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El culto y la santidad como prácticas de la justicia: Levítico 19

"El ministerio y la vida espiritual deben ir siempre juntos. Vivir una vida espiritual es vivir en una comunión ininterrumpida e íntima con el Señor... Vivir una vida de ministerio es dar testimonio de El en medio de este mundo... Cuando nuestro ministerio no emerge de un encuentro personal con Dios, pronto se convierte en una rutina fatigante y en un trabajo aburrido. Al mismo tiempo, cuando nuestra vida espiritual ya no nos guía a un ministerio activo, rápidamente degenera en una introspección y auto-análisis, y así pierde su dinamismo. Nuestra vida en Cristo y nuestro ministerio en su nombre deben ir siempre juntos, tal como los dos maderos de la cruz." Henri Nouwen

La santidad en Levítico 

Podemos aprender mucho de lo que la santidad significa, echando un vistazo al libro de Levítico, que les indicaba a los sacerdotes cómo ser santos. La santidad se expresaba en aquellos días, en su aspecto ceremonial, por medio de una serie de ritos, ofrendas, sacrificios y observancias que de una manera externa simbolizaban la dedicación a Dios (Lv. 1-16). Ser santo significaba estar apartado para el servicio de Dios. Por ello se puede hablar de tiempos, lugares, objetos, animales, personas, etc., que eran "santos".

Sin embargo, el mismo libro de Levítico nos muestra otro aspecto de la santidad. En el centro de la legislación sacerdotal se encuentra el "Código de Santidad" (Lv. 17-27), llamado así por ser esta su tema dominante, lo cual se advierte fácilmente por sus fórmulas frecuentes de santidad.  

Aunque los temas del "Código de Santidad" son heterogéneos (sangre de animales; relaciones sexuales; relaciones humanas éticas; cultos prohibidos; personas, porciones, lugares, tiempos y nombres sagrados; años sabático y jubilar), todos ellos, en conjunto, nos ofrecen una perspectiva de la santidad que desborda lo místico, ritual y cúltico para permear todas las áreas de la vida. En otras palabras hay una fuerte nota acerca del carácter ético-moral de la santidad y del hecho de que esta se debe manifestar en la vida familiar y comunitaria.

Además, el mandato central de dicho Código consiste en el amor al prójimo (Lv. 19:18), que no es otra cosa que el cumplimiento de la responsabilidad social (amor al prójimo), la práctica de la ética comunitaria y de la vocación fundamental del ser humano: hacer justicia. 

La Centralidad de Levítico 19

Vamos a explorar el tema de la santidad y el culto y haremos un análisis cuidadoso de Levítico 19 para ilustrar no solo que la santidad se ha de expresar en todos los aspectos de la vida, sino también que el culto a Dios tiene una dimensión social y comunitaria que es fundamental. De hecho, en este capítulo domina el tema de los deberes con el prójimo.

La designación "Código de Santidad" obedece al hecho de que en esta sección el tema dominante es que Dios ha llamado a Israel a la santidad (véase Ex. 19:4-6): Sean santos porque yo, el Señor su Dios, soy santo. (Lv. 19:1). 

Como indicamos anteriormente, resulta sumamente interesante que en el "Código de Santidad", esta es explicada en términos de una obediencia a los variados mandamientos que abarcan todas las áreas de la vida, y que en particular se refieren a las relaciones con el prójimo, es decir, a la vida en comunidad. También, aprendemos que el culto que expresa el amor a Dios incluye de manera contundente expresiones concretas de amor a Dios, de actos de justicia a favor del prójimo. Pasajes de culto y de amor al prójimo aparecen juntos. 

El énfasis en la santidad (de Lv. 19) evoca los pasajes de Éxodo 19:4-6 y Dt. 5:1-6, que son parte del preámbulo a los 10 mandamientos. De hecho, en Levítico 19 se encuentran suficientes alusiones formales a Éxodo 20 y Dt. 5 que indican que Levítico 19 es una exposición de Éxodo 20.

Análisis de Levítico 19 

Sean santos, porque yo, el Señor su Dios, soy santo.

Notamos que el segundo versículo del capítulo 19 empieza con un llamado a la santidad: "Sean santos", y una justificación categórica: "porque yo, el Señor su Dios, soy santo.

La estructura de los mandatos en el Antiguo Testamento se caracteriza por el hecho de que los imperativos ("sean santos") se basan en un indicativo ("el Señor su Dios, soy santo).Este hecho no solo proveyó a Israel de una poderosa y saludable motivación, sino también de un modelo. Así nació la imitación de Dios como una característica fundamental de la ética bíblica. Jesús mismo indicaría que la vida cristiana debe ser una imitación de Dios: "Por tanto, sean perfectos así como su Padre celestial es perfecto" (Mt. 5:48).

Respeten todos ustedes a su madre y a su padre,

y observen mis *sábados. Yo soy el Señor su Dios.

No se vuelvan a los ídolos inútiles, ni se hagan dioses de metal fundido.

Yo soy el Señor su Dios. (vv.3-4).

En el v. 3a hallamos una referencia directa al quinto mandamiento. Es importante resaltar

"el puesto primero que ocupa el precepto sobre los padres. En los decálogos de Ex. 20 y Dt. 5 ocupa el primer puesto de la segunda tabla. Estos emplean el verbo kbd, que es honrar y sustentar; nuestro texto emplea yr', que designa con frecuencia las relaciones con Dios. El lector tardío escucha espontáneamente que el respeto debido a los padres es semejante al respeto (o temor) debido a Dios."

 Luis Alonso Schökel, Los Libros Sagrados. Pentateuco II, Madrid: Ediciones Cristiandad, 1970, p.86).

De esta manera, se intuye que el temor a Dios se ha de expresar en el temor al padre y a la madre. As[i, se ligan las dos tablas de la ley y aprendemos que respetar a los padres es una manera de expresar el respeto a Dios.

Esto además queda claro cuando de inmediato, en los vv. 3b-4 se citan el cuarto (como el v. 30) y el primer y segundo mandamientos. Estos son preceptos sobre el culto exclusivo y recto al Señor. Así se ligan el amor a Dios y al prójimo. 

Cuando le ofrezcan al Señor un sacrificio de comunión,

háganlo de tal manera que el Señor lo acepte de buen grado.

Cómanselo el día en que lo sacrifiquen, o al día siguiente.

Lo que sobre para el tercer día deberán quemarlo.

Si alguien lo come al tercer día, tal sacrificio no le será válido,

pues la carne ya se habrá descompuesto.

Cualquiera que lo coma sufrirá las consecuencias de su pecado

por profanar lo que ha sido consagrado al Señor.

Tal persona será eliminada de su pueblo.

(vv.5-8). 

Los vv. 5-8 indican cómo se ha de realizar la ofrenda de paz, regulando así, una vez más, el culto que el creyente le rinde al Señor. Lo que debemos resaltar es que las indicaciones sobre el culto a Dios, como esta ofrenda de paz o comunión, aparecen junto con mandatos que nos llaman a expresar, por medio de actos concretos, el amor y la justicia hacia los más vulnerables de la Como lo vemos a continuación.

Cuando llegue el tiempo de la cosecha,

no sieguen hasta el último rincón de sus campos

ni recojan todas las espigas que allí queden.

10 No rebusquen hasta el último racimo de sus viñas,

 ni recojan las uvas que se hayan caído. Déjenlas para los pobres y los extranjeros. Yo soy el Señor su Dios. (vv. 9-10).

Estos versículos "quizás se remontan a una vieja costumbre de carácter cúltico: las orillas se ofrecían a la divinidad del campo. En Israel el precepto adquiere un sentido social. (Véase Dt. 24:19 y la historia de Ruth," Schökel, Ibid., p.87).  

En otras palabras, aquí descubrimos el profundo interés que Dios tiene por los pobres y extranjeros. Una práctica que entre los paganos tenía un sentido exclusivamente ceremonial, entre los israelitas desborda el ámbito del culto, sin dejar por ello de ser profundamente espiritual, para manifestarse como un acto de solidaridad social con los desheredados de la tierra. 

No roben.

No mientan.

No engañen a su prójimo. (v.11). 

Aquí se repite el octavo mandamiento del decálogo y se añaden dos más subrayando su sentido comunitario: el deber mutuo que tenemos que expresar en el culto. Mi responsabilidad de ser honesto y no apropiarme de lo que pertenece a mis semejantes debe ser parte del culto si este ha de ser integro, sincero y aceptado por Dios. (ver los Salmos 15 y 24).

No juren en mi nombre solo por jurar, ni profanen el nombre de su Dios.

Yo soy el Señor.

En el v. 12 se repite el tercer mandamiento, jurar falsamente, que es con frecuencia un acto cometido contra el prójimo. El falso juramento que perjudica al prójimo es una profanación del nombre de Dios. Nuevamente, el daño al prójimo afecta directamente la honra de Dios. 

No explotes a tu prójimo, ni lo despojes de nada.

No retengas el salario de tu jornalero hasta el día siguiente.

(v.13). 

Ahora se ilustra con circunstancias concretas (político-laborales) la violación del octavo mandamiento: explotación, expropiación y detención del salario (Véase Dt. 24:14; Jer. 22:13; Mal. 3:5). Nuestras prácticas laborales determinan si nuestro culto a Dios es aceptable.

No maldigas al sordo, ni le pongas tropiezos al ciego,

sino teme a tu Dios. Yo soy el Señor. (v. 14)

Aquí se prohíbe abusar de quienes se hallan impedidos físicamente (sordo y ciego) y se apela al temor de Dios como motivación última. En otras palabras, la santidad se debe expresar en relaciones de amor y compasión hacia los necesitados y no de abusos y escarnio. Debemos preguntarnos ¿qué hacemos en el hogar y en nuestras iglesias para facilitar la vida de personas con discapacidades y promover un trato digno a ellas?

La piedad y respeto a Dios se manifiestan respetando a quienes se hallan en situaciones desventajosas a causa de sus limitaciones físicas.

No perviertas la justicia, ni te muestres parcial en favor del pobre o del rico,

sino juzga a todos con justicia. (v.15).

Este versículo demanda un juicio imparcial de quienes están encargados de administrar la justicia: ni la pobreza por un lado, ni la influencia (grandeza humana) deben afectar la práctica de la justicia. Cuando los jueces adoran a Dios, deben recordar su deber en las cortes. Como nos recuerda el Salmo 15:1-2,

¿Quién, Señor, puede habitar en tu santuario?

¿Quién puede vivir en tu santo monte?

 Solo el de conducta intachable,

que practica la justicia

y de corazón dice la verdad.

No andes difundiendo calumnias entre tu pueblo,

ni expongas la vida de tu prójimo con falsos testimonios. Yo soy el Señor.

(v.16). 

Ahora se muestra una vez más la dimensión comunitaria de los chismes y falsos testimonios: Son un atentado contra la vida del prójimo. Santiago hará una exposición magistral en su carta (cap.3) de la gravedad de los pecados de la lengua. 

No alimentes odios secretos contra tu hermano,

sino reprende con franqueza a tu prójimo

para que no sufras las consecuencias de su pecado.

No seas vengativo con tu prójimo, ni le guardes rencor.

Ama a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor.

(vv. 17-18).

En este texto se muestra el carácter interno y espiritual de la Ley: Esta no solo regula los actos del ser humano sino también sus pasiones y sentimientos (como también lo indica el décimo mandamiento: "no codiciarás"). Intuición que Jesús usará en su exposición de la Ley en Mateo 5, sobre todo al hablar del adulterio y del homicidio. El pecado no tiene que ver únicamente con actos, se manifiesta ya en los pensamientos y pasiones.

  El mandamiento "ama a tu prójimo" (v. 18) se repite en el v.33b, aunque allí el objeto del amor es el "extranjero". Este hecho es muy significativo ya que abre el horizonte del texto para incluir al extranjero, al gentil o pagano, en la definición de "prójimo".  

Los 10 mandamientos también indican un horizonte amplio ya que en algunos de los imperativos no se añade ningún objeto directo a los mismos (por ejemplo, "no matarás, no cometerás adulterio, no hurtarás"), y en los últimos dos se usa el término genérico "prójimo".

Además, en el contexto más amplio de la Ley, el mandamiento de amar al prójimo se da en estrecha relación con el hecho de que Israel ha sido amado por Dios y que por ello debe practicar el amor al prójimo (ver Ex.20:2; Lv. I9:l y Dt. 5:1‑5 entre muchos pasajes). Israel es llamado a imitar a Dios. Por ello, la Torá

"es una instrucción jurídica de tono parenético (o de exhortación). El suyo es un lenguaje del corazón y de la conciencia, y no del derecho... Quienes aquí hablan saben que un derecho del pueblo no puede alcanzar su finalidad si se queda solamente en una ordenación impuesta y admitida a la fuerza, sin apoyarse en el asentimiento interior de los miembros del pueblo"

Walter Eichrodt, Teología del Antiguo Testamento, 1975, 82 

El término "amor" tiene un "carácter comunitario", lo cual está bien ilustrado en toda la legislación de Éxodo‑Deuteronomio. En este cuerpo legislativo se dan muchos ejemplos concretos (como el de Levítico 19) que son tanto de una naturaleza positiva como negativa (por ejemplo, Ex. 22:21; 23:4‑5, 9; Lv. 6:l‑6; Dt. 22:1‑3, 21; 7:9; 10:14‑22). De hecho, la máxima preocupación de la legislación social es la de proteger, promover y a veces despertar un sentido de hermandad, de humanidad. De hecho, la ley, como pedagoga, nos ayuda a recuperar nuestra humanidad en el trato con otros y otras. 

Cumplan mis estatutos:

No crucen animales de especies diferentes.

No planten en su campo dos clases distintas de semilla.

No usen ropa tejida con dos clases distintas de hilo. (v.19).

            En este versículo se dan indicaciones precisas en cuanto a las actividades agropecuarias (tales como la cría de ganado y la siembra del campo) y a los hábitos de vestido. Aunque los mandatos pueden parecernos extraños y sin sentido, sin embargo, la intención última de estos, al demandar cierto orden, es que el israelita entienda que no hay actividad de la vida que pueda ser ajena a la voluntad de Dios. En todo su pensar y actuar, en todas las áreas de la vida, el creyente ha de vivir para agradar a Dios. Como lo dirá Pablo muchos siglos después: "En conclusión, ya sea que coman o beban o hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios" (1 Co. 10:31).   

Si un hombre se acuesta con una esclava prometida a otro en matrimonio,

pero que aún no ha sido rescatada ni declarada libre,

a los dos se les impondrá el castigo debido pero no se les condenará a muerte

porque ella aún no ha sido declarada libre.

 No obstante, el hombre deberá ofrecer al Señor un carnero como ofrenda por su culpa.

Lo llevará a la entrada de la Tienda de reunión,  

y el sacerdote hará expiación ante el Señor por el pecado cometido.

De este modo su pecado le será perdonado.

(vv. 20-22)

Estos versículos, de manera extraordinaria, señalan una actitud favorable hacia la esclava, que en otras circunstancias y culturas se consideraba propiedad total del amo, como hasta épocas recientes en nuestras culturas “cristianas” se practicaba, sin derechos ni protección legal alguna. La dignidad y valor de la mujer son vindicados.

Ante esta atrocidad y abuso, las acciones del hombre violador tenían que ver con el culto. Lo que había hecho en secreto ahora debía confesarse públicamente ante el sacerdote. Es cierto que nos puede parecer injusto el trato a la esclava, pero en una legislación de hace por los menos tres mil años, es notable que se dé tal protección a una mujer esclava.  

Cuando ustedes entren en la tierra y planten cualquier clase de árboles frutales, durante tres años no comerán su fruto, sino que lo considerarán inmundo.  En el cuarto año todo su fruto será consagrado como una ofrenda de alabanza al Señor,  y en el quinto año ya podrán comer de su fruto. De este modo aumentarán sus cosechas.

Yo soy el Señor su Dios. (vv.23-25).

Estas leyes implican "el cuidado de los recursos naturales, controles de su explotación, y el reconocimiento de que todo pertenece a Dios" (nota al pie de página de Lv. 19:23 en la Santa Biblia con notas, concordancia y mapas de Editorial Caribe, 1980, p. 138).

No coman nada que tenga sangre (v. 26a)

En esta parte se prohíbe comer sangre, tema ampliamente considerado en Lv. 17. Aquí el aspecto cúltico-sacrificial es la razón fundamental.

No practiquen la adivinación ni los sortilegios…

No acudan a la nigromancia, ni busquen a los espiritistas,

porque se harán impuros por causa de ellos. Yo soy el Señor su Dios (vv. 26b, 31).

Estos versículos prohíben las prácticas ocultistas y mágicas como fuentes de revelación e iluminación para las diversas circunstancias de la vida. Como lo señala Dt. 18, la palabra profética debe bastar como guía para el pueblo de Dios.

No se corten el cabello en redondo ni se despunten la barba.

No se hagan heridas en el cuerpo por causa de los muertos, ni tatuajes en la piel.

Yo soy el Señor. (vv. 27 y 28)

Aquí se prohíben ritos fúnebres supersticiosos propios de los pueblos del oriente antiguo. Aun ante la muerte, el creyente ha de obedecer al Señor.

No degraden a su hija haciendo de ella una prostituta,

para que tampoco se prostituya la tierra ni se llene de perversidad (v.29). 

En este caso, se hace referencia a un acto moral con dimensiones religiosas. Prohíbe la prostitución, probablemente sacra, común en muchos pueblos de la antigüedad (Dt. 23:18).

Ponte de pie en presencia de los mayores.

Respeta a los ancianos.

Teme a tu Dios. Yo soy el Señor (v.32).

Este mandato se puede considerar como una ampliación del quinto mandamiento ("honrarás a tu padre y a tu madre") ahora aplicado a los ancianos. "El anciano ocupa en la comunidad un puesto parecido al del padre en la familia. Ancianidad es bendición de Dios y sabiduría humana" (Schökel, 1970, 89). Como en el caso de los sordos y ciegos en el v. 14, el cumplimiento de esta ordenanza es una muestra del temor a Dios. Respetar al anciano es respetar a Dios.

En algunos países que se glorían de su alto grado de civilización, los ancianos han llegado a ser parte de los marginados de la sociedad, y son arrumbados en los asilos. Así, sus hijos y nietos se privan de la bendición de enriquecerse de la sabiduría que los ancianos han adquirido a lo largo de su vida y que podrían transmitirles en el medio cómodo e informal del hogar. Esta es otra dimensión práctica de la santidad y del culto a Dios.

Cuando algún extranjero se establezca en el país de ustedes, no lo traten mal.

Al contrario, trátenlo como si fuera uno de ustedes.

Ámenlo como a ustedes mismos, porque también ustedes fueron extranjeros en Egipto.

Yo soy el Señor y Dios de Israel (vv. 33-34). 

De nuevo encontramos en la Torá un énfasis muy marcado en el amor que se debe a quienes de una manera especial son vulnerables ante las injusticias de sus semejantes, a aquellos contra quienes otros pecan, es decir, las viudas, los huérfanos, los pobres y los extranjeros. Por ello, no es accidental que cuando en el v. 34 se repite el mandato de amar al prójimo; se pone como objeto de dicho amor al "extranjero", ya que los israelitas se pueden identificar con él o ella en su situación desventajosa "porque también ustedes fueron extranjeros en la tierra de Egipto".

Cuán relevante es este mandato hoy ante las realidades de miles de personas que emigran de sus países y sufren toda clase de vejaciones en su tránsito y búsqueda de una vida mejor. ¿Qué hacemos en nuestras comunidades de fe ante tal realidad?  

Se debe destacar que en todas estas leyes el aspecto legal está íntimamente relacionado con el aspecto moral y religioso. Como dice Eichrodt:

"Aflora aquí algo que desde el principio fue característica específica de la ley israelita: la estrecha conexión del precepto jurídico con la exhortación moral que traspasa toda ley formal y exige frente a los miembros del pueblo abandonados y necesitados una actitud fraterna que ninguna ley puede garantizar. Lv. 19 nos ofrece esta "ley fundamental de ética social de la religión de Yahvé"... como expresión de la fuerza normativa que arranca de la dinámica universalista y aglutinante del amor"

Eichrodt, Ibid., 85  

De ahí que resulte desafiante el neto sentido realista y concreto de la Ley de Dios. Más que dar instrucciones cosmopolitas y abstractas sobre el amor hacia todos los seres humanos (propias del pensamiento griego), la ley se enfoca y limita concretamente en el "prójimo", en la persona que vive cerca de mí, en mi vecino. Tal concreción, que bien puede verse como una limitación, es en realidad un punto fuerte de la Ley.  

"Esta limitación se debe ante todo al neto sentido realista del derecho del pueblo que impulsa a orientar la responsabilidad social hacia el campo de la situación concreta del israelita que vive en medio de su pueblo, dejando de lado cualquier tipo de planteamiento de proyección cosmopolita"

Eichrodt, Ibid., 86

No cometan injusticias falseando las medidas de longitud,

de peso y de capacidad. Usen balanzas, pesas y medidas justas.

Yo soy el Señor su Dios, que los saqué de Egipto.

Obedezcan todos mis estatutos. Pongan por obra todos mis preceptos.

Yo soy el Señor. (vv.35-36). 

Esta sección concluye con estatutos encaminados a normar las prácticas comerciales que, como toda actividad humana, han de estar regidas por un serio sentido de justicia y equidad. La motivación para ello radica en el hecho de que quien lo manda es el Dios que los ha liberado de la esclavitud. 

La práctica de la santidad y del culto, de la verdadera espiritualidad, en todas sus dimensiones, es ineludible para quienes han experimentado la salvación de Dios.

Resumen de Levítico 19 

Podemos resumir nuestro análisis de Levítico 19 diciendo que la santidad que Dios demanda de su pueblo se ha de expresar en el culto y en las muy diversas áreas del desempeño humano, tales como:

  1. La familia (v. 3b)
  2. La responsabilidad social hacia los más necesitados y desprotegidos (vv. 9-10, 33-34)
  3. Relaciones personales en la comunidad (vv. 11-12, 16-18)
  4. Relaciones político-laborales (v.13)
  5. Respeto y compasión hacia los discapacitados y ancianos (vv. 14, 32)
  6. El ámbito judicial (v.15)
  7. Prácticas agropecuarias y responsabilidad ecológica (v. 19a, 23-25)
  8. Prácticas agropecuarias y responsabilidad ecológica (v. 19a, 23-25)
  9. Atuendo personal (v. 19b)
  10. Protección y dignificación de la mujer (esclava) (vv. 20-22)
  11. Renuncia a las prácticas mágico-religiosas paganas (vv. 4, 26b-28, 31)
  12. Sexualidad humana (v. 29)
  13. El verdadero culto a Dios (vv. 3b, 5-8, 30)
  14. Prácticas comerciales (vv.35-36)

 Todas estas áreas desglosan lo que significa "amar al prójimo" y "amar a Dios", es decir, son expresiones concretas de la santidad y espiritualidad que Dios demanda de todo creyente en todas las circunstancias de la vida cotidiana. Todo ello se ha de tener en cuenta al ofrecer nuestro culto a Dios. De esta manera el Reino se hace visible en el seno de nuestras sociedades.

Esta espiritualidad ha de permear nuestro diario quehacer. No es un aspecto de la vida que se viva exclusivamente en el culto o en el templo y que se manifieste en las prácticas ascéticas y/o extáticas del cristiano; es una realidad que ha de evidenciarse en el andar cotidiano, en todas las áreas de la vida, como señal del Reino que ha llegado y que está por venir.