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La vida cristiana: Una liturgia para la gloria de Dios

Por tanto, imiten a Dios, como hijos muy amados, y lleven una vida de amor, así como Cristo nos amó y se entregó por nosotros como ofrenda y sacrificio fragante para Dios.

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La adoración en Efesios: hacer de nuestra vida cotidiana un culto de adoración

Efesios como un culto de adoración

Como señalamos en el artículo anterior, es sumamente interesante que la estrategia comunicativa de la carta es una liturgia de adoración.  El apóstol plantea su mensaje en el formato de un culto a Dios. Lo hace así, porque sin duda, es en el culto donde la persona abre lo más íntimo de su ser a la presencia de Dios. Y es allí, en nuestro corazón, donde se dan las transformaciones más significativas y duraderas, donde se moldea la conciencia, se reforma la identidad y se siembra la visión hacia la cual se orienta nuestra vida. Efesios nos recuerda la importancia de la adoración como práctica y expresión cotidiana de nuestra gratitud y como una estrategia efectiva de transformación del individuo en el contexto de su comunidad de fe y vida. Allí, desde lo profundo del ser, se plantea y entreteje una nueva humanidad, alternativa al imperio y a los dioses en turno. 

Es indudable que los primeros tres capítulos de la carta nos plantean una liturgia acabada. Encontramos allí los siguientes elementos litúrgicos en este orden: salutación, bendición, alabanza, gratitud e intercesión; enseñanza, memoria, reconciliación, testimonio y doxología (1:1-3:21) 

Los primeros tres capítulos

Efesios nos muestra que la visión sobre el plan redentor de Dios para la humanidad y para toda su creación es tan amplia como lo son su amor y gracia. Es fundamental tener claro el papel estratégico que la iglesia está llamada a jugar en ese plan para entender la urgencia de las exhortaciones paulinas en la segunda parte de Efesios.

Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo colaboran armoniosamente para llevar a cabo el plan redentor de shalom para toda la creación que se resume en la reconciliación y unión de todas las cosas bajo el señorío de Jesús el Mesías (1:9,10). El Padre así lo ha planeado para manifestar su abundante amor (1:3-6; 2:4-10). El Hijo ha venido al mundo para realizar ese plan como artesano del shalom por medio de su sacrificio en la cruz (1:7-12; 2:14-18) y su exaltación al lugar supremo de poder en toda la creación, la diestra de Dios. Así, con toda autoridad y poder, ha hecho del reinado de Dios en este mundo una realidad ya iniciada, no consumada (1:20-23). El Espíritu Santo, Señor y dador de vida, ha iniciado la nueva creación, dando vida a la nueva humanidad de Dios, la ekklesia (1:13-14; 2:1-10), y empoderándola con su presencia, fruto y dones para que sea artesana del shalom.

La ekklesia constituye las primicias de la nueva creación de Dios (1:13-14), una nueva humanidad (2:15), unida bajo el reinado de  Jesús el Mesías (1:10); es poema de Dios para mostrar su amor y gracia (2:7, 10); es, también, artesanía de Jesús, quien por medio de su muerte en la cruz, ha hecho posible la reconciliación de judíos y gentiles en un solo cuerpo (2:11-22); la ekklesia es fruto del Espíritu Santo quien con su presencia y poder ha hecho brotar la nueva vida en este mundo decadente.  

El apóstol entiende y realiza su ministerio en conformidad al plan reconciliador de Dios: shalom para toda su creación. En consecuencia, con plena conciencia de su indignidad y por ello con profunda humildad, describe su servicio como el de un diácono/servidor llamado a proclamar el evangelio de la paz y a entretejerlo en la vida de las iglesias (3:1-13). Es un evangelio incluyente y reconciliador, igualitario y creador de una comunidad en la que hay lugar, en igualdad de condiciones y privilegios, para todas y todos. Tremendo desafío en un mundo marcado por las murallas, discriminaciones y divisiones.

Por ello es que Pablo ora con intensidad y enorme confianza por los cristianos de Asia Menor (1:15-19; 3:14-21). Ruega que sean capaces de apropiarse del poder que les da la presencia del Espíritu (1:19) a fin de vivir a la altura de su vocación (4:1). Suplica con intensidad que entiendan claramente su vocación como artesanos del shalom de Dios (1:15-18) a fin de que así se empeñen a realizar con determinación su misión reconciliadora en el mundo.

Puesto que los cristianos ya han experimentado el poder del Espíritu Santo cuando pasaron de la muerte a la vida, por el poder de la Palabra y el Espíritu (1:13-14) y por la gracia de Dios en Cristo (2:1-10), ahora, como una comunidad renovada, deben tomar plena conciencia de ese poder para su tarea. El Espíritu les ha de ayudar a conocer y experimentar en su plenitud el amor de Cristo (3:14-19) y así podrán manifestarlo a los que gobiernan el cosmos (3:10) y a su propia sociedad (5:6-17).

Capítulos cuatro al seis

En los capítulos 4 al 6 se describe la misión de la iglesia en términos de una artesanía de shalom (4:1-32), de una liturgia que da gloria a Dios (5:1-2) y de una batalla cotidiana (6:10-20). La teología debe servir a la vida. Por profunda que sea, si la reflexión teológica no surge de la vida cotidiana y capacita a la iglesia para su misión, no es el tipo de teología que Dios quiere para su pueblo. Así pues, la ética cristiana (el imperativo caps. 4-6) se deriva directamente de la obra redentora que Dios ha efectuado por medio de su Hijo Jesús y con el poder de su Espíritu Santo (el indicativo caps. 1-3).

Por ello, Pablo lleva las lecciones dadas en los primeros tres capítulos al terreno de la vida diaria. Les ruega a los cristianos que vivan a la altura de su llamado y les instruye sobre la mejor manera de comportarse en el seno de la sociedad en que viven. Las exhortaciones de carácter ético que el apóstol dirige a la iglesia, ponen de relieve el empoderamiento del Espíritu Santo en la vida y relaciones de la comunidad cristiana para afirmar su unidad: El Espíritu produce su fruto para enriquecer las relaciones interpersonales y reparte dones para el servicio o diakonia (4:1-16). Los cristianos deben renunciar cada día a las formas de pensar y actuar del kosmos social que antes les ha (de)formado y armarse de una nueva manera de pensar y actuar conforme a la nueva humanidad en Cristo (4:17-24).

Cada día los cristianos entretejen el shalom transformando las difíciles y a menudo conflictivas relaciones cotidianas que surgen de la vida en comunidad (4:25-32); elaboran con sus acciones de servicio mutuo una liturgia para la gloria de Dios (5:1-2) y llevan a cabo una función profética ante su mundo social con un estilo de vida alternativo (5:3-10) y con su denuncia valiente de la maldad imperante (5:11-14). Así, la iglesia vive con sabiduría discerniendo los tiempos y la presencia de Dios en el mundo (5:15-17).

Todo ello encuentra su lugar estratégico en el llamado a realizar una transformación radical de las relaciones en el seno de la familia (5:18-6:9). Así es como se enfrenta, con sabiduría e integridad moral, las batallas que la ekklesia vive permanentemente con las autoridades y gobernadores que dominan este mundo (6:10-20).

Cuando la iglesia vive a la altura de su vocación, se constituye en un fiel instrumento de Dios en la creación de una nueva humanidad bajo el señorío de Jesús el Mesías. Las armas del pueblo de Dios son de carácter ético  y consisten en la imitación de Jesús para vivir con humildad y armonía como artesanas y artesanos del shalom. Así es como se vive para la gloria de Dios.

El culto cotidiano como lo practicó Jesús

Ya señalamos que el culto no se agota en la primera mitad de la carta. En los capítulos cuatro al seis descubrimos que el culto no termina en el encuentro comunitario donde la iglesia se reúne a dar gloria a Dios. En el centro de esos capítulos, en 5:1-2, nuevamente Pablo nos plantea una nueva intuición: La vida cotidiana se ha de vivir también como una liturgia para la gloria de Dios.

El final de 5:2 provee la base para tal afirmación. La vida de Jesús fue un acto de culto a Dios y la entrega de su vida para nuestro bien fue como un holocausto, como una ofrenda y sacrificio fragante para Dios. La imagen hace referencia a las ofrendas del Antiguo Testamento (Sal 40:6), cuando se expresan en actos de obediencia a la voluntad de Dios, le son agradables. Son como un holocausto de olor grato que sube a la presencia de Dios. 

El final de 5:2 provee la base para tal afirmación. La vida de Jesús fue un acto de culto a Dios y la entrega de su vida para nuestro bien fue como un holocausto, como una ofrenda y sacrificio fragante para Dios. La imagen hace referencia a las ofrendas del Antiguo Testamento (Sal 40:6), cuando se expresan en actos de obediencia a la voluntad de Dios, le son agradables. Son como un holocausto de olor grato que sube a la presencia de Dios. 

Nosotros somos llamados a vivir a la altura de nuestra vocación, imitando a Dios en su amor y generosidad hacia la humanidad y siguiendo el modelo concreto de amor que Jesús nos mostró al entregar su vida por nosotros.

Nuestra vida ética ha de ser una liturgia agradable a Dios, caracterizada por la obediente entrega de nuestra vida para el bien de la comunidad. El mejor culto es el que se efectúa en el trajín de la vida, en la manera en que nos relacionamos con nuestro kosmos social y en la estratégica vida familiar. Allí, desde ese núcleo social, se teje la vida armoniosa de la nueva humanidad y se arma una hermosa liturgia de adoración, con simples pero poderosos actos de entrega y servicio mutuos (5:3-6:9).

Los componentes de esa liturgia, expresados en 10 mandamientos, son:

Desechar la mentira (4:25), ser personas veraces;

Vencer el enojo y la ira (4:26), no permitir que la ira se cultive en nuestro corazón;

Dejar el robo (4:28), trabajar honradamente para el bien de los necesitados.

Evitar toda conversación obscena (4:29), más bien, procurar que nuestras palabras sean bendición y contribuyan a la edificación de los demás.

No agravien al Espíritu Santo de Dios (4:30), conscientes que nuestro comportamiento aflige al Espíritu Santo.  

Abandonen todo tipo de acciones ofensivas (4:31), dejando a un lado actitudes de amargura, ira, enojo, gritos, calumnias y toda forma de malicia.

Sean bondadosos y compasivos unos con otros (4:32a), en imitación de Jesús.

Perdónense mutuamente (4:32b), como Dios los perdonó a ustedes en Cristo.

Imiten a Dios (5:1), porque son hijos muy amados.

Imiten a Jesús (5:2) en su amor-entrega por el bien de los demás. 

Todo esto, la manera en que vivimos en comunidad, constituye un culto de entrega total a Dios, que sube a su presencia como un aroma grato.

El eje central de Efesios

5:1 Por tanto, imiten a Dios, como hijos muy amados

Por tanto introduce la conclusión lógica de lo que el autor acaba de decir en capítulo 4. Al principio del capítulo 5 simplemente lleva el argumento a sus últimas consecuencias. La conducta demandada tiene un alto criterio y norma. La ética del pueblo de Dios se sujeta a los más altos estándares de vida pues se resuelve en la imitatio dei, la imitación de Dios.

imiten a Dios ya era parte esencial de la ética veterotestamentaria (Lev 19:1-2). Jesús ya lo había establecido en el resumen de su enseñanza ética (ver Mt 5:48). Aquí, el apóstol reitera que no hay otra forma mejor de vivir que imitando a Dios.

Como hijos muy amados apela a la tremenda realidad de lo que ya somos. En 1:3-14 y 2:1-10 ya se había celebrado la inefable realidad de que el Dios trino nos hizo suyos, eligiéndonos, muriendo en la cruz y sellándonos como su propiedad. Ciertamente hemos sido grandemente amados por Dios. Por ello, porque fuimos adoptados como hijos (1:5) debemos honrar a nuestro Padre e imitarlo; somos llamados a mostrar que somos sus hijos y que nos parecemos a él. Como lo ha traducido la TLA: Ustedes son hijos de Dios, y él los ama. Por eso deben tratar de ser como él es.

5:2 y lleven una vida de amor, así como Cristo nos amó y se entregó por nosotros como ofrenda y sacrificio fragante para Dios.

y lleven una vida de amor. Las tres virtudes de 4:32, así como todo lo que hemos aprendido en esta amplia sección sobre la ética comunitaria (4:1-6:20), se miran ahora desde otro ángulo: Todo se resume en un andar continuo en el ámbito del amor.

El verbo que aquí se traduce como lleven una vida o vivir sirve para marcar las grandes secciones (4:1, 17; 5:2, 15) de la segunda mitad de la carta (caps. 4-6). El verbo describe la vida cristiana como el diario andar. La significativa metáfora de Juan A. Mackay acerca de la teología del camino aquí se transforma en una ética del camino. Es la ética que se manifiesta en el seguimiento e imitación de Jesús. 

así como Cristo nos amó y se entregó por nosotros. Primero fue la imitación de Dios. Ahora somos llamados a andar en los pasos de Jesús y a mostrar el mismo amor-entrega que él ejemplificó. Es importante no limitar la entrega de Jesús a su sacrificio en la cruz. Sin duda esa es la culminación. Pero su entrega empezó desde su encarnación (Filipenses 2:1-11) y se manifestó con toda su fuerza en su vida pública que los evangelios narran. Cada acto, cada encuentro con diversas personas, sus enseñanzas y sanidades, su predicación y compañerismo con todo tipo de personas, eran muestras de su amor y de la entrega de su vida para beneficio de ellas.

El amor muestra su expresión sublime en una simple verdad: Amar en la entrega de la vida por los demás. No hay en el amor cristiano ningún rasgo de sentimentalismo o romántica evasión de las duras demandas de la realidad. El amor consiste en dar la vida y punto.

Así lo dijo Jesús: "Nadie tiene amor más grande que el dar la vida por sus amigos." (Juan 15:13).

Y cuando Juan se lo recuerda a los cristianos de Efeso, lo presenta de manera concreta e ineludible:  "En esto conocemos lo que es el amor: en que Jesucristo entregó su vida por nosotros. Así también nosotros debemos entregar la vida por nuestros hermanos. Si alguien que posee bienes materiales ve que su hermano está pasando necesidad y no tiene compasión de él, ¿cómo se puede decir que el amor de Dios habita en él? Queridos hijos, no amemos de palabra ni de labios para afuera, sino con hechos y de verdad." (1 Juan 3:16-18)   

Síntesis del pasaje

La ética que ha de caracterizar al cristiano se entreteje en el diario andar, es una ética del camino. Los 10 mandamientos paulinos de esta sección (4:25-5:2) presentan una serie de casos  que, ante la seria realidad del pecado en las relaciones interpersonales, nos llaman a superarla con el ropaje de la justicia, santidad y verdad. 

El corazón de la ética cristiana se encuentra en la imitación de Dios y en el seguimiento del ejemplo de Jesús. Su amor-entrega ha de ser la marca distintiva de nuestras relaciones comunitarias. Ese es el camino estrecho por el que debemos andar como la nueva humanidad de Dios. Solo así se construye cotidianamente el shalom y de esa manera, en las relaciones interpersonales de la vida cotidiana, se eleva una adoración que es agradable a Dios.

Esta es otra manera de hacer de nuestra vida cotidiana un culto de adoración.