El segundo tiempo ordinario es un tiempo de mucha flexibilidad en cuanto a los temas a tratar. Siguiendo las temáticas comunes a este período, este mes sugerimos una serie de reflexiones sobre la Santa Cena, Cena del Señor o Eucaristía, propia de este tiempo ordinario. Éstas se pueden usar como una serie de siete devocionales familiares la semana antes de la celebración de la Cena del Señor (se tendrían que imprimir y distribuir entre los miembros de la iglesia). En iglesias que celebran la Eucaristía cada mes, sugerimos estos temas para los sermones de las cuatro o cinco semanas anteriores. Ofrecemos aquí bosquejos comentados para los sermones.
La Eucaristía o Cena del Señor fue uno de los temas más debatidos en los días de la Reforma protestante. Algunos la entienden como transubstanciación, es decir, que Cristo se convierte en los mismos elementos materiales del pan y del vino. Otros hablan de la consubstanciación, y dicen que Jesús glorificado está presente con los elementos. Otros más interpretan la presencia de Cristo en sentido espiritual y dicen que Cristo está presente en los elementos de manera espiritual y así nos alimenta de su presencia. Por último, hay quienes entienden la Cena del Señor como un memorial que en el acto de recordar la muerte del Señor, su presencia nos llena y da vida.
En todos los casos, debemos recordar que nos encontramos ante un misterio sagrado que Dios ha instituido para darnos vida en comunidad: La Cena del Señor “es compromiso y vivencia, toma de conciencia del pueblo de Dios.”
Domingo 14 del segundo tiempo ordinario (entre el 3 y el 9 de julio)
La muerte del Señor
Lectura bíblica: l Corintios 11 :23-26
23 Yo recibí del Señor lo mismo que les transmití a ustedes:
Que el Señor Jesús, la noche en que fue traicionado, tomó pan,
24 y después de dar gracias, lo partió y dijo: «Este pan es mi cuerpo,
que por ustedes entrego; hagan esto en memoria de mí.»
25 De la misma manera, después de cenar, tomó la copa y dijo:
«Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; hagan esto,
cada vez que beban de ella, en memoria de mí.»
26 Porque cada vez que comen este pan y beben de esta copa,
proclaman la muerte del Señor hasta que él venga.
Cuando el apóstol Pablo nos recuerda la institución
de la Cena del Señor, empieza por recordarnos
su origen histórico, es decir, la noche en que fue
traicionado, el día previo a su muerte.
Las palabras que nuestro Señor usó también apuntan a su dolorosa muerte: esto es mi cuerpo que por ustedes es partido… esta es mi sangre del nuevo pacto que por muchos es derramada…(Mt 26:28).
La muerte de Jesús el Mesías es el eje y núcleo de este memorial.
Uno de los pasajes que nos enseñan acerca del valor
y significado de la muerte de Jesús para nosotros
es Isaías 53. Hay que leerlo y se puede leer durante
el culto.
La muerte de Jesús significa nuestra vida;
su condenación por nuestra salvación, su separación
y abandono de parte de Dios es nuestra
plena comunión con Dios.
¡Consideren bien esto!
Domingo 15 del segundo tiempo ordinario (entre el 10 y el 16 de julio)
Una celebración continua
Lectura bíblica: Lucas 22:7-20
7 Cuando llegó el día de la fiesta de los panes sin levadura, en que debía sacrificarse el cordero de la Pascua, 8 Jesús envió a Pedro y a Juan, diciéndoles:
—Vayan a hacer los preparativos para que comamos la Pascua.
9 —¿Dónde quieres que la preparemos? —le preguntaron.
10 —Miren —contestó él—: al entrar ustedes en la ciudad les saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo hasta la casa en que entre, 11 y díganle al dueño de la casa: “El Maestro pregunta: ¿Dónde está la sala en la que voy a comer la Pascua con mis discípulos?” 12 Él les mostrará en la planta alta una sala amplia y amueblada. Preparen allí la cena.
13 Ellos se fueron y encontraron todo tal como les había dicho Jesús. Así que prepararon la Pascua.
14 Cuando llegó la hora, Jesús y sus apóstoles se sentaron a la mesa. 15 Entonces les dijo:
—He tenido muchísimos deseos de comer esta Pascua con ustedes antes de padecer, 16 pues les digo que no volveré a comerla hasta que tenga su pleno cumplimiento en el reino de Dios.
17 Luego tomó la copa, dio gracias y dijo:
—Tomen esto y repártanlo entre ustedes. 18 Les digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios.
19 También tomó pan y, después de dar gracias, lo partió, se lo dio a ellos y dijo:
—Este pan es mi cuerpo, entregado por ustedes; hagan esto en memoria de mí.
20 De la misma manera tomó la copa después de la cena, y dijo:
—Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que es derramada por ustedes.
Cuando el Señor instituyó la Santa Cena (celebración que de una manera tangible nos hace presentes los beneficios de su muerte), les indicó claramente a los discípulos su deseo de que tal celebración se realizara continua y repetidamente hasta el día de su venida.
El imperativo hagan esto no solo nos indica la necesidad y obligación que tenemos de hacerlo, sino también el hecho de que hemos de hacerlo continuamente, todas las veces que podamos.
Es importante que sea asi porque esta celebración es un medio por el cual Dios nos sostiene y fortalece en el camino de la salvación. Es un medio por el cual nos sustenta con su gracia. Es un medio eficaz por el cual el acontecimiento central que hizo posible nuestra salvación, la muerte de Cristo, se hace presente en nuestra experiencia cristiana con su poder salvador, su muerte nos da vida.
¡Consideren bien esto!
Domingo 16 del segundo tiempo ordinario (entre el 17 y el 23 de julio)
La venida del señor
Lectura bíblica: Mateo 26:17-29
17 El primer día de la fiesta de los Panes sin levadura, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
—¿Dónde quieres que hagamos los preparativos para que comas la Pascua?
18 Él les respondió que fueran a la ciudad, a la casa de cierto hombre, y le dijeran: «El Maestro dice: “Mi tiempo está cerca. Voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos.” » 19 Los discípulos hicieron entonces como Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua.
20 Al anochecer, Jesús estaba sentado a la mesa con los doce. 21 Mientras comían, les dijo:
—Les aseguro que uno de ustedes me va a traicionar.
22 Ellos se entristecieron mucho, y uno por uno comenzaron a preguntarle:
—¿Acaso seré yo, Señor?
23 —El que mete la mano conmigo en el plato es el que me va a traicionar —respondió Jesús—. 24 A la verdad el Hijo del hombre se irá, tal como está escrito de él, pero ¡ay de aquel que lo traiciona! Más le valdría a ese hombre no haber nacido.
25 —¿Acaso seré yo, Rabí? —le dijo Judas, el que lo iba a traicionar.
—Tú lo has dicho —le contestó Jesús.
26 Mientras comían, Jesús tomó pan y lo bendijo. Luego lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciéndoles:
—Tomen y coman; esto es mi cuerpo.
27 Después tomó la copa, dio gracias, y se la ofreció diciéndoles:
—Beban de ella todos ustedes. 28 Esto es mi sangre del pacto, que es derramada por muchos para el perdón de pecados. 29 Les digo que no beberé de este fruto de la vid desde ahora en adelante, hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo en el reino de mi Padre.
La celebración de la Santa Cena no solo dirige nuestra atención hacia el pasado, hacia el momento histórico en que se sentaron los cimientos de nuestra salvación (la cruz de Cristo), sino que también dirige nuestra fe hacia el futuro, hacia el momento glorioso en que nuestra salvación será consumada: la venida gloriosa del Señor.
La Santa Cena es un testimonio y confirmación de nuestra comunión con Cristo. Comunión en su padecimientos, en su muerte, en su resurrección, en su gloria. El cenar juntos para los antiguos orienta les era una de las mejores expresiones de comunión, de compañerismo. Era la máxima expresión de compañerismo, de solidaridad, de amistad.
La Santa Cena es una anticipación de aquel momento glorioso en que cenaremos con nuestro Salvador en la gloria. Entonces nuestra comunión será total y completa, entonces nuestro gozo será cumplido y nadie nos lo quitará.
Esta experiencia nutre la esperanza. La esperanza es inconformidad con la realidad cotidiana. Es mirar más allá de la normalidad de este mundo y advertir que hay otro mundo en ciernes. Es avisorar las señales de vida en medio de la muerte y aferrarse a esa visión. Es creer que la vida puede brotar del valle de los muertos (Ezequiel 37); es afferrarse a la esperanza cierta de que del desierto puede brotar de nuevo el jardín del Edén (Isaías 35); es la certeza de que, en medio de la desolación y el yermo, puede brotar el retoño o renuevo del tronco muerto (Isaías 11).
¡Consideren bien esto!
Domingo 17 del segundo tiempo ordinario (entre el 24 y el 30 de julio)
La necesidad de un autoexamen
Lectura bíblica: l Corintios 11:27-34
27 Por lo tanto, cualquiera que coma el pan o beba de la copa del Señor de manera indigna, será culpable de pecar contra el cuerpo y la sangre del Señor. 28 Así que cada uno debe examinarse a sí mismo antes de comer el pan y beber de la copa. 29 Porque el que come y bebe sin discernir el cuerpo, come y bebe su propia condena. 30 Por eso hay entre ustedes muchos débiles y enfermos, e incluso varios han muerto. 31 Si nos examináramos a nosotros mismos, no se nos juzgaría; 32 pero si nos juzga el Señor, nos disciplina para que no seamos condenados con el mundo.
33 Así que, hermanos míos, cuando se reúnan para comer, espérense unos a otros. 34 Si alguno tiene hambre, que coma en su casa, para que las reuniones de ustedes no resulten dignas de condenación.
Debido a la seriedad e importancia del sacramento de la Santa Cena, el apóstol Pablo nos llama la atención al hecho de que hemos de participar del mismo de una manera digna, que hemos de prepararnos.
La preparación consiste en un examen profundo y concienzudo de nuestra vida cristiana. ¿Cómo la estamos viviendo? ¿Existen pecados a los que no hemos renunciado? ¿Nos hemos esforzado por cumplir fielmente con nuestra vocación de cristianos?
Al mismo tiempo es un llamado a discernir el cuerpo del Señor. Esto se refiere, por el contexto del pasaje, a la iglesia como cuerpo de Cristo. Durante la celebración de la eucaristia los cristianos también tenían una comida comunitaria llamada agape, un reconocimiento del amor que se debían entre sí. El problema que tenían los cristianos de Corinto era que la clase social pesaba más que la solidaridad con la familia de Dios. Hacían la comida agape sin tomar en cuenta a los cristianos y cristianas más pobres. Como dice Pablo, 21 porque cada uno se adelanta a comer su propia cena, de manera que unos se quedan con hambre mientras otros se emborrachan. 22 ¿Acaso no tienen casas donde comer y beber? ¿O es que menosprecian a la iglesia de Dios y quieren avergonzar a los que no tienen nada? ¿Qué les diré? ¿Voy a elogiarlos por esto? ¡Claro que no!
La Cena del Señor no solo es una celebración de nuestra comunión con Jesús sino también de la comunión que tenemos y experimentamos con otros creyentes, con su iglesia, con su cuerpo.
Por ello la Santa Cena no es un acto meramente personal e individual; es un acto comunitario en el que experimentamos de una manera rica y profunda otra dimensión de nuestra comunión con Dios al tener comunión con su pueblo.Somos un cuerpo; tenemos un Espíritu; fuimos llamados a una misma esperanza; tenemos un mismo Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre. La Santa Cena es un testimonio vivo de esa unidad y también una oportunidad para experimentarla en .. todas dimensiones.
Hemos de confesar nuestros pecados, personales y comunitarios. Pidamos a Dios que El perdone todos y cada uno de los pecados que contra El hemos cometido. Confesémoslos también no sólo en general sino también en particular.Y tomemos conciencia de las maneras en que discriminamos y hacemos menos a los miembros sin recursos económicos.
Pidamos a Dios que por su Espíritu nos ayude a ver nuestra condición pecaminosa y que nos mueva a un verdadero arrepentimiento, personal y social.
¡Consideren bien esto!
Domingo 18 del segundo tiempo ordinario (entre el 31 de julio y el 6 de agosto)
(Este es un tema alternativo para esta semana)
Perdonando a Otros
Lectura bíblica: Mateo 18:15-35
Y cuando estén orando, si tiene algo contra alguien, perdónenlo,
Para que también su Padre que está en el cielo les perdona a ustedes sus pecados.
(Marcos 11:25)
Nuestro autoexamen no será completo si descuidamos esta enseñanza básica de las Escrituras. Como creyentes, el perdón de parte de Dios depende del perdón que manifestamos a quienes nos ofenden.
Los incentivos para hacerlo son poderosos.
Pensemos en la parábola de los dos deudores de Mateo 18:15-35 (se puede hacer esta lectura durante el culto). Hemos de perdonar las deudas de otros porque a nosotros se nos ha perdonado una deuda infinitamente mayor. Si de gracia hemos recibido, demos también de gracia.
Si no perdonamos, no seremos perdonados. No podremos mirar el rostro de Dios si no miramos el de nuestro prójimo con una conciencia limpia. No importa que el otro tenga algo contra nosotros, lo importante es que en nuestro corazón no tengamos nada contra él. "Perdónanos, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores."
¡Consideren bien esto!
Domingo del segundo tiempo ordinario (entre el 31 de julio y el 6 de agosto)
Este es otro tema alternativo para esta semana.
Renovemos Nuestros Votos
Lectura bíblica: Romanos 12:1-21
1 Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. 2 No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta.
El amor
Así que hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios ...
La Cena del Señor es un llamamiento y oportunidad a consagrar de nuevo nuestras vidas al Señor, a su iglesia y a su reino. Al experimentar sus innumerables misericordias en esta celebración, renovemos nuestros votos al Salvador.
Romanos 12 nos enseña de una manera excelente en qué ha de consistir nuestra consagración. Es una entrega a Dios en primer lugar. Esto significa que todo nuestro ser se lo hemos de ofrecer como un sacrificio vivo.
Es una dedicación a su iglesia. En los versículos 3 a 16 se nos habla de que hemos de consagrar nuestros talentos y vidas para la edificación y el bien del cuerpo de Cristo, que es la Iglesia.
3 Por la gracia que se me ha dado, les digo a todos ustedes: Nadie tenga un concepto de sí más alto que el que debe tener, sino más bien piense de sí mismo con moderación, según la medida de fe que Dios le haya dado. 4 Pues así como cada uno de nosotros tiene un solo cuerpo con muchos miembros, y no todos estos miembros desempeñan la misma función, 5 también nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo en Cristo, y cada miembro está unido a todos los demás. 6 Tenemos dones diferentes, según la gracia que se nos ha dado. Si el don de alguien es el de profecía, que lo use en proporción con su fe; 7 si es el de prestar un servicio, que lo preste; si es el de enseñar, que enseñe; 8 si es el de animar a otros, que los anime; si es el de socorrer a los necesitados, que dé con generosidad; si es el de dirigir, que dirija con esmero; si es el de mostrar compasión, que lo haga con alegría.
9 El amor debe ser sincero. Aborrezcan el mal; aférrense al bien. 10 Ámense los unos a los otros con amor fraternal, respetándose y honrándose mutuamente. 11 Nunca dejen de ser diligentes; antes bien, sirvan al Señor con el fervor que da el Espíritu. 12 Alégrense en la esperanza, muestren paciencia en el sufrimiento, perseveren en la oración. 13 Ayuden a los hermanos necesitados. Practiquen la hospitalidad. 14 Bendigan a quienes los persigan; bendigan y no maldigan. 15 Alégrense con los que están alegres; lloren con los que lloran. 16 Vivan en armonía los unos con los otros. No sean arrogantes, sino háganse solidarios con los humildes. No se crean los únicos que saben.
Es un servicio al mundo. Los versículos 17 a 21 nos muestran que nuestras relaciones con los creyentes se han de caracterizar por el amor, el perdón y la abnegación.
17 No paguen a nadie mal por mal. Procuren hacer lo bueno delante de todos. 18 Si es posible, y en cuanto dependa de ustedes, vivan en paz con todos. 19 No tomen venganza, hermanos míos, sino dejen el castigo en las manos de Dios, porque está escrito: «Mía es la venganza; yo pagaré», dice el Señor. 20 Antes bien,
«Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer;
si tiene sed, dale de beber.
Actuando así, harás que se avergüence de su conducta.»
21 No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence el mal con el bien.
Que Dios nos conceda que hoy renovemos nuestra consagración en verdad.
¡Consideren bien esto!