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Amar a Dios Amando al Pobre

Lecciones para el culto público desde el calendario litúrgico del Antiguo Testamento Las grandes fiestas litúrgicas del pueblo de Dios en la Torá.

9 »No opriman al extranjero, pues ya lo han experimentado en carne propia:
ustedes mismos fueron extranjeros en Egipto.
10 »Seis años sembrarás tus campos y recogerás tus cosechas,
11 pero el séptimo año no cultivarás la tierra.
Déjala descansar, para que la gente pobre del pueblo obtenga de ella su alimento,
y para que los animales del campo se coman lo que la gente deje.
»Haz lo mismo con tus viñas y con tus olivares.
12 »Seis días trabajarás, pero el día séptimo descansarán tus bueyes y tus asnos, y recobrarán sus fuerzas los esclavos nacidos en casa y los extranjeros.
13 »Cumplan con todo lo que les he ordenado."

Exodo 23:9-13

Estas palabras, que son como prefacio a las fiestas anuales que los israelitas debían celebrar (Ex 23:14-17), corresponden a la legislación más antigua sobre la manera en que Israel debía adorar a Dios. Es en extremo interesante que en estas leyes hay una nota constante del cuidado por la tierra y los animales (el año sabático) y por las personas más vulnerables de la sociedad: la gente pobre, los esclavos y los extranjeros o inmigrantes. De allí aprendemos que el culto no era un fín en sí mismo sino que tenía una clara dimensión  misional. En sus prácticas litúrgicas, el pueblo de Dios da testimonio de quién es su Dios, lo que es prioritario para YHWH y la manera en que su pueblo lo hace una realidad en su adoración cotidiana.

Como vimos antes, Dios quiere que la espiritualidad de su piueblo sea intgral y que ningún área de la vida quede separada de la práctica de la fe y la adoración a Dios. Las grandes fiestas en el calendario litúrgico de Israel dejan claro ese interés de Dios.  

Así, el culto era escuela para la vida en sus múltiples relaciones: con nuestro creador y liberador providente, con la gente cercana -prójimos- y la más lejana -los extranjeros- y, por supuesto, con la creación, la tierra que Dios nos dio como mayordomía para cuidarla, servirla y hacerla fructífera. En ese sentido, como dice Pablo, la ley fue nuestra pedagoga (Gal 3:24).  Y de esa manera, “habrá justicia para nosotros.” (Dt 6:25).

Una lectura cuidadosa del culto y celebraciones anuales de Israel (la Pascua, Pentecostés. las Cabañas) nos ayudan a notar un fuerte sentido de cuidado de la creación y del prójimo. Así como el resumen de la ley, dado por Jesús, nos recuerda que el amor a Dios y el amor al prójimo son inseparables, en las ceremonias del culto aprendemos que “si no amamos al hermano a quien podemos ver, mucho menos podemos amar a Dios a quien no podemos ver.  Y Jesucristo nos dio este mandamiento: “Amen a Dios y ámense unos a otros.” (1 Juan 4:20-21 TLA).  

Las grandes fiestas litúrgicas de Israel

Las tres grandes celebraciones anuales eran la Pascua, Pentecostés y la fiesta de las Cabañas (Ex 23:10-17; 34:18-26; Numeros 28 y 29; Deut 16:1-17). Cada una de ellas era  de una semana de duración.

  1. La fiesta del pan sin levadura o la pascua. Una ocasión para recordar, narrar y hacer contemporánea (Brueggemann) la salida de Egipto.

En la narración de Dt 16:1-8 se hace claro que la fiesta es para tener siempre presente en el corazón (re-cordar) “que fue en una noche del mes de aviv cuando el Señor tu Dios te sacó de Egipto”.

  1. La fiesta de la cosecha o de las semanas. Una celebración en que toda la comunidad y en especial los esclavos, los inmigrantes, los levitas, huérfanos y viudas, comían y celebraban juntas la bondad y provisión de Dios evidentes en las cosechas recogidas. 

»Contarás siete semanas a partir del día en que comience la cosecha del trigo. 10 Entonces celebrarás en honor del Señor tu Dios la fiesta solemne de las Semanas, en la que presentarás ofrendas voluntarias en proporción a las bendiciones que el Señor tu Dios te haya dado. 11 Y te alegrarás en presencia del Señor tu Dios en el lugar donde él decida habitar, junto con tus hijos y tus hijas, tus esclavos y tus esclavas, los levitas de tus ciudades, los extranjeros, y los huérfanos y las viudas que vivan en medio de ti. 12 Recuerda que fuiste esclavo en Egipto; cumple, pues, fielmente estos preceptos. (Dt 16:9-12).

  1. La fiesta de las cabañas o el pentecostés. Otra celebración en la que todas y todos en la comunidad estaban presentes y nadie se iba con las manos vacías. Era una celebración de la generosidad de Dios para el pueblo y a favor de los menos favorecidos. En respuesta a la obediencia del pueblo, Dios promete bendecir las cosechas y el trabajo de la gente. Así, al hacer culto, compartir con los necesitados y ser obedientes, “su alegría será completa.”

13 »Al terminar la vendimia y la cosecha del trigo, celebrarás durante siete días la fiesta de las Enramadas. 14 Te alegrarás en la fiesta junto con tus hijos y tus hijas, tus esclavos y tus esclavas, y los levitas, extranjeros, huérfanos y viudas que vivan en tus ciudades. 15 Durante siete días celebrarás esta fiesta en honor al Señor tu Dios, en el lugar que él elija, pues el Señor tu Dios bendecirá toda tu cosecha y todo el trabajo de tus manos. Y tu alegría será completa. (Dt 16:13-15).

El caso de Deuteronomio 26: El credo más antiguo: Diezmos y primicias

No hay duda que Deuteronomio 26 es uno de los pocos pasajes del AT que nos describen la liturgia en el templo en el momento de presentar los diezmos y primicias. Es al mismo tiempo el credo más antiguo que conocemos del pueblo de Israel.

Descubrimos en este pasaje los siguientes elementos del culto:

  • Gratitud: Ante la evidente realidad de la provisión de Dios para sostener la vida, la entrada la tierra prometida y los primeros frutos de la cosecha, el creyente humildemente reconoce la mano generosa de Dios. La acción de gracias sincera es la tierra fértil donde crece el culto. Eso es posible a partir del reconocimiento del hecho de que lo que somos y tenemos son regalos de Dios (vv.1-4). El culto genuino nace de la plena conciencia de lo que Dios ha hecho por nosotros.

»Cuando hayas entrado en la tierra que el Señor tu Dios te da como herencia, y tomes posesión de ella y te establezcas allí, tomarás de las primicias de todo lo que produzca la tierra que el Señor tu Dios te da, y las pondrás en una canasta. Luego irás al lugar donde el Señor tu Dios haya decidido habitar, y le dirás al sacerdote que esté oficiando: “Hoy declaro, ante el Señor tu Dios, que he entrado en la tierra que él nos dio, tal como se lo juró a nuestros antepasados.”

»El sacerdote tomará de tus manos la canasta y la pondrá frente al altar del Señor tu Dios.

Una vez que el adorador toma las primicias de su cosecha, las lleva al templo y las entrega al sacerdote. Entonces hace su confesión de fe, pronuncia su credo.

Entonces tú declararás ante el Señor tu Dios: 

“Mi padre fue un arameo errante, y descendió a Egipto con poca gente. Vivió allí hasta llegar a ser una gran nación, fuerte y numerosa. Pero los egipcios nos maltrataron, nos hicieron sufrir y nos sometieron a trabajos forzados. Nosotros clamamos al Señor, el Dios de nuestros padres, y él escuchó nuestro ruego y vio la miseria, el trabajo y la opresión que nos habían impuesto. Por eso el Señor nos sacó de Egipto con actos portentosos y gran despliegue de poder, con señales, prodigios y milagros que provocaron gran terror. Nos trajo a este lugar, y nos dio esta tierra, donde abundan la leche y la miel. 10 Por eso ahora traigo las primicias de la tierra que el Señor tu Dios me ha dado.” 

  • Memoria: El credo de los vv. 5-10 trae de nuevo al corazón y a la memoria nuestro origen como inmigantes, la esclavitud y explotación que sufrieron en Egipto, el peregrinaje de enormes sufrimientos, su clamor a Dios y la manera en que el Señor los liberó, sostuvo y condujo a una tierra pródiga para la vida (vv.5-10). La entrega de las primicias nace de esta conciencia viva.

  • Entrega a Dios y entrega al otro. El culto a Dios se expresa en nuestra solidaridad con nuestro prójimo en necesidad (vv. 11-12. También Mt 5:21-26; 25:31-46, 1 Co. 11:17-34, Santiago 1:27; 2:14-17, 1 Juan 3:16-18; 4:20-21).

»Acto seguido, pondrás la canasta delante del Señor tu Dios, y te postrarás ante él. 11 Y los levitas y los extranjeros celebrarán contigo todo lo bueno que el Señor tu Dios te ha dado a ti y a tu familia.

12 »Cuando ya hayas apartado la décima parte de todos tus productos del tercer año, que es el año del diezmo, se la darás al levita, al extranjero, al huérfano y a la viuda, para que coman y se sacien en tus ciudades.  

Este acto de culto se vuelve comunitario. La acción de gracias familiar incorpora también a quienes no tienen nada, a quienes no tienen acceso a los medios de sostén para vivir. El levita, el inmigrante extranjero, el huérfano y la viuda se unen a la celebración familiar y esta se convierte en una fiesta del pueblo.

Nadie puede quedarse con hambre. Se comparte la mesa y se descubre una nueva dimensión del culto que no puede ser individualista ni egoista. Por el contrario, el culto se celebra con la plena conciencia de que las bendiciones que Dios nos da para sostener nuestra vida deben compartirse con quienes no tienen acceso a ellas. Eso completa la felicidad y hace del culto una ocasión de solidaridad y justicia para los “condenados de la tierra”.

13 Entonces le dirás al Señor tu Dios:

“Ya he retirado de mi casa la porción consagrada a ti, y se la he dado al levita, al extranjero, al huérfano y a la viuda, conforme a todo lo que tú me mandaste. No me he apartado de tus mandamientos ni los he olvidado. 14 Mientras estuve de luto, no comí nada de esta porción consagrada; mientras estuve impuro, no tomé nada de ella ni se la ofrecí a los muertos. Señor mi Dios, yo te he obedecido y he hecho todo lo que me mandaste.

Continúa el credo, ahora como un testimonio de fidelidad y obediencia. Y en ese acto de obediencia, el pueblo de Dios ha ensanchado su visión y corazón para dar a quienes no tienen y hacerles partícipes de las bendiciones de Dios. Quien ha recibido todo de gracia, de gracia comparte con los marginados. La pedagogía divina expresada en la Torá ha humanizado y sensibilizado a su pueblo para que se abra al marginado sin derechos. Ese acto de obediencia es la base para el ruego esperanzado que sigue a continuación:  

15 Mira desde el cielo, desde el santo lugar donde resides y, tal como se lo juraste a nuestros antepasados, bendice a tu pueblo Israel y a la tierra que nos has dado, tierra donde abundan la leche y la miel.”

  • La bendición de Dios viene como respuesta a nuestra obediencia (vv. 13-15). Se puede tener confianza en que Dios nos bendecirá y seguirá sosteniendo nuestra vida con su generosidad cuando le hemos obedecido y cuando hemos expresado en el culto mismo nuestro amor al prójimo pobre y carente de recursos.

 

  • El culto es un acto de renovación , re-presentación y actualización del pacto de Dios con su pueblo. (vv. 16-19)

16 »Hoy el Señor tu Dios te manda obedecer estos preceptos y normas. Pon todo lo que esté de tu parte para practicarlos con entusiasmo. 17 Hoy has declarado que el Señor es tu Dios y que andarás en sus *caminos, que prestarás oído a su voz y que cumplirás sus preceptos, mandamientos y normas. 18 Por su parte, hoy mismo el Señor ha declarado que tú eres su pueblo, su posesión preciosa, tal como lo prometió. Obedece, pues, todos sus mandamientos.

Finalmente, Moisés y posteriormente el sacerdote, pronuncia las palabras finales de esta bella liturgia de adoración integral con una exhortación a perseverar en la obediencia. Estas palabras del sacerdote hacen eco a la formula del pacto de Dios con su pueblo: Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios.

            El Señor es tu Dios… tú eres su pueblo, su posesión preciosa, tal como lo prometió.