de inmediato señalar que es un término jerárquico, que lo es, ya que significa literalmente "colocar debajo" o "someter," lo importante es notar que tal subordinación es recíproca y voluntaria. El pronombre recíproco, unos a otros, no deja lugar a dudas y establece, de una vez por todas, una diferencia sustancial con cualquier esquema de poder jerárquico, patriarcal y vertical. Es una cualidad mutua y recíproca, horizontal.
La sumisión recíproca se ha de dar por reverencia a Cristo. Ello significa que toda esta sección está impregnada de esa actitud de temor o reverencia al Señor. La sumisión mutua es una clara manifestación de que hemos aprendido a vivir con sabiduría nuestra vida. Quienes no viven así son tontos y tontas. No por una incapacidad mental, sino moral, ya que no atienden a la enseñanza y ejemplo de su maestro y Señor. La sumisión mutua es la forma más sabia de vivir. Es la manera predilecta con la que se han de normar en el ámbito doméstico las relaciones inter-personales en el Reino del Mesías. Si no, miremos a Jesús nuestro Señor. Nadie fue más sabio que Él y él hizo de la sumisión y entrega a los demás la rúbrica de su diario vivir.
Ser "cabeza" significa "amar y servir como Cristo". Es entregar nuestra vida por el bien de nuestro cónyuge (vv. 25-27). Como Cristo mismo lo enseñó:
"Vosotros me llamáis Maestro y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y Señor, he lavado vuestros pies, vosotros debéis lavaros los pies unos a otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió. Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis." Juan 13:13-17 (RV1960).
Jesús usó su autoridad para servirnos y así salvarnos. Nosotros, que de ninguna manera somos superiores a El, debemos seguir su ejemplo. En el camino del servicio se encuentra la genuina felicidad.
El servicio mutuo y abnegado es la mejor y mayor demostración del poder extraordinario del Espíritu Santo. Es el uso del poder para servir como lo ilustra por excelencia Jesús en su vida y ministerio (5:2 cf. con Mt 20:25-28; Mc 10:42-45; Lc 22:24-27; Ro 12:10, Gl 5:3, Flp 2:3, 1 P 5:5). Es el reino al revés.
Al vivir en unión a Cristo (ver arriba 1:1 y 3, el alcance de la frase en Cristo) y practicar la sumisión mutua como quienes han sido injertados en él, es que podemos y queremos hacerlo (Rom 6:5; Juan 15:1-10) a pesar de lo contra-cultural que sea y de lo difícil que resulte, aún en el hogar, someterse a los demás.
En Marcos 10:35-45 Jesús le enseña a sus discípulos y a nosotros cómo se ha de ejercer la autoridad en el Reino de Dios (y por consiguiente en el hogar cristiano):
Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad (autoridad). Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos. Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos (vv. 42-45).
Para reflexionar
En un contexto socio-cultural en que el imperio romano permeaba toda la vida con sus instituciones y prácticas, el hogar cristiano representaba un reducto desde el cual se podía y debía tejer cotidianamente una humanidad alternativa y cualitativamente diferente a la que ya existía. No es una exageración decir que si ese cambio de mentalidad para concebir una manera distinta de vivir en familia no se daba en el seno de los hogares cristianos, no se reflejaría tampoco en la iglesia y mucho menos transformaría la sociedad.
Y sin embargo, nuestro pasaje es, sin duda, uno de los textos más mal entendidos y peor usados en la vida de las iglesias. Un ejemplo contemporáneo es lo que narra Virginia Ramey Mollenkott en un artículo crucial sobre el tema que debe leerse con mucha atención.3 Ella describe la doctrina del "maltrato justo" que como la de la "guerra justa" han desarrollado fundamentalistas evangélicos para justificar y legitimar la violencia doméstica que ejercen en las familias bajo el supuesto cobijo de Efesios 5:21-33. Así lo resume:
Las esposas se deben someter al abuso (físico o verbal) de sus esposos; es su deber como esposas tener sexo cuándo y cómo el esposo decrete; la esposa no debe interferir cuando el esposo golpea a sus hijos; y como el esposo es la cabeza de la familia, las esposas no se han de atrever a intervenir aún cuando el esposo está abusando sexualmente de los hijos... el esposo tiene el derecho de castigar a su esposa cuando, a su juicio, el castigo es necesario para mantener su liderazgo como cabeza, aunque se supone que no la ha de golpear hasta matarla o herirla de manera permanente. (Mollenkott 2003:39-40).
Ante esta triste e indignante realidad tenemos el texto de Efesios con una perspectiva que, lejos de servir de apoyo a las actitudes descritas, plantea una ética familiar alternativa al imperio romano de entonces y a nuestras culturas contemporáneas. En el imperio romano, el pater familias tenía un poder absoluto sobre su familia. La mujer, que llamaba a su esposo señor, ocupaba "una posición socialmente subordinada, políticamente nula y económicamente relativa" y dependiente (Arens, 86). Los hijos, subordinados a sus padres, ocupaban una escala inferior a éstos y les debían una obediencia total. Los esclavos de la familia venían al final. Así era la sociedad greco-romana: patriarcal, jerárquica y piramidal. Y esa estructura era legitimada teológicamente como voluntad de los dioses. Así es como hoy día muchos creen que debe estructurarse la familia cristiana. 4 En ese contexto imperial, como ante nuestra realidad, Pablo plantea una familia sustancialmente distinta, y por ello alternativa a la sociedad dominante. Ya desde el inicio, la humildad y la diakonia-servicio (4:2 y 12) se han privilegiado como actitudes sine qua non de la nueva humanidad. Estas virtudes se condensan en el amor (ver arriba 5:1-2). La visión bíblica de la vida en comunidad es la de una sociedad igualitaria en la que las jerarquías tradicionales se convierten en ocasión para el servicio: el primero debe actuar como el que sirve; la cabeza como el esclavo. Mandar sirviendo. Ese es el modelo enseñado y modelado por la cabeza de la Iglesia, Jesús, y es paradigma inevitable y necesario de quienes se dicen sus seguidores (ver arriba 5:1-2). La sumisión mutua (5:21), voluntaria y surgida del amor, es la mejor manera de escribir el poema de Dios, poema de armonía y shalom.
Si ya Jesús había establecido una sociedad igualitaria, normada por el amor y sumisión mutuas, no podría ni siquiera imaginarse que el hogar cristiano fuera una excepción. Por el contrario, es allí donde ha de empezar a mostrarse una ética de "renuncia a la dominación," que será cualitativamente distinta a la de la cultura dominante. Por todo ello, cuando en 5:21 el autor establece la sumisión y servicio mutuos como el fundamento de las relaciones domésticas, no está haciendo más que reiterar lo que ya ha dicho con respecto a lo que debe ser normal y normativo en la iglesia. Así es la Iglesia que Jesús quería.
Domingo 26 (entre el 25 de septiembre y el primero de octubre) del segundo tiempo ordinario
La vida Cristiana en la iglesia
Pasaje Bíblico: Efesios 4:1-16
Texto clave: "solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz". (Ef.4:3)
Objetivo: Que entendamos y llevemos a la práctica la enseñanza bíblica de que la participación de todos los miembros en la vida y misión de la iglesia es esencial para el crecimiento y unidad de la misma.
La vida Cristiana en la iglesia
Creemos que la Iglesia ha sido creada por Dios y está constituida por hombres y mujeres que han sido llamados a ser miembros de un organismo vivo, el Cuerpo de Cristo, el cual se manifiesta en congregaciones locales. Creemos que la participación de todos los miembros en la vida y misión de la Iglesia es esencial para la vida del cuerpo. Creemos asimismo que la unidad de la Iglesia hace visible el mensaje de reconciliación en Cristo y que, consecuentemente, el divisionismo se opone al propósito de Dios. Afirmamos que la misión de la Iglesia ha sido y sigue siendo la proclamación de los hechos poderosos de Dios, que incluye la obra de redención, restauración y consumación final en Jesucristo. La Iglesia proclama el Evangelio por medio de la predicación del Evangelio, la enseñanza relativa al propósito de Dios para el hombre y la Creación, y el servicio a la humanidad en su situación histórica. Pero también lo proclama en términos de la presencia en el mundo de vidas que, ya sea individualmente, ya sea comunitariamente, reflejan a Jesucristo.
Pacto de Itaicí, sección IV, párrafo 11.
Exposición Bíblica-teológica de efesios
La visión sobre el plan redentor de Dios para la humanidad y para toda su creación es tan amplia como lo son su amor y gracia. Es fundamental tener claro el papel estratégico que la iglesia está llamada a jugar en ese plan para entender la urgencia de las exhortaciones paulinas en la segunda parte de Efesios.
Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo colaboran armoniosamente para llevar a cabo el plan redentor de shalom para toda la creación que se resume en la reconciliación y unión de todas las cosas bajo el señorío de Jesús el Mesías (1:9,10). El Padre así lo ha planeado para manifestar su abundante amor (1:3-6; 2:4-10). El Hijo ha venido al mundo para realizar ese plan como artesano del shalom por medio de su sacrificio en la cruz (1:7-12; 2:14-18) y su exaltación al lugar supremo de poder en toda la creación, la diestra de Dios. Así, con toda autoridad y poder, ha hecho del reinado de Dios en este mundo una realidad ya iniciada, no consumada (1:20-23). El Espíritu Santo, Señor y dador de vida, ha iniciado la nueva creación, dando vida a la nueva humanidad de Dios, la iglesia (1:13-14; 2:1-10), y empoderándola con su presencia, fruto y dones para que sea artesana del shalom.
La iglesia constituye las primicias de la nueva creación de Dios (1:13-14), una nueva humanidad (2:15), unida bajo el reinado de Jesús el Mesías (1:10); es poema de Dios para mostrar su amor y gracia (2:7, 10); es, también, artesanía de Jesús, quien por medio de su muerte en la cruz, ha hecho posible la reconciliación de judíos y gentiles en un solo cuerpo (2:11-22); la iglesia es fruto del Espíritu Santo, quien con su presencia y poder ha hecho brotar la nueva vida en este mundo decadente.
El apóstol entiende y realiza su ministerio en conformidad al plan reconciliador de Dios: Shalom para toda su creación. En consecuencia, con plena conciencia de su indignidad, y por ello con profunda humildad, describe su servicio como el de un diacono/servidor llamado a proclamar el evangelio de la paz y a entretejerlo en la vida de las iglesias (3:1-13). Es un evangelio incluyente y reconciliador, igualitario y creador de una comunidad en la que hay lugar, en igualdad de condiciones y privilegios, para todas y todos. Tremendo desafío en un mundo marcado por las murallas, discriminaciones y divisiones.
Por ello es que Pablo ora con intensidad y enorme confianza por los cristianos de Asía Menor (1:15-19; 3:14-21). Ruega que sean capaces de apropiarse del poder que les da la presencia del Espíritu (1:19), a fin de vivir a la altura de su vocación (4:1). Suplica con intensidad que entiendan claramente su vocación como artesanos del shalom de Dios (1:15-18) a fin de que así se empeñen a realizar con determinación su misión reconciliadora en el mundo.
Puesto que los cristianos ya han experimentado el poder del Espíritu Santo cuando pasaron de la muerte a la vida, por el poder de la Palabra y el Espíritu (1:13-14) y por la gracia de Dios en Cristo (2:1-10), ahora, como una comunidad renovada, deben tomar plena conciencia de ese poder para su tarea. El Espíritu les ha de ayudar a conocer y experimentar en su plenitud el amor de Cristo (3:14-19) y así podrán manifestarlo a los que gobiernan el cosmos (3:10) y a su propia sociedad (5:6-17).
Todo ello encuentra su lugar estratégico en el llamado a realizar una transformación radical de las relaciones en el seno de la familia (5:18-6:9). Así es como se enfrenta, con sabiduría e integridad moral, las batallas que la iglesia vive permanentemente con las autoridades y gobernadores que dominan este mundo (6:10-20).
Cuando la Iglesia vive a la altura de su vocación, se constituye en un fiel instrumento de Dios en la creación de una nueva humanidad bajo el señorío de Jesús el Mesías. Las armas del pueblo de Dios son de carácter ético y consisten en la imitación de Jesús para vivir con humildad y armonía como artesanas y artesanos del Shalom. Así es como se vive para la gloria de Dios.
A partir del capítulo 4, el lenguaje se torna exhortativo y los imperativos y mandatos abundan. Esto se deriva de la revelación del carácter reconciliador y pacificador del Evangelio. Todo lo que Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo han hecho por nosotros (caps. 1 al 3) es una demanda para vivir de una manera distinta. A la luz del plan eterno de Dios, de la obra de Jesús en la cruz para hacer la paz, y del poder del Espíritu que obra extraordinariamente en la vida de los cristianos, éstos son convocados a vivir a la altura de su llamamiento: como primicias de la nueva creación, como el poema escrito por Dios, como expresión tangible del shalom de Dios.
Ello significa que, empoderados por el Espíritu, nos vistamos, como es propio de la nueva humanidad, con las virtudes que caracterizaron a Jesús, el Mesías: la humildad, mansedumbre, tolerancia y amor; es demostrar el fruto del Espíritu (4:1-6) y usar los dones (4:7-16) que el mismo Espíritu da, para mantener la unidad y trabajar con empeño en la reconciliación y construcción paciente de esa nueva creación de Dios en Cristo.
En eso consiste la misión de la Iglesia en el mundo. Una misión de servicio y entrega sacrificial de la vida para el bien de los demás (imitando así a su Señor Jesús). Una misión para la cual los miembros de la iglesia trabajan unidos en armonía y solidaridad, entretejiendo cotidianamente la re-conciliación en el mundo. (Ávila, Efesios, Kairos).
Para reflexionar
Afirmamos que la unidad visible de la Iglesia en la verdad es el propósito de Dios. La evangelización también nos invita a la unidad, puesto que la unidad fortalece nuestro testimonio, así como la falta de unidad menoscaba nuestro evangelio de reconciliación. Reconocemos, sin embargo, que la unidad organizacional puede tomar muchas formas y no necesariamente sirve a la causa de la evangelización. No obstante, los que compartimos la misma fe bíblica debemos estar estrechamente unidos en comunión, trabajo y testimonio. Confesamos que nuestro testimonio ha estado a veces marcado por un individualismo pecaminoso y una duplicación innecesaria. Nos comprometemos a buscar una unidad más profunda en la verdad, la adoración, la santidad y la misión. Urge el desarrollo de una cooperación regional y funcional para el avance de la misión de la iglesia, el planeamiento estratégico, el ánimo mutuo y el compartir de recursos y experiencia. (Jn. 17:21, 23; Ef .4:3, 4; Jn. 13:35; Fil. 1:27; Jn. 17: 11-23)
Pacto de Lausana, sección 7.
Nuestro mundo está plagado de violencia, terror y exclusión social. La destrucción de la vida de familias, sociedades y naciones por organizaciones criminales internacionales (cárteles de droga, de tráfico de personas) parece marchar inexorablemente e imponerse como parte de la normalidad de la vida. Para muchos, tanto individuos como naciones, esa es la manera de construir la vida social.
El Mercado impone desde los medios masivos de comunicación su estilo de vida basado en el consumo desmedido y siempre estimulado. "Compro, luego existo" define la existencia de millones de personas y moldea la forma de vivir de mujeres y hombres. El gran imperio transnacional, comercial y militar, impone también formas de vida "democráticas" y determina en qué términos se ha de dar la convivencia humana. El modelo neoliberal engendra “una sociedad segregadora en la que sólo cuentan quienes pueden producir, comprar y consumir, pero sólo mientras sean capaces de ello”. (J. Moltmann 1987:20)
En este contexto, la misión de la Iglesia cobra relevancia y urgencia. La Iglesia está llamada a anunciar que la única posibilidad de construir una nueva sociedad y un mundo mejor es sobre la base del sacrificio de Jesús, que nos reconcilia con Dios, unos con otros y con la creación.
El anuncio de la Iglesia, el Evangelio, se ha de dar verbalmente, pero sobre todo planteando en medio de la sociedad una forma de vida alternativa; una ética que desafía, modela e invita a la entrega voluntaria de la vida para el bienestar de los demás, como lo hizo Jesús. La pedagogía de los líderes de la iglesia tiene como tema central la formación en la diakonia o servicio. La diaconía es el camino y el modelo que somos llamados a transitar. Eso es lo que significa ser iglesia. La unidad es nuestra vocación fundamental como artesanos del Shalom en medio de un mundo violentado con violencia, guerras y terrores.
"El servicio es el único camino de la comunidad para hacer visible el amor con el que Dios viene a reencontrarse continuamente con la humanidad. Por eso la Iglesia es una comunidad que nació para servir y es el instrumento para que la fuerza espiritual de las comunidades se haga presente en el mundo tan necesitado en todos los órdenes. Así, las comunidades cristianas podrán dar fe de su renuncia al poder terrenal y de su apuesta irrestricta por el servicio al que son llamadas."
(L. Cervantes-Ortiz, Koinonía y diaconía. Lupa Protestante, 10 de julio del 2013)
La diakonia según 4:12 es la meta de los dones dados a la Iglesia. Ella define su carácter y misión. Es parte central de su identidad como la nueva humanidad creada en el Mesías Jesús. Por ellos es que “Sin diaconía, la teología queda privada del testimonio vivo de la transmisión ejemplar del amor de Dios al mundo a través de la comunidad, la cual no actúa en propio provecho, sino que, como Cuerpo de Cristo que es, transmite al prójimo, en la fe, los diferentes dones de gracia que ha recibido….
La diaconía es la forma necesaria de existencia y la configuración social constitutiva de la Iglesia”.
(Theodor Schober, pp.7 y 11, prólogo a Moltmann 1987, énfasis nuestro).
La diaconía, como servicio para el bienestar común, significa un estilo de vida en que la vida comunitaria es cualitativamente distinta y alternativa a los modelos sociales y políticos que la sociedad crea. Es por ello inclusiva, igualitaria, solidaria y sorprendentemente de personas desiguales.